Roberto estaba desesperado, porque no habían podido encontrar a sus hijos, no sabía qué hacer, porque ya la policía estaba buscando, pero no había resultado en la búsqueda, se sentía con una opresión en el pecho que no lo dejaba respirar bien, sintió una mano en el hombre y volvió la cabeza, para encontrar a su hermana que le daba un fuerte abrazo.
- cálmate, hermano – le daba masajes en la espalda y le decía – inhala, exhala, inhala, exhala, ya sabes los ejercicios de relajación. Además, vamos a encontrarlos, ¿vale? Ya pronto tendremos noticias de ellos. Roberto sintió que se relajaba, porque ya sentía que los pulmones estaban recibiendo el oxígeno que necesitaban. En ese momento tocaron el timbre y fueron hacia la puerta, una chica del servicio abrió y entró como una exhalación Jaqueline con una sonrisa en los labios, se lanzó hacia Roberto.
- mi amor, ¿Cómo estás? Te estuve llamando, pero se iba a buzón – lo abrazó y dándole un beso en la mejilla, continuó hablando – vengo para ver si salimos un rato, para festejar nuestro compromiso.
- ay Jaqueline, cállate de una vez – le gritó Ana – eres una mujer insensible, como se te ocurre que mi hermano va a salir contigo, sin haber aparecido sus hijos.
- ¡oye, no me grites! ¿Por qué me dices eso? ¿Qué ha pasado, mi amor? Dirige su mirada hacia Roberto.
- ¡mis hijos están perdidos! Desde anoche se fueron y no los hemos encontrado, ¡mira la hora que es!
- Cariño, ellos deben estar escondiéndose por ahí, así que no te preocupes, ya aparecerán. – y levantó los brazos para pasarlos por el cuello de Roberto le dijo - mientras tantos podemos ir a tomar alg… - Roberto no la dejó terminar
- es mejor que te vayas, voy a salir a buscar a “mis hijos” y que Dios quiera no les haya pasado nada malo – se quitó los brazos de la mujer y la empujó hacia la puerta despidiéndola sin contemplaciones. Él tomó sus llaves y subió a su coche y comenzó con su búsqueda otra vez.
Ya era pasado medio día del veinticinco de diciembre y nada que aparecían los niños y todos en la casa estaban nerviosos y preocupados y Roberto no regresaba todavía, la policía había llamado que habían encontrado a un par de niños con sus características y los llevaron a la casa, pero era una falsa alarma, hay que los niños en cuestión eran de más edad, así que estaban en las mismas.
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En la casa de la familia Benavides, la señora Yolanda estaba en la habitación de Lucía Fernanda, mirando a los niños que se habían vuelto a dormir, porque se encontraban con un poco de fiebre, parece que se han resfriado por el frío de la noche; así que ella les dio jarabe para la fiebre y ya estaban más frescos. Los hermanos de Fer le dijeron que debían llamar a la policía para avisar que se habían encontrado unos niños que posiblemente se escaparon de la casa, pero ella no quiso, quería sacarles la verdad a los niños, por eso estaba al pendiente de ellos.
Cuando se levantaron, ya eran las cuatro y media de la tarde, los hizo darse una ducha y los vistió, luego los sentó en su cama y les dijo:
- bueno, chicos… quiero que confíen en mí, ¿vale? Cualquier cosa que pase de ahora en adelante, seremos amigos – los abrazó cuando se sentó en medio de cada uno de ellos – ahora bien, quiero que me digan ¿Dónde viven? ¿Cómo se llaman sus padres?
- ssolo… tenemos papá – dijo nervioso Daniel - pero él va a casarse con una mujer horrible y mala, nos trata mal, nos jalonea y dice que… - hizo una pausa y siguió – nos van a mandar a un inter… inter…
- ¿internado? Pregunta Fer
- eso, internado – asintió Daniel – pero papá no cree que ella hiciera eso, anoche él le dio un anillo de compromiso – levantó la mirada hacia Fer – no sé qué quiere decir eso.
- eso quiere decir que es cierto que se va a casar y que con ese anillo le está diciendo que pronto lo harán.
- no queremos volver, Fer – habló Angie – ella de verdad es mala.
- ok, mis amores, pero su papá debe saber que ustedes están bien, ¿sí? Porque debe estar preocupado.
- y mi tía Ana también debe estar preocupado – expuso Angie.
- se dice preocupada cuando se aplica a una mujer, ¿vale? ¿Me pueden dar el número de teléfono de su papá o de su tía? – ella vio la duda en la cara de los niños, ellos se miraron y asintieron. Buscaron en el morral y sacaron una libreta, donde encontraron el número y se lo dieron a Fer - ¿Cómo se llama su papá? – preguntó ella mientras marcaba el número en su celular.
- ¡Roberto Montemayor! Respondieron los dos al tiempo.
- ¡qué!... ¿qué? – gritó y Abrió los ojos como platos. No puede ser, ¿cómo es posible que esos hermosos niños sean de él?
- ¿lo conoces? Preguntaron los niños.
- sí, parece que sí – pero que mala racha tengo, ¡Dios mío! – piensa Fer.
- ¿Qué pasó, mija? Entró corriendo su mamá - ¿Por qué gritaste así?
- ay, mami, son los hijos del doctor Montemayor.
- ¡no puede ser! ¿de verdad? La señora Yolanda quedó impresionada. – casualidades del destino. Sonrío la señora. – ¿lo vas a llamar?, si quieres yo lo llamo.