Merly

meliflua

Si no lo veo, no me ve. Si no lo veo, no me ve. Si no lo veo, no me...

—¡Te encontré, niñato!

—Mierda.

Otra persecución más, se está volviendo natural entre los dos.
También de hacer la misma táctica que todas las veces anteriores: correr y abrir puertas al azar.

No es un buen plan en sí, pero funciona extrañamente.

Abrí una puerta, pero antes tuve que fijar mi mirada en el pasillo. Fui más rápido de nuevo, así que solo entré con la seguridad de que no me encontrara.

—Mierda. —Dije, mientras recuperaba el aire gastado en huir—. Creo que dejaré esto por un tiempo.

Me sentía victorioso, así que no dudé en relajarme. Me senté en el suelo apoyado en la puerta, quería cerrar los ojos y dormir. No me creo que ya van seis días corriendo por no ingresar a ese cuarto. Una tontería solo para darle la contra a mi padre.

Sin embargo, si salgo de una, me meto en otro problema sin quererlo.

Ah, cof Cof.

Escuché la tos fingida, levanté la mirada y parecería una broma de mal gusto lo que mis ojos captaron.

—Eh, niño... —Mantuvo la misma posición en la que estaba, a la vez pensaba bien sus siguientes palabras—. Sé que estás en esa edad donde la testosterona afecta tu raciocinio, pero no es excusa para entrar al cuarto de una dama.

Temblé. Inmediatamente, tapé mi visión y empecé a tragar saliva inexistente en la garganta. No di cuenta en ese momento, pero estoy sonrojado a más no poder.

Que clase de cliché genérico de manga Shōnen es esto. La direfencia es que los protagonistas se encuentran con cierta chica de su misma edad, en mi caso con una mujer que aparenta estar en la base tres, aunque viéndolo bien, tiene un bonito cuerpo y su piel es brillante.

¿Realmente tiene más de treinta años?

Maldición, si sigo así y en este cuarto no contaré los días que me quedan en libertad.

No quiero ir a la correccional de menores y peor aún, ser culpable por el delito de violar, accidentalmente, la intimidad ajena.

—Ni se te ocurra irte. —Empezaba a sudar frío—. Gritaré si te vas, es más, ya sé tu nombre y podré acusarte con William. —Infló su pecho, generando que mi imaginación volara.

—Antes de responderte adecuadamente, ponte la blusa o cualquier cosa que te cubra. —Me di cachetadas mentales, hasta por fin recobrar toda seriedad y firmeza que aparentaba.

—Oh, pervertido. —A pesar de decirlo con calma, ¡que carajos tiene! Ella es la que siguió hablando a pesar de que yo siguiera mirando su espalda desnuda... ¡No es normal!

—¿Sabes que tengo una buena razón para entrar a este cuarto? —Pregunté—. Incluso, no tenía idea de qué estabas aquí.

—Humm. —Puso uno de sus dedos en los labios, después de haberse puesto una camisa blanca—. Creo saber porque. —Sonrió—. Pero antes, hagamos un trato.

Me parecía extraño que no tuviera ningún rencor hacia mí, luego de haberla visto semidesnuda. Quise preguntar, hasta que mencionó la parte de trato.

Sí, es obvio que ella me amenazará. Y más por engañarla la otra vez.

—Suéltalo, ¿que quieres a cambio de no presentar una cuasi falsa denuncia contra mi persona? —Mi actitud, muy parecida a la de padre, salió a flote—. ¿Dinero, joyas, empresas o carros? Te lo ofrezco todo, solo quédate callada.

Mantuve la estabilidad en la voz, aunque por dentro moría por trabarme y demostrar lo nervioso que estoy.

El ceño arrugado, junto a la mirada más retadora que podría dar, observaba cada movimiento de ella, a pesar de que no se movía, esperando respuesta a mi proposición. Quedé decepcionado al solo recibir fuertes carcajadas por parte suya. Tanto así que estaba a punto de irme de la habitación, pero recordé que no puedo hacerlo.

Su acción continúo por más minutos de lo que esperaba. Aunque no me  quejaba del todo, ver a una chica hermosa reír por tus ocurrencias alegraría el corazón de cualquier hombre. Más si la escuchaban a ella.

Verla revolcarse en su camilla generó que una sonrisa escapara de mis labios.

Extremadamente dulce.

¿Desde cuando mis palabras no generaban alegría en otras personas? Lo recuerdo. Hace mucho tiempo, cuando no estaba embarrado hasta la cabeza de culpa y responsabilidad por lo ocurrido.

—Niño, no me equivoqué contigo. —Limpió sus lágrimas provocadas por mucho reírse—. Eres muy propenso a querer tomar las riendas de la situación, incluso sabiendo que tienes desventaja. En la manera en que lo haces solo convencerías a chicos de tu edad, pero contra un adulto no funcionará. —Sigue sonriendo, me aterra—. Menos contra mí.

—¿Qué quieres de mí? —Pregunté incrédulo.

—¿Tú que quieres de ti? —Devolvió otra pregunta.

—¿Qué? —Nunca he pensado obtener tal respuesta, en forma de pregunta, a mi interrogante.

—Lo veo en ti. —Colocó sus piernas en el filo de la cama, parce que quiere levantarse—. ¡Ya sé! Nos ayudaremos mutuamente. —Cerró los ojos, como pensando en sus siguientes palabras—. De ahora en adelante, a partir de las dos hasta las ocho vendrás a esta habitación, durante un tiempo indeterminado.

Cualquier otra persona malinterpretaría sus palabras... Yo formó parte de ese grupo.

—Hazlo sin que nadie te vea, ni mucho menos se lo cuentes a cualquiera. —Guiñó.

Pervertida.

—¿Sabe que soy menor de edad para realizar esas cosas? —Resalté las últimas palabras—. Pervertida. —Solté sin más.

—¡Qué! —Recién daba cuenta de sus palabras y que se podrían malinterpretar—. ¡No es lo que piensas!

—Sí, como digas. —Ya no tendría que preocuparme—. Si me vuelves a hablar, te denunciaré por pedofilia. Es un hecho.

—¡Espera! —Gritó, mientras veía que salía—. Hay cámaras aquí. —Señaló arriba del marco de la puerta.

¿Quién rayos pone una cámara ahí?

¿Por qué no me di cuenta antes si es tan obvio?

—¿No me digas que quieres chantajearme con manipular las grabaciones haciéndome ver como el acosador que no soy y seré, borrando las partes donde me ofreces encontrarnos a escondidas para quedar como la víctima al final y yo como el miserable culpable que violó la privacidad de una persona respetada en el hospital como lo eres tú? —Hasta para mí sonó estú...



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En el texto hay: humor, secretos, amistad

Editado: 10.06.2020

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