No pudo evitar que la ira le dominara. ¿Cómo había podido dejarse llevar? Se odió con todas sus fuerzas y golpeó con fuerza una pared. Cuando se dio cuenta de su reacción, se horrorizó. Había dejado salir a su vieja yo, la ira y el resentimiento, la culpa y el dolor la habían dominado.
Desde que podía recordar, no había reparado en el daño que podía causarle a Franco. No podía ocultarle más la verdad, pero le aterraba que la supiera. Estaba segura de que toda su nueva vida se iba a ver afectada, destruida. Y más si se dejaba dominar por el sentimiento de ira.
No se arrepentía de haberlo besado, pero el hacerlo conllevaba muchas cosas. Entre ellas, arrastrarlo a su mundo. Y, por mucho que le gustara, no quería que él entrara al mismísimo infierno.
No quería jurar volver a dejarse llevar por la pasión del momento, pero estaba segura de que eso era casi imposible. En su anterior vida siempre lo hacía cuando quería, podía y con quien ella quisiera, incluso aunque esa persona se negara. Para ella, eso era mejor.
Con fuerza apretó la mandíbula y los puños. ¿Qué iba a pasar ahora?, se preguntó con desolación.
Franco se sentía abrumado. Le gustaba, sí, pero ya no estaba tan seguro de si solo era eso o algo más estaba implicado. Con todo lo que Ray le había estado compartiendo, le asustaba Alex. No le costaba admitirlo porque era verdad, le aterraba la idea de enfrentarse con la mafia y más porque era cuestión de tiempo que ellos la buscaran. La necesitaban, Ray lo sabía. La guerra entre las mafias había comenzado y sabía que muchos inocentes pagarían el precio de la desaparición de una de las personas más influyentes en ese oscuro mundo.
El día pasó lento, o quizá demasiado rápido, pero los dos estaban seguros de que no querían volver al departamento. Les inquietaba enfrentarse al otro. Aunque era algo que tenía que pasar tarde o temprano y, cuando Alex se disponía a tomar un aperitivo nocturno, Franco entró.
El mundo se detuvo cuando sus miradas se encontraron y nada más importó. Solo estaban Alex y Franco. Franco y Alex. Solo ellos dos. En su pequeño universo no existía la mafia, no existía la crueldad, no existía el miedo.
Él se acercó a ella con seguridad y ella se acercó a él con timidez. Cuando sintió las manos de Franco en su rostro, cerró los ojos y sonrió. Al abrirlos, recorrió con lentitud sus brazos hasta el rostro de Franco, preguntando, en silencio. Se acercaron para unir sus labios en un beso suave y tierno.
No hubo pasión, no hubo arrebato como esa mañana, solo se acercaron con dulzura y amor.
―Espero hayas tenido un buen día ―le susurró Franco sobre su boca; Alex se estremeció, por la cercanía y porque nunca había sentido el afecto de alguien, no como el que Franco le estaba dando en ese momento.
―Sí, lo fue ―sonrió, recordando el pequeño incidente que había tenido en la cafetería; había derramado el café al recordar, sin querer, el beso de la mañana.
―Me alegro ―le devolvió la sonrisa, tomando sus manos entre las suyas.
―Auch ―exclamó, apartando la mano herida y ocultándola detrás de su espalda.
―¿Qué sucedió? ―Intentó tomar de nuevo su mano, pero ella se alejó―. ¿Alex?
―Estoy bien, solo… no medí la distancia del mueble y me golpeé.
―Muéstrame ―le pidió Franco.
―No ―se negó, no quería mentirle más.
―Alex ―le apremió y ella no tuvo más remedio que mostrarle los nudillos rotos.
―No es tan grave.
―Seré yo quien lo decida.
―No sea tan sobreprotector ―dijo en apenas un susurro.
―No quiero que vuelvas a sufrir ―murmuró, besando su frente.
Y eso la desarmó.
Abrazó con fuerza su cintura y hundió su rostro bajo su cuello, sintiendo su aroma. Se sintió a salvo. Nunca había tenido miedo, no como aquel día, pero tampoco había sentido esa protección, ese lugar seguro que sabía tenía al lado de Franco.
Sintió los brazos de él rodearla y supo que había encontrado su lugar. Esperaba no volver a casa, sabía que no la necesitaban, Bastián podía arreglárselas. Aunque si la buscaban, estaba segura de que iba a renunciar, ya había tomado la decisión. Quería esa vida, quería ser feliz, quería estar cerca de Franco, incluso aunque él la rechazara cuando supiera la verdad, porque muy en el fondo de su corazón quería contarle la verdad, su verdad y creía que eso lo iba a alejar. Pero ya no quería volver, se negaba a tomar de nuevo ese puesto, líder de la familia Nikolau.