ACTO II
Vampire Money
Llevaba una semana en la universidad y ya sentía que me quería matar. No era un curso común y corriente, éramos la elite del alumnado de la ciudad, todos compitiendo como animales por el gran premio final, una beca universitaria que cubría todos los créditos de la carrera en una enorme selección de escuelas a lo largo del país. Nada comienza una rivalidad como eso.
Aquel olor me resultaba tan desconocido, no obstante, era uno al que me había acostumbrado desde hace años, nada. Al menos ese era el olor perceptible en el aire cuando no había alumnos alrededor en la escuela. Cuando me topaba con alguien en los pasillos trataba de evitarlos como si fuesen leprosos. Mantenía mi distancia para apartarme de los problemas. Parte de mi pensaba que el no tener amigos era un castigo por mis acciones, mi reprimenda, mi látigo para purgar mis errores a través de la flagelación.
Durante las clases era común estar pendiente del reloj, realmente no necesitaba las lecturas que exponían los profesores, me había convertido en un autodidacta, uno bueno, todo gracias a mi capacidad para no dormir por días. Los sueños a estas alturas habían desaparecido, se habían esfumado, cada vez que iba a la cama solo encontraba un vacío masivo en mi mente. No era un vacío de aquellos que brindaban paz, que ayudan a meditar, era la horrible sensación de monotonía sumergida en depresión. Era como tratar de sintonizar una estación de radio con una perilla rota. Anhelaba el contacto con alguien más, y como un perdedor esperaba cada viernes para encontrarme con mi tía y con una gran deuda por ordenar comida china. Se preguntarán ¿qué hace una persona que no tiene nadie con quien hablar? Comienza a hacer la paz y el amor con sus demonios internos. Los cuales son lo más cercano que tiene en todo momento.
Hipnotizado con metrónomo virtual que era el reloj, quede inmerso en mis pensamientos, aquella aula para tan solo veinte personas quedaba vacía frente a mis ojos. De pronto ya no estaba el profesor, el chico de la gorra, la chica de los Brackets, aquel chico tan gordo que tenía tetas, tan solo estábamos eso y yo.
—Quemémoslo todo. —Su sonrisa siniestra tenía un aura de gozo. Sentado a mi lado en una silla desocupada, subió las piernas al escritorio. —¿Realmente estas aprendiendo algo aquí? —Preguntó. —Podríamos estar allá afuera descubriendo este hermoso mundo. —Contestó reacio.
—Créeme a mí no me gusta esto más que a ti. —Claramente lo quería dejar, sin embargo, había hecho una promesa de no tirar mi vida por la ventana. —Lo peor de todo es que todavía falta media lección. —Tiré de mis parpados hacia abajo.
De pronto aquella burbuja de realidad se había roto, las personas y objetos volvían a aparecer frente a mí. Inspeccioné mi alrededor con curiosidad buscando la fuente del problema. Fue entonces cuando escuché su voz. —¿Está vacío? —Miré a mi derecha justo donde había eso estaba sentado hace un segundo. En su lugar se encontraba una chica con el cabello corto, mostrando un peinado estilizado que semejaba una especie de casco en mi imaginación. Su piel era el perfecto tono durazno, sus ojerosos parpados llevaban una sombra azulada, su nariz era chica y puntiaguda, sus labios resultaban grandes en comparación sus demás rasgos faciales. Era alta, diría que un metro setenta, llevaba una cazadora negra, debajo de ella portaba un top semitransparente a tonos negros que mostraba su brasier negro con puntos blancos, un pantalón blanco a cuadros negros. Finalizaba su atuendo con unas botas. —¿Está vacío? —Volvió a preguntar, esta vez en tono hostil.
—Si. —Finalmente respondí. Continué observándole mientras se acomodaba en la silla, sacando una libreta, un bolígrafo y comenzaba a rayar garabatos que desde mi ángulo se veían como letras.
Probablemente le vi mucho tiempo porque esta cerró la libreta llamando mi atención, me vio con rabia y respondió. —¿Se te perdió algo?
Voltee apenado hacia el frente de la clase. El resto de esta hice el esfuerzo por no voltear a verle una vez más.
Al final de la clase deje que se fuera primero, solamente para observarle por última vez. No lograba comprender cual era el atractivo de esa chica, si, era una chica hermosa, con buen trasero y un pecho que me robo una que otra mirada, pero había algo diferente, algo que no lograba descifrar en ella.
Cuando volví a la realidad me di cuenta de que mi mano estaba temblorosa, estaba reprimiendo mi instinto. En ese momento no me reconocí. —Carajo. —Grité. Proseguí a guardar mi libreta en la mochila y salí disparado hacia el pasillo, tenía que alcanzarle.
Discutía en mi mente las obvias razones por las que estaba actuando como un pervertido, sin embargo, poco me importaba, continúe siguiéndole a través del campus, siempre a la distancia suficiente para que no me viera. Tuve que, a travesar mares de alumnos, encogiéndome y empujándoles para no perderla de vista. Cuando salió del edificio, cruzó en diagonal a través del área verde, se colocó unas gafas de sol, pero continúo caminando.
Me encontraba caminando por la zona verde cuando escuché el crujir de hojas secas en mis pies. Rápidamente me puse detrás de un árbol. Ella volteó confundida, pero no logro verme. Avanzó a un paso más rápido fuera del campus. En ese momento supe que no podía continuar siguiéndola sin levantar sospechas, claramente era una chica muy astuta.