Metanoia

Capítulo 24

No estaba segura de por qué Laura había decidido compartir ese secreto con ella cuando apenas la conocía, y además quería esperar a contarles a sus amigos. Pero rápidamente desechó esa incertidumbre. No importaba qué, cuidaría de Laura y su bebé. Incluso aunque eso contradijera la decisión que había tomado al despertar y que aún no había desechado.

La visita de un cliente la distrajo esos breves segundos.

―Buenos días, ¿qué desea tomar? ―le preguntó antes de girarse y paralizarse en el acto.

―Un café negro ―le pidió, mirando el menú sobre su cabeza.

―Muy bien ―le respondió con voz ahogada.

―Yo lo preparo ―dijo Laura a su lado y Alex la miró horrorizada, pero esta no lo notó―, tú coloca los bocadillos en la vitrina.

―De… de acuerdo ―contestó, aún sintiendo que se asfixiaba. 

Desde su lugar en la cocina Alex no dejaba de mirar al joven hombre que se encontraba en el mostrador, observando aún el menú, pensativo. 

Sentía que su corazón iba a salirse de su pecho y lo vomitaría en los bocadillos. Le temblaban las manos casi con violencia y varias veces estuvo a punto de caérsele la mercancía. No podía ser cierto. No podía ser él. ¿Por qué estaba ahí? ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué cuando había decidido alejarse de todo ello y no mirar atrás?

―¿Puedo pedir eso? ―señaló el hombre, y Laura le sonrió.

―Claro, Alex… ―pero ella ya se encontraba a su lado con aperitivo entre sus manos―. Me agrada esa iniciativa ―bromeó Laura, intentando tomar el refrigerio de sus manos, pero Alex se lo tendió automáticamente al hombre.

―A mí igual ―respondió éste, tomando el canapé de las manos de Alex, con las suyas bien abiertas, por lo que tocó con suavidad la muñeca de ella.

Sus manos eran muy grandes, ella podía recordarlo y sus manos algo callosas debido a las peleas que siempre se metía de pequeño. Quizá solo habían pasado unos meses, pero podía notar un cambio radical en él. Su corazón se encogió, más confundido que antes.

Su seguridad había menguado.

―Gracias por su visita ―se despidió Laura al recibir el pago y devolverle el cambio que este se negó a tomar.

―Nos veremos muy pronto ―dijo antes de marcharse con un leve asentimiento, mirando a Laura, pero Alex supo que, por el rabillo del ojo, la observaba a ella.

Bastián sí la había reconocido.




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