Esa noche le pareció tortuosa al príncipe de los vampiros, dejar ir a la mujer que amaba era igual que permitir que lo mataran lentamente, el deseo de detenerla y pedirle que se quedara con él era tan persistente que por un momento pensó en decirle todo lo que sentía por ella, prometerle la luna y las estrellas y todo lo que ella quisiera, pero no lo hizo, sabía que sería un acto muy egoísta tratar de retenerla en un momento como ese.
—¿Ya estás lista? —le preguntó Emir con una sonrisa forzada, pues no quería dejar al descubierto sus sentimientos.
Lía era como una flor nocturna, que detonaba un deseo de cortarla de raíz para poseerla, pero te carcomía la culpa al saber que una vez que la arrancaras de su jardín, se marchitaría para siempre.
Cuantas ganas tenía Emir de abrazarla, de besarla y escuchar de las palabras de su amada que regresaría pronto para verlo solo a él, sin pensarlo, su boca lo traicionó, pues se juraba no decir nada más que “ten un buen viaje”
—Te extrañaré, espero que cuando nos volvamos a ver, podamos ser amigos también. —Mientras él y Lía se abrazaban fuertemente Emir le susurró al oído. —No importa cuantos años pasen, aun si es una eternidad…aun así, seguirás siendo mi persona favorita. —después de decirle esto, le besó la mejilla dejando a Lía sorprendida.
—Príncipe… —ella le pidió perdón por marcharse de esa manera, como una ladrona en medio de la noche, Emir la vio partir, la ausencia de Lía le dejó una herida en el corazón.
—No, perdóname tú por ser tan cobarde…por no tener el valor de decirte lo que en realidad siento, por mantenerte como un secreto y pensar tanto en el que dirán…—se dijo Emir absorto en sus pensamientos, él decía esto porque sabía que si le decía a Valeska lo que sentía por ella terminaría de decirle lo que ya sabía, que esa relación era algo simplemente imposible, un dios y una huma, un príncipe y una bruja, eso era algo deshonroso para su linaje y estatus, pero él la amaba, Emir se llenaba de deseo por aquella mujer que se le iba como agua entre los dedos.
Lo que el príncipe no sabía es que el rey también estaba lidiando con el mismo problema, el duelo de ver partir a la mujer que amaba, aun no eran conscientes del vinculo que los obligaba a anhelar tan fuertemente aquella pelirroja.
En el aren se murmuraban todo tipo de cosas, la alegría de que la bruja de la invocación se había marchado tenía a todas con una sonrisa en el rostro.
—Por fin se ha marchado la humana, escuché que el príncipe y el señor Leonardo fueron a despedirla. —dijo Caristonia una de las concubinas de Emir.
—¿Por qué el príncipe se tomaría la molestia de despedirla? Es tan fastidioso compartirlo con alguien tan inferior como ella, no importa que sea una bruja, sigue siendo vulgar, seguro que todo lo que se cuenta de ella es una exageración. —añadió Pharita con molestia.
—Debe ser por mera gratitud, nuestro príncipe es un hombre de principios, educado y tiene que seguir los protocolos, al final, esa mujer fue quien venció a Bitchancy, pero escuché que no es ni la mitad de bonita que cualquiera de nosotras. —manifestó Darina tratando de ocultar sus celos, ninguna admitía que se sentía insegura por casusa de Lía.
—¿Entonces como explican que él rey y el príncipe se encuentren en ese estado desde que la humana se fue? Se dice que el rey no sale de sus aposentos y no ha mandado a llamar ninguna de las concubinas del sector de su majestad, ni siquiera a Freya que es la favorita del rey, dicen que el señor lamenta su partida. —externó Emma con seriedad.
—Yo también escuché que nuestro rey no ha tocado hace meses a sus mujeres… —exclamó Blaine con pesar.
—A nosotras tampoco nos han mandado llamar y eso que somos las más solicitadas por el príncipe, incluso Magnolia sigue en espera, la pobre no ha dejado de llorar desde que el príncipe canceló su encuentro, esta sería la tercera vez que la deja plantada. —añadió Delphi con desanimo.
Estas eran las seis concubinas del sector del aren del príncipe Emir más importantes, la que ocupaba el lugar de honor era Magnolia, después estaba Darina, Emma, Pharita, Caristina, Delphi, y Blaine, hermosas vampiresas de belleza exquisita que estaban al servicio del placer y el entretenimiento del rey, debajo de ellas, había mil quinientas mujeres más que luchaban incansablemente por obtener uno de esos siete lugares y ganarse el corazón del príncipe, la competencia en cualquiera de los dos aren, era simplemente agitadora para las mujeres que lo habitaban, pues muy seguido llegaban nuevas aspirantes, nuevas rivales para hacer sus sueños realidad.
—Si soy un dios… ¿Por qué me siento tan miserable? A nada le encuentro gracia ni sentido, es como si se me hubiera salido el corazón, no, es como si me lo hubiesen arrancado, el amor duele más de lo que se disfruta, ni siquiera se si soy correspondido y ya puse todas mis esperanzas en una promesa vacía, aunque sienta que me caigo a pedazos, no debería permanecer sumergido en mi desgracia, si no hago algo para despejar mi mente, entonces si moriré. —se decía esto el príncipe mientras caminaba con nostalgia entre sus jardines.
—¿Cómo es que ya no les encuentro tanta belleza? Quisiera arrancarlas a todas y así quizá su recuerdo no me dolerá tanto.
Los rumores de que el rey estaba encerrado en sus aposentos alarmaron a Emir, quien se vio obligado a abandonar su tristeza para tratar de seguir adelante, al menos buscó adormecer su dolor para poder cumplir con sus deberes.
—¿Su majestad aun no sale de sus aposentos? —les preguntó Emir a los guardias que cuidaban la primera puerta para acceder a la habitación del rey.
—Príncipe, el rey se niega a recibir visitas, ya hemos tratado de hablar con él, pero siempre nos rechaza.
—¿Cómo es que se escuchan ruidos desde su alcoba como si estuviera con alguna mujer?
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Editado: 11.03.2024