Ya han pasado dos semanas y Lucía Fernanda, se encontraba en la cafetería de la universidad haciendo cola para comprar algo que le sirva de almuerzo, porque no tenía tiempo para ir al restaurante de la esquina, ya que tenía mucho trabajo que hacer en la biblioteca con sus compañeros. Ya se había puesto al día con las clases y trabajos retrasados que debía, por lo del accidente, todavía llevaba el yeso en el brazo y tenía que valerse de su mejor amigo Javier, para que le escribiera todo en sus libretas.
Había llegado a la barra de la cafetería, esperando que le entregaran el pedido, cuando vio al doctor Montemayor alias “docente atropellador” llegar a la cafetería y se hacía en la cola, a cinco personas de donde estaba ella. La verdad era que solo se veían en el salón, cuando le tocaba dar las clases que correspondía y vaya que era un buen profesor, a pesar de todo; no había tenido problemas con él en clases, porque ella era muy aplicada y por eso le entendía muy bien, pero cuando lo veía, su corazón latía muy apresuradamente. Él sólo la llamaba “señorita Benavides”. La empleada de la cafetería le entrega su pedido que consta de café en leche, ensalada de frutas y una empanada de carne, tomó su bandeja y se fue hacia las mesas que estaban a un lado y se sentó en una de dos puestos. Mordió su empanada y tomó un trago de su café, cuando levanta la vista a mirar a su alrededor encuentra que el profesor la está mirando fijamente, traga con dificultad porque siente que se atraganta, tose un poco y siente que alguien se sienta en frente de ella y es su mejor amigo Javier.
- ¡ay Fer, menos mal que te encuentro! – le dice tomando un pedazo de manzana verde del plato de ella.
- ¡oye, ese es mi almuerzo! – lo regaña ella y él ríe a carcajada.
- yo no he podido almorzar, por estar terminando la cartelera para la exhibición de mañana, oye, no te he visto ayudar. – le guiña el ojo.
- si serás bobo, sabes que no puedo usar el brazo derecho y con la izquierda no se hacer nada – lo mira enojada, él se sigue riendo de ella – ¡para de reírte de mí, estúpido!
- no me estoy burlando de ti, amiga; es que solo a ti se te ocurre atravesarte delante de un coche en el parqueadero. – le dice ya dejando de reírse.
- lo sé, es que todavía me siento furiosa con “ese” cuando lo veo, me dan ganas de golpearlo – dice bajando la voz un poco para que nadie los escuche.
- de verdad, ¿quiere golpearme, señorita Benavides?
- ¡hijuepucha! – se sobresalta y con el movimiento derrama el café en la mesa - ¡mira tú! Se me derramó, por su culpa.
- ahora también tengo la culpa que hayas votado el café- dice Roberto y Javier se está toteando de la risa por el descuido de su amiga.
- usted está escuchando conversaciones ajenas, “profesor” – remarca la última palabra como tratando de ofenderlo.
- no estaba escuchando, solo pasaba por aquí – respondió Roberto y me acerqué para saludar, hola González - y saluda a Javier.
- profesor, ¿Cómo está? – responde Javier.
- bien, gracias; he estado pensando sobre la exhibición de mañana – expresa Roberto a los dos – tienen que incluir todos los implementos que se utilizan para realizar pruebas clínicas en tamaño real – mira directamente a Luisa Fernanda y son muchos elementos – mete la mano en el maletín y saca un papel y se lo entrega a ella – deben ponerse las pilas a trabajar, soy muy estricto en la puntualidad. Cierra el maletín y comienza a caminar hacia los parqueaderos – adiós, chicos. ¡que les rinda! – y se marchó.
- ¡pero que se cree este! ¿Cómo vamos hacer todo esto, si yo no puedo utilizar la mano derecha? Todo por culpa suya. – dice Fer con furia. Lo hizo a propósito.
- vamos Fer, tenemos que avisarles a los otros, podemos dividir el trabajo, cada quien hace una parte y así podemos avanzar – expresa Javier.
- Javi es buena idea, miremos los implementos a ver si puedo hacer algunos, le puedo decir a Sofi y a Andrés si me pueden ayudar hacerlos – leen la lista y señala los que podría hacer ella en casa, luego los anota en su libreta y toma la bandeja y vota el contenido y la deja en la mesa –vámonos a darles la mala noticia a los compañeros. – se dirigen al salón para hablar con sus compañeros de grupo. – sabes Javi, ya comenzó la guerra con “este” le vamos a demostrar que le cumpliremos con todo lo que nos ponga y ya verás que me voy a desquitar por este exceso de trabajo.