Me está costando mucho respirar, y me duele el pecho. Quiero devorar todo lo que encuentro a mi paso. Una parte de mí quiere llorar, pero soy un adulto, no tengo tiempo para eso, y además ya no sé cómo hacerlo. Me duele tanto todo, que ni siquiera sé qué es lo que me duele.
Compré unos aretes lindos que hacía mucho quería. También saqué a mi hermana y a mi hija a comer porque quería invitarlas. Ahora siento culpa por haberme comprado algo de ropa y esos aretes. Tal vez no debí hacerlo; fue imprudente de mi parte. Si no lo hubiera hecho, ahora tendría un poco más de dinero para pagar una cuota de la computadora. No es mucho, y sé que nadie me dirá nada, pero no puedo dejar de pensar que no debí comprarlo. Me repito que no debo sentir culpa, que trabajo y me lo merezco, que también puedo tener cosas bonitas. Que puedo comprarme una camiseta de vez en cuando. Pero eso no evita que le siga dando vueltas al asunto y que me diga a mí misma que no lo valía.
El dolor en el estómago solo se calma cuando como algo, pero ya estoy llena. Comer más me hará sentir ganas de vomitar, aunque sé que no podré. El oxígeno no llega a mis pulmones tan rápido como debería. Quiero salir corriendo, escapar lejos de todo, pero mi cuerpo me duele cada vez que intento moverme. Sé que merezco salir de vez en cuando, pero también siento que no merezco nada.
No sé qué es lo que tengo, solo sé que quiero gritar, quiero llorar, quiero que todo sea más fácil. Quiero saber si lo estoy haciendo bien, porque mi madre y mi hermana a veces me dicen que no hago nada bien. Quiero que este nudo en la garganta desaparezca cuando trago, y no sentir que me ahogo en la nada. A veces siento como si estuviera viendo todo desde fuera de mi cuerpo, como si nada de lo que me pasa fuera real, como si mis emociones se estuvieran apagando lentamente. Me siento como un desperdicio de oxígeno.
De no ser porque sé que mi hija, al ser pequeña, literalmente necesita de mí para sobrevivir, no sé qué sería capaz de hacer. No sé si haría algo o si simplemente me tiraría en el mueble o en la cama, viendo la vida pasar.
¿Saben? Me inscribí en la universidad, aunque este semestre no pude matricularme. Mi madre dice que perdí tiempo y dinero. Tal vez tenga razón; quizás no debí haberlo intentado, si al final nadie en esta casa parece estar feliz con lo que decido.