Mentiras Peligrosas

#69 Infección

Ben tenía una teoría. Luego de bajar por segunda vez el afirmaba que había algo más viviendo allá abajo, algo lo suficientemente grande para arrastrar cadáveres de animales a los túneles. Algo que pudiese moverse en la oscuridad porque él siempre decía que ni con su linterna era capaz de apreciar lo suficiente como para moverse con confianza.

—¿Qué vamos a hacer, Doc?

Abrimos la cajuela solo para encontrarnos con una Isabelle en estado de shock, su mirada estaba perdida, se mostraba débil, no respondía ante los estímulos, era como un celular fuera del área de servicio. Incluso cuando la tomé en brazos para ingresarla al hospital esta no mostró la menor señal de lucha.

Habíamos logrado ingresar a Isabelle por la parte de emergencias, al igual que la última vez, el hospital estaba vacío. El doctor no se confió de su estado manso, por lo que le aplicó un sedante. Pasados los minutos Gipsy le cambió la ropa por una bata de hospital, y le colocamos en una camilla con amarras en los brazos y piernas. Sus ojos nunca se cerraron, permanencia estática viendo hacia el techo.

—Yo mismo la atenderé, pueden estar tranquilos, esto no entrara en ningún registro médico. En cuanto a sus padres, sugiero que no les den ni la más mínima pista del paradero de su hija, no hasta que veamos qué es lo que está afligiéndole.

El doctor se apartó de la habitación, dejando a Gipsy a cargo de Isabelle, yo le seguí de cerca mientras me guiaba por el elevador hacia un piso que solo los administrativos podían acceder. —Esto es de lo que quería hablar contigo. —Expresó el doctor. —Este chico llegó al hospital hace un par de días. Ha estado yendo y viniendo de su delirio. Parece que te conoce.

De su bolsillo sacó un tubo de ensayo y lo posó frente a mis ojos. Era un mosquito, pero no era cualquier tipo, era el mosquito. —¿Reconoce esto?

 

Asentí con la cabeza. —Tengo uno idéntico en el auto. Es el mosquito que Ben estaba investigando, lo obtuvo en uno de sus viajes a este lugar secreto que no tengo ni la más puta idea de donde está.

El doctor me señaló que entrara a la habitación inclinando la cabeza.

Entré al cuarto de desinfección, fui roseado con gases nuevamente y las puertas se abrieron frente a mí, permitiéndome salir. El doctor Mikkelsen me estaba esperando impaciente en el pasillo, su pie golpeteaba arrítmicamente el suelo.

Lo primero que noté al entrar en la habitación fue la ausencia de olores, era una habitación sin ambiente, no había corrientes de aire, no había nada. Apenas di un paso hacia la camilla, el paciente que se encontraba sobre ella habló. —¿Es usted Doctor?

—Me temo que no, ¿necesitas que lo llame?

—No. Acércate. —Desde donde me encontraba solamente podía apreciar su perfil derecho, se veía famélico, moreteado, exhausto. En pocas palabras altamente enfermo. Su visión estaba fija en el techo, sin embargo, al detectar mi presencia dejo caer su cabeza del lado para verme de frente, revelando su perfil izquierdo, el cual estaba lleno de cicatrices, con una delgada capa de piel pegada al hueso. Traté de no mostrarme aterrado, pero se le notaba horrible. Trató de sonreír, al menos eso supuse, su carne se estiro de un lado, pero el otro le colgaba. —Ella dijo que vendrías.

—¿Quién es ella? —Reduje la distancia entre nosotros.

—La reina. —La saliva le escurrió por la boca. Esta tenía tonos rojizos, probablemente causados por heridas bucales. No pude evitar reír, quería ver si estaba contándome la verdad, podía ser que nos diera lo que buscaba.

—¿También el rey?

—No, solo ella. —Meneé la cabeza en desaprobación. —Ella dijo que el enviado del Nosferatu vendría a verme.

Otra vez ese nombre. Como era posible que conociera el nombre. Aquel sujeto delirante había robado mi atención, y ahora estaba dispuesto a escuchar lo que tenía que decir. Y conforme pasaba el tiempo, su cara me parecía más familiar, pero no lograba recordar donde le había visto. —¿Nos conocemos?

El me revisó por un momento, después con una sonrisa respondió. —Si. Tú me sacaste aquella noche del bosque. —Su tono era completamente diferente al anterior. —Nunca pude agradecerte por ello.

—No te preocupes. No vine buscando agradecimientos. —En aquel momento tuve una idea. Nunca pude preguntarle algo la vez que lo encontré herido. —¿Cómo terminaste en el bosque?

—No sé si me creerías.

Rei un poco. —Hare mi mejor esfuerzo.

—Vi a una chica correr por los bosques.

—¿Era sexy esta chica? —Bromeé.

—Era hermosa. Vagaba desnuda por los bosques, yo solo me había levantado a orinar cuando la vi. Me sonrió desde la distancia, y me hizo señales para que fuera hacia ella.

—¿Y tú fuiste?

—Creo que ambos sabemos que lo hice. Me adentré al bosque siguiéndole, y cuando menos lo vi venir, ella había desaparecido, se desvaneció como si fuese aire. —Chicas que se desvanecen como por arte de magia, donde he visto eso. —Había avanzado tanto que no supe como volver, así que traté de gritar, pero antes de poder hacerlo, quedé paralizado cuando divisé un par de ojos blancos, brillantes como la luna, acercarse entre la oscuridad.



#134 en Paranormal
#446 en Thriller

En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.