El timbre de la casa suena por quinta vez. Con el mal humor llegando a mi sistema me levanto y salgo de la cama, me quedo sentada hasta recordarme como caminar sin romperme ninguna parte del cuerpo, pero no tengo tiempo porque el timbre vuelve a sonar.
¡maldita sea!
¿acaso no había nadie en la maldita casa?
Busco a tientas un par de zapatos para poder bajar, pero no los encuentro por ningún lado. El timbre vuelve a sonar y maldigo internamente a la persona.
Zeus sigue dormido como si el timbre no lo molestara lo suficiente para ir a ver quién es.
- te están malcriando demasiado – murmuro antes de salir de la habitación.
Me tomo mi tiempo para ir hasta la puerta.
Si la persona ya espero más de veinte minutos, puede esperar cinco más a que baje. Justo cuando mis pies tocan el primer piso, el maldito timbre vuelve a sonar. Me acerco a mirar a la pantalla viendo a la persona tras la muerta soplar sus manos.
Sonrió.
- ¿tan temprano y ya queriendo pagar la apuesta? – digo abriendo la puerta, Isaac me mira con una mueca en su cara.
- ¿tan temprano y ya siendo tan insoportable? – contrataca, intento cerrarle la puerta en la cara, pero él pone su pie haciendo que sea imposible.
Molesta de congelarme con la brisa que entra por la puerta lo dejo pasar, para poder subir a la comodidad de la cama.
- me pasa cuando gente detestable llega a irrumpir mi sueño – le respondo sacándole la lengua.
Él no me ve. Sigue su camino mientras yo lo sigo por detrás.
- son casi las tres de la tarde – se gira y me mira cruzado de brazos haciendo que me detenga abruptamente para no chocar con él – por lo general las personas se despiertan temprano para hacer sus actividades.
- por lo general las personas duermen hasta tarde un viernes de vacaciones – lo esquivo, necesitaba llenar con algo mi estómago para no morir desmayada.
Camino a la cocina pensando que Isaac me va a ignorar y va a ir a buscar a Aksel, pero otra vez me equivoco, él me sigue hasta la cocina y detalla cada uno de mis movimientos haciendo que me ponga nerviosa.
Odio que la gente me mire por mucho rato, me puede dar mal de ojo.
- ¿se te perdió algo? – lo enfrento mientras intento tomar un plato para mi cereal.
- tu hermano – dice, haciendo que me gire.
Quería borrarle la sonrisa de su cara.
- hermanastro – corrijo.
- es lo mismo – se encoje de hombros.
No, no lo era. Pero no estaba discutiendo con el de eso, tenía cosas más importantes que hacer como tomar el maldito plato de la alacena y llenar mi hambriento estómago.
Intento alcanzarlo, pero está demasiado alto y tengo que pararme en puntillas para sentir el plato. A mi espalda él se ríe.
- ¿problemas? – pregunta.
Lo ignoro, porque a simple vista se nota que tengo problemas para tomar un maldito plato.
- puedo sola – gruño molesta cuando veo la intensión que tiene de ayudarme – veta a buscar a mi hermanastro – hago énfasis en la última palabra.
No dice nada, pero escucho sus pasos alejarse de mí. Al mismo tiempo que logro tomar el palto.
- sí – digo feliz – ¡maldito sea! – maldigo lo suficientemente alto para que todos los de la casa escucharan,
Mi felicidad se va cuando me resbaló y el plato cae de mis manos, retrocedo lo más rápido que puedo para que los vidrios no se incrusten en mis pies descalzos.
- todo por no querer mi ayuda – Isaac entra a la cocina nuevamente con una sonrisa de oreja a oreja burlándose del desastre que hice.
Debí aceptar su ayuda.
Me digo a mi misma, porque este desastre se pudo evitar.
- cállate – hablo enojada.
El sigue con su sonrisa, camina hacía y me aparta. Se estira y con facilidad tomo un plato junto con un vaso para después ponerlos en mis manos.
- no los rompas – me advierte antes de caminar hasta el área de limpieza y tomar una escoba junto a un recogedor.
Limpia mi desastre mientras yo lo observo con el ceño fruncido.
- yo lo iba hacer – murmuro.
Isaac niega y señala mis pies.
- no me iba hacer daño.
- ¿segura? – inquiere, camino a la isla donde me siento esperando que él termine – de nada – dice antes de guardar las cosas en su lugar.
- no dije nada – lo miró y él se ríe.
Antes de que se vaya vuelvo hablar.
- gracias – digo para que no piense que no tengo educación.
- no fue difícil, ¿verdad? – me quedo muda y veo cómo sale de la cocina dejándome con ganas de lanzarle el vaso en la cabeza
No es mi culpa que las cosas estén demasiado altas. Deberían reorganizar todo para que las cosas estén al alcance de todos.