Sakdras le había perforado el vientre a Pandora, el rostro de Eira se llenó de impresión he ira, explotó al ver la crueldad con la que su hermano actuaba.
—Estaba esperando un hijo tuyo…y aun así…eres un maldito ¡eres un desgraciado! —Eira se abalanzó contra Sakdras, el rey impostor saltó desde la muralla aterrizando frente a su hermano, la batalla entre ellos era inevitable, la pelea solo se terminaría hasta que uno de los dos muriera.
Las cosas dentro del castillo no estaban mejor, había toda una revuelta por el desconcierto del regreso de Eira al inframundo, el reino estaba dividió, entre los que apoyaban al nuevo rey y los que le eran fieles a Eira.
Medea se había encargado de que el hijo de Pandora estuviera a salvo, es verdad que el pequeño príncipe corría peligro, pues los enemigos de su padre no dudarían en borrar su decendencia, pero un ejército capacitado se quedó a su resguardo junto a las nanas que lo atendían, pues aun era un niño pequeño.
—¡Asegúrense de no dejar con vida a los traidores! —gritaba Medea mientras empuñaba su espada, estaba vestida con una armadura plateada, su hermoso cabello se ondeaba con el viento, ella era ágil y buena en el combate, a pesar de haber estado mucho tiempo encerrada, su cuerpo y su mente recordaban como moverse en la batalla.
La gente la admiraba porque ella no era como las otras princesas, si no que se Valia por ella misma, era fuerte, independiente, inteligente, capaz de gobernar y dirigir a su pueblo en la batalla.
—¡Cuidado princesa! —grito uno de los soldados al ver como uno de los guerreros demoniacos tenía la intención de cortarle la cabeza, pero Medea se agacho con rapidez y le perforó el estómago dejándolo muerto.
Algunos soldados pensaban en ir al aren y asesinar a las concubinas de Sakdras, pues no querían que nada de lo que ese traidor había tocado permaneciera en el reinado del verdadero rey, pero Medea se los impidió.
Ellos ya habían irrumpido en el aren con violencia, las concubinas que eran unas seiscientas en total estaban aterradas, pensaban que sus vidas habían llegado a su final, al percatarse de esto, Medea se interpuso, su carácter era muy fuerte y al contar con el respeto de todos, nadie empuñó su espada contra ellas.
—Solo necesitamos una orden suya princesa heredera y ninguna de estas mujeres quedará con vida. —decían ellos con celo.
—Ninguna de ellas va a morir este día, recuerden que a la mayoría Sakdras las tomó por la fuerza, serán juzgadas y sustituidas si el rey así lo quiere, por lo pronto nadie se atreva a ponerles un dedo encima.
—Pero…
—Si veo que tienen un solo rasguño, a ustedes les arrancaré la piel ¿entendido? —la mirada de Medea era profunda y afilada, como una felina que rugía con ganas de despedazar.
—Como usted ordene princesa. —dijeron todos al unisonó.
—Gracias princesa….
—Gracias majestad… —pronunciaron ellas llenas de gratitud, Medea solo las miro de re ojo y ordeno que las protegieran otro grupo de soldados advirtiéndoles que si les ponían un dedo encima morirían, así fue como las protegió.
Ninguna princesa, reina o interés amoroso del emperador quería con vida a las concubinas del rey, eran eternas enemigas, pero Medea era diferente, no es que las quisiera, pues al final eran un problema para su decendencia y su supervivencia como mujer del rey, porque todas competían por ser la única mujer del gobernante, pero Medea tenia un sentido de justica muy grande, su sabiduría he inteligencia eran sus adornos reales.
Ella poseía el respaldo de los súbditos, no por imposición, si no porque su respeto se lo había ganado por su comportamiento, lo contrario de Pandora, quien era despreciada incluso por el mismo Sakdras, la llamaban, mujer de remplazo o reina sin corona, traidora y mujerzuela, nadie la apreciaba por que, por su culpa, el reino había caído en manos de un tirano.
El destino de Pandora era la muerte y nadie podía intervenir en eso, ni siquiera el propio Eira.
Medea continúo haciéndose paso, luchando con fiereza contra todo aquel que se interponía en su amino, la llamaban princesa guerrera, la belleza que decapitaba con la espada.
—Espera Eira, pronto llegaremos y pelearemos a tu lado… —se decía Medea mientras luchaba.
Por otro lado, Lía por fin se encontraba en el campo de batalla, sabia que esta pelea no le incumbía y que era Eira quien debía librarla, así que no interferiría en este combate, pero mantendría a raya a todo aquel que quisiera interferir en esto, así que una vez que plantó los pies en la tierra, su mirada ardiente anunciaba el trágico final que tendría cualquiera que se atreviera a intervenir.
—Tu puedes Eira, demuestra quien es el verdadero Rey.
Eira y Sakdras se enfrentaban con tal violencia que todo el inframundo se sacudía, cada golpe era mortal y con la intención de asesinar al otro.
—¡Estás decidido a matarme! ¿te molestó ver como asesinaba a esa zorra? Jaja, es una lástima que no pudiste hacer nada al respecto. —le dijo Sakdras mirándolo con un profundo odio.
—¡Te arrancaré la cabeza bastardo! —gritó Eira enardecido.
¿Enserio crees que podrás asesinarme? Tengo a muchos de mi lado, he comprado la lealtad de todos los que te adoraban, no existe ni un solo súbdito que te respete, todos saben que yo soy su rey. —exclamó Sakdras mientras le hería el brazo a Eira.
—Si tanto te aclaman ¿Por qué nadie ha obedecido tus ordenes de atacarme? Tu ejército contempla nuestra pelea, saben que eres un impostor, un ladrón que tiene el tiempo contado. —manifestó Eira quien golpeó su estomago tan fuerte que lo mandó a volar azotándolo contra las paredes del castillo.
Sakdras enfureció con las palabras de Eira y lleno de ira le ordenó a su ejercito infernal que atacará a Eira y lo despedazaran, inclinó su cuerpo un poco y en un conjuro llamó a los demonios del vacío.
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Editado: 11.03.2024