Un par de días después, Alexandra despertó con la sensación de que algo iba a pasar. No estaba segura de qué, pero le molestaba en el pecho. Desde aquel día en el que se habían entregado por primera vez, se sentía eufórica, feliz, plena, en paz. Pero Bastián no había dejado de asediarla. Cada día la esperaba en la cafetería y la acosaba.
Siempre encontraba una manera de provocarla, de hacerla volver, a ser Alexandra, su despiadada hermana. Pero ella siempre hacía todo lo posible por controlarse, por lo que Bastián era cada vez más intenso. Le molestaba demasiado ver la manera protectora en que actuaban los amigos de Franco con ella. A partir del día de la pelea con el chico callejero, había uno o dos en la cafetería. Parecían encontrarse de casualidad, pero era obvio que lo hacían con la intención de no dejarla sola.
Bastián estaba seguro de que ellos ya sabían quién era ella, aunque Alexandra no parecía estar consciente de ello. Simplemente era Alex, nada más. Fue ahí cuando decidió que ya era momento de actuar de verdad.
―Alex ―se despidió este, apenas hubo terminado de comer.
Ella lo observó irse algo consternada. En todo ese tiempo Bastián no se había ido pronto del local por lo que Alex quedó con la certeza de que él ya había iniciado la guerra contra su propia hermana. Aarón, Félix y Pablo notaron el horror en su expresión.
―Saben, deberíamos salir para relajarnos ―comentó Félix.
―¿Qué tienes en mente? ―le secundó Aarón.
―Hay una discoteca muy popular cerca de la playa.
―Yo creo que deberíamos ir ―sonrió Laura. Alex la miró con los ojos entrecerrados―. ¿Qué? Ya sé que no debo beber alcohol, pero quiero que te relajes.
―Puedo relajarme de otras formas ―suspiró Alex, limpiando algunos vasos.
―Vamos, Alex ―insistió esta, pero Alex se tensó.
Laura la observó un segundo e hizo una mueca; esta vez no iba a poder convencerla.
Al poco rato llegaron las chicas y Félix les contó el plan de salir esa noche y todas se emocionaron. Laura ya no insistió más, pero Abi, Camila y Emilia se mostraron muy entusiasmadas.
El corazón de Alexandra palpitaba con rabia.
―Vamos, Alex, será divertido ―exclamó Emilia, pero Alex permaneció en silencio, provocando que todos lo que ya habían llegado se miraran algo confundidos.
―¿Sucede algo? ―le preguntó Laura a su lado.
―Desperté con dolor de cabeza y no se me ha quitado ―no era una mentira, pero tampoco era toda la verdad.
―¿Ya tomaste algo? ―le cuestionó Abi, acercándose a ella.
―Sí ―fue todo lo que dijo.
A pesar de que había sido solo una pequeña palabra, les confirmó que algo malo pasaba.
Para comenzar, la retirada apresurada de su hermano. Aunque desde que había llegado, la habían notado retraída y algo confusa. Las opciones eran infinitas por lo que era difícil adivinar cuál era la correcta.
―Deberíamos ir ―insistió Félix―. Es viernes.
―Yo me apunto ―aseguró Emilia, alzando una mano con ímpetu.
―Si quieres podrías alcanzarnos más tarde ―le dijo Camila cuando Alex le tendió un café frío.
Alexandra le regaló una tensa y triste sonrisa.
De alguna manera todos se habían acostumbrado a su alegría y comentarios ocurrentes. Le habían tomado más cariño de lo que creían y verla así, tan triste les produjo tal desazón que estuvieron a punto de cancelar los planes.
―No lo hagan ―suspiró Alex, sentándose junto a ellos―. Solo porque yo no quiera ir, no deberían cancelar los planes.
―Queremos que estés bien ―dijo Pablo, ofreciéndole una sonrisa que Alex le devolvió con pesar.
―Gracias.
Por la noche Franco también le insistió en asistir al lugar, pero Alex se había negado.
―Dime qué sucede, Alex, no me gusta verte así ―le pidió Franco, acariciando su brazo.
Se encontraban sentados en el sofá, viendo una película de acción.
―Desde que desperté he tenido la sensación de que algo malo va a pasar.
Él la estrechó más contra su cuerpo al sentirla tensarse a su lado.
―Tranquila, ellos van a estar bien.
―Eso espero.
Se mantuvieron unos minutos en silencio observando cómo uno de los villanos de la película volaba por los aires, disparando hacia un vehículo donde se encontraba el héroe después de haber rescatado a la víctima.
―¿Tú has hecho eso? ―no pudo evitar preguntar, provocando que Alex soltara una fuerte carcajada.
―Claro que no, Franco, eso es ficción ―le dijo, alzando el rostro y besar su mejilla.
―Bueno, no sería difícil imaginar que tú pudieras hacer algo así ―le dijo con una sonrisa.
―¿Atacar al héroe? ―le preguntó ella también con una sonrisa, algo torcida.
―No, rescatándome ―bromeó, pero Alex se tensó y lo observó seria.