Esta era la oportunidad perfecta para que Lía pudiera demostrar su vida en el inframundo, sus hazañas, esas grandes victorias que a los oyentes les costaba tanto creer y es que no era para menos, la fuerza y el poder de Lía eran algo descomunal, así que cerró los ojos y todos guardaron silencio, algunos curiosos con lo que pudiera pasar, incrédulos y hasta burlones, pensaban que Lía era una bruja más, hasta que les demostró todo lo contario.
El hechizo de manifestación consistía en proyectar sus recuerdos en sus mentes, era un hechizo complicado, pues tenía que conectarse a la mente de cada uno de ellos para poder plasmar su pasado.
—Por favor todos cierren sus ojos, traten de poner su mente en blanco, si no lo hacen, no podrán ver nada. —les dijo Lía con su voz suabe.
—¿Esto no dolerá verdad? —preguntó Sefora algo temerosa.
—No, será indoloro, solo sentirán que están teniendo una especie de visión o recuerdo vivido.
—Vaya, esto si que es excitante, tan emocionante que me brinca el corazón, —exclamó Minerva.
—Comenzaré el hechizo ahora.
De pronto, un frio descomunal y un ambiente lleno de peligro y desesperanza alertó todos los sentidos de los comensales, al abrir sus ojos, se dieron cuenta de que habían sido trasladados a los recuerdos de Lía, seguían sentados en aquel gigantesco comedor, desconcertados por lo real que se veía todo.
Lía no hablaba, tenía que permanecer concentrada, con los ojos cerrados y en una quietud imperturbable.
—¿Qué demonios es este lugar? —se preguntaron todos al ver el caos que los rodeaba, la tierra parecía inevitable, el frio era insoportable y el aire era una tortura para los pulmones.
Todo estaba sumergido en una completa oscuridad, penumbras y nada más que penumbras, los lamentos de los descarnados y almas sin pena les erizaban la piel, poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad y cuando vieron todos los horrores que ahí había comenzaron a llenarse de miedo y terror.
—Esto es un desastre…. —susurró Medea impactada al ver a todos los seres de ultra tumba vagando sin control, llenos de ira, maldad y perversión.
Todos sabían que cuando Eira partió, todo se había derrumbado, pero no sabían hasta que punto había llegado la tragedia, literalmente parecía el fin del mundo, o lo que había quedado de el.
—Esto es aberrante… no quiero mirar más… —exclamó Sefora entre lágrimas.
De pronto, se transportaron al abismo, el lugar más escalofriante y aterrador del inframundo, el lugar donde se encontraban encadenados los espíritus malignos más atroces y ancestrales, el lugar donde lía lucho días y noches cuando apenas era una niña, todos podían ser espectadores de los horrores que había vivido aquella pequeña.
—¡Mamá! ¡ayúdame! ¡sácame de aquí! ¡por favor! ¡mamá! —La voz de Lía quebrantaba el corazón de Eira, esa niña solo tenía diez años y ya era atormentada por el infierno, el llanto y los gritos de Lía estremecían a todos los presentes.
—¿Cómo esa mujer puede tener un carácter tan dócil si vivió todas estas torturas? —se preguntaba Medea asombrada.
Todos pudieron presenciar las muchas veces que Lía casi pierde la vida, sus batallas más sangrientas épicas y llenas de soledad.
—¡Lía! ¡Lía! —los gritos desgarradores de Lilith cuando su niña se encontraba sola enfrentando a legiones enteras de demonios, la llenaban de frustración, era maltratada, su magia tubo que crecer, volverse tan fuerte como para poder sobrevivir, ninguna de ellas podía contar las veces que Lilith tubo que reanimar a Lía, por que por el miedo se le detenía el corazón, escapándose de la muerte una y otra vez.
—¿Cómo es posible? ¿Cómo es que esa niña se enfrentaba a esas criaturas sola? —Megora, Hildan, Amadeus, Magora, todos ellos estaban estupefactos, nunca habían visto nada parecido.
—Lilith…tengo miedo…—Ya no llore mi niña, cierre los ojos, aquí no podrán lastimarla.
Lilith decía esto, porque ella y Lía estaban escondidas en una cueva, una angosta abertura que las cubría de los descarnados que acosaban a Lía para poseerla, no la dejaban dormir, intentaban que los mirara a los ojos para poder poseer su cuerpo y devorar su alma.
—Vamos niña, ven a jugar con nosotros, es muy divertido.
—¿Extrañas a tu mamá? Nosotros podemos llevarte con ella.
—Que bien hueles humana, déjanos comernos tus pies, solo danos un dedo, morimos de hambre.
—¡Sal de ahí maldita mocosa! ¡nadie te quiere! ¡tu madre te abandono! ¡bruja! ¡quemen a la bruja! ¡pecadora!
Siempre era lo mismo, aveces Lía estaba tan cansada que tenia la mirada perdida, lloraba, tenia depresión, se enojaba y le hacia rabietas a Lilith, para su loba blanca fue un sufrimiento verla crecer en esas horribles condiciones, pasaron muchos días amargos.
—Lilith... ¿mi mamá si me quiere? ¿Si supiera que voy a morir vendría a buscarme? —le decía Lía, en una ocasión donde estaba muy mal herida debido a una batalla en la que ella sola enfrentó a setecientos demonios de grado especial, su cuerpo no le respondía, estaba tan agotada que sentía que iba a morir.
—Claro que la ama, estoy segura de que siempre piensa en usted, por favor no se muera.
—Estoy cansada…tengo ganas de una muñeca Lilith, si sobrevivo ¿puedes jugar conmigo a la mamá?
—Si…
Al recordar todo esto, Lilith no puedo evitar quebrantarse y cuando Eira volteó a mirar a Lía, las lagrimas le rodaban por sus blancas mejillas, en ese momento, Eira deseo protegerla con su vida, algo había pasado en su corazón y sabía que él había para cuidarla.
Vinland también sintió pena en su corazón por su dulce ama, como le hubiera gustado estar ahí para protegerla y más admiración creció en su corazón por ella, y también por Lilith, ahora entendía por que aquella loba blanca amaba tanto a su niña, al fin y al cabo, ella la crio, y fue su madre durante esos quince años.
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Editado: 11.03.2024