Mestiza

XI

 

No puedo moverme... estoy atada de manos, literalmente, lo peor de todo es que no sé cómo llegué a estar en esta situación, hace algunas horas estaba en mi habitación y ahora me encuentro en... espera ¿Dónde me encuentro?

Trato de reconocer el sitio donde estoy y estoy rodeada con paredes de madera, o eso era antes de que la humedad las dañara por completo creando una visión poco estética y aterradora.

El pánico empieza a hacer de las suyas, haciendo que mi tren de pensamiento vaya a toda velocidad sin detenerse.

—Hay que matarla— Palabras contundentes y sin rastro de emoción llegan a mí desde el otro lado de la pared, ya que no logro visualizar ninguna puerta.

—Sí, pero tenemos que esperar a los demás y salir de aquí lo más rápido posible, la guardia real no tarda en llegar.

— Podríamos matarla y dejarla para que la vean, sería un regalo...

—Ella merece una morir de la forma más despiadada posible, sería muy fácil para ella matarla así nada más.

Su conversación seguía de la forma más normal, como si no se tratase de un asesinato, pero yo solo espero no ser esa "ella" de la que tanto hablan, cada vez que la mencionan no se me escapa como las palabras se pronuncian con cierto odio y rencor.

¡Pero que demonios tiene que ver eso conmigo! Tengo que salir de aquí lo más rápido posible.

Llevo mis manos cerca de mi boca y empiezo a morder las cuerdas con toda mi fuerza, produciendo olor en toda mi boca, pero para mí desgracia esta no ceden ni un ápice.

La puerta, que no tengo idea cuando apareció allí, se abre lentamente produciendo un chirrido aterrador.

—Enserio crees que mordiendo esa soga lograras soltarte—. Su expresión de desprecio se dirige a mí como una bala.

Su altura me hace sentir intimidad, pero su cuerpo es otra historia, no sería exageración decir que no ha comido en un año... solamente yo podría tener lastima de alguien que me quiere matar sin un motivo aparente.

— No vas a hablar —. Se acerca a mi intimidatoriamente y sujeta mi cabello jalándolo hacia atrás con mucha fuerza— ¡Quiero escucharte gritar auxilio como esos niños que asesinaste! ¡Grita!

« ¡No puedo! ». Quiero gritar, pero no puedo formular una maldita palabra.

— Suelta, ya habrá tiempo para eso, el trasporte ya llego tenemos que moverla—. Una voz ronca se escucha en la puerta.

Un hombre mucho mayor entra tranquilamente, pero sin olvidar lanzarme una mirada de desprecio.

— Yo me encargo— .Una sonrisa aterradora se dibuja en su cara y su mano libera por fin mi cabello.

« ¿Me dejaran ir?...ۚ».

Mis pensamientos optimistas me elevan al cielo, hasta que una mano huesuda y sin un poco de carne me sostiene las manos, todavía amarradas.

—Vamos a ver si esto duele.

Al terminar sus palabras soy jalada hacia adelante sin la más mínima piedad, mi labio se rompe al chocar con el suelo y un sabor metálico se expande por mi boca.

— ¿Dolió?

No puedo hablar, pero eso no significa que no puedo hacer nada. Me armo con el poquito de valor que me queda y golpeó su entrepierna. Mi mirada llena de ira se dirige a él, advirtiéndole que no me dejaré golpear por un idiota como él, ni por nadie.

— ¿Que planeas sacar las garras? Pues veamos cuando te dura el valor —.Me sorprendió que después de golpearlo con toda mis fuerzas no hizo ni una mueca de dolor.

Su mano sujeta con fuerza mi brazo y me empieza a jalar hacia delante, de un momento a otro mi fuerza se ve reducida a cero, mis piernas no se pueden sostener, me arrastran hasta la puerta que da a una pequeña sala igual de deteriorada que la habitación anterior, madera desgastada y cera de velas por todos lados, despojada de cualquier silla o mesa solo unos troncos de árbol, que fácilmente supongo su función.

Me doy cuenta de que no están usando luz eléctrica sino velas. Volteo al escuchar murmullos y me encuentro otros hombres igual de flacos y harapientos.

—No sabes que gusto nos da verte arrodillada como si no fueras nada—. Dice uno de los hombres mientras que sostiene mi barbilla.

— ¡Bastardos! —Por fin logro hablar,... pero está clara mente no es mi voz.

Antes de que pueda seguir hablando, uno de ellos me toma como un costal y me lanza a sus hombros antes de darse vuelta y salir a través de un pedazo faltante de madera que de seguro usa de puerta.

Al salir un viento frío golpea contra mi rostro, y mi cabello va con el viento, en unos pequeños instantes me siento... libre, pero mi momento se ve opacado con un dolor proveniente de mi espalda luego de ser arrojada con demasiada fuerza, hacia una superficie dura creando olas de dolor intenso en todo mi cuerpo, que me impiden respirar sin que una punción de dolor se sienta en mi pecho.

Trato de ver donde me lanzaron y me encuentro con una carreta con un techo de paja, pero el piso de una madera demasiado dura.

Miro en la dirección que se va el hombre y veo como entra en una cabaña que estoy segura era donde me tenían antes, es de techo bajo y toda cubierta de madera, pero lo que más me sorprende es que está rodeada de árboles que no disminuyen su aspecto aterrador.




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