Víctor estuvo alerta, vigilando toda la noche para que el enemigo no saqueara San Bernardino, nadie prendió fuego esa noche, no había luces en el pueblo, su héroe valeroso se mantenía totalmente concentrado, listo para enfrentarse a sus adversarios, para su suerte, los soldados de los dioses gemelos no llegaron hasta ellos, habían recibido la orden de retirarse y llevar todo el botín al reino, donde sería escogido para su utilidad.
A la mañana siguiente, Víctor le avisó al pueblo que estaban fuera de peligro, y todos descansaron, Elena abrazó a su esposo aliviada de que no se enfrentara a esos monstruos, ella tenía el cabello blanco y sus ojos eran grises, tenía alrededor de unos cuarenta años y era muy bella, a pesar de su aspecto desaliñado, se veía hermosa.
Enfrentarse el solo a todos esos soldados seguro terminaría en una tragedia, pues, aunque Víctor era un vampiro, solo tenía súper fuerza, no todos poseían poderes sobre naturales, aquellos vampiros de habilidades especiales eran reclutados para servirle a los dioses con su poder.
—Te vez hambriento cariño, tal vez deberías ir a cazar. —le dijo Elena mirándolo con preocupación.
—No quiero irme todavía, podrían aparecer en cualquier momento. —exclamó Víctor con seriedad.
—Tu mismo dijiste que estábamos a salvo, si hubiesen querido atacarnos lo hubieran hecho hace mucho, seguro que no se dieron cuenta de nuestra existencia, para nuestra suerte, estamos ocultos en el bosque, además se nota que estas muriéndote de hambre. —le dijo su esposa con una sonrisa cariñosa.
—Es verdad, cazaré cerca de aquí, cualquier anomalía toquen la trompeta, enseguida llegaré a protegerlos.
—Vete tranquilo mi vida, todo estará bien.
Víctor se despidió de su esposa y se fue al interior del bosque a cazar, se estaba sintiendo muy débil ya que hacia varios días que no se alimentaba y corría el riesgo de caer en la tentación de atacar a sus seres queridos.
—Detesto el sabor de la sangre de los animales, tan solo de recordarlo me dan ganas de vomitar.
Víctor no puedo evitar pensar en su hija y lo feliz que estaba de que hubiese conocido Alejandro, él era un hombre hecho y derecho para Víctor, tanto amó a Ginebra que lo dejó todo por ella, abandonó su trono y se sometió a la abstinencia por vivir una vida normal a su lado, sabía que un hombre de verdad debía ser capaz de sacrificar y defender a su familia.
—Quien diría que mi yerno sería una inspiración para mí, el monstruo del pantano de Nil se convirtió en el héroe que este mundo necesitaba.
Víctor era consciente de lo que Alejandro había construido, todo ese poder a base de esfuerzo y sacrificio, durante sus viajes escuchó sobre los cazadores y como gracias a ellos el mundo tenía a alguien que lo defendiera de la tiranía de los seres sobrenaturales, también guardaba un profundo dolor en el corazón, pues, así como sabía de Alejandro, había visto con sus propios ojos en lo que se habían convertido sus nietos y todo el sufrimiento que en su nombre se estaba ocasionado.
—¿Qué pensaran ellos de sus hijos? Si a mí me duele el alma al saber lo que son…Ginebra y Alejandro deben estarce muriendo en vida.
Mientras tanto, Magnolia, Lucia y Babani se encontraban perdidas, hacia mucho que ya no reconocían el camino y estaban a la deriva.
—Estoy harta, hemos caminado demasiado ¿segura de que nos estas guiando por el camino correcto abuela? —le preguntó Lucia emberrinchada, estaban cansadas y tenían mucha hambre.
—Puede que nos hayamos perdido un poco jeje. —exclamó Babani avergonzada.
—¿Qué? ¿Cuánto nos hemos desviado? —preguntó Magnolia enfadada.
—No se enoje conmigo, se supone que ella también ha visitado el hogar de los cazadores, además ya soy una mujer de edad, me falla la memoria de repente, pero no se preocupen, usaré un hechizo para ubicarnos de nuevo ¿de acuerdo? —manifestó Babani mientras trataba de recordar el hechizo.
—No puede ser ¿ya lo olvidaste abuela? —le preguntó Magnolia apunto de perder la paciencia.
—Creo que eres una bruja de dudosa procedencia, pudiste habernos dicho que no sabias por donde íbamos y nos habríamos ahorrado tantos días de viaje. —externó Lucia con sus brazos cruzados.
—Abuela debiste haberme avisado que tenias demencia. —murmuró Magnolia mirándola feo.
—¡Dejen de presionarme! Me estoy muriendo de hambre, si llenara mi estomago no estaría pasando por esto. —de pronto, el estomago de Babani rugió como un león y se tiró al suelo.
—Como quisiera comerme uno de los guisados que hacia mi madre o los dulces que me preparaba Laila, eran tan deliciosos y… —de pronto, un nudo en la garganta se le formó a Lucia, no había tenido tiempo de procesar aquella perdida.
—Ya dejen de quejarse, yo ya no tengo reservas de sangre, ustedes están en peligro.
—¿Qué fue lo que dijo? —Babani tragó saliva, sabía que un vampiro hambriento era sumamente incontrolable y peligroso, se volvían como animales.
—Debemos encontrar un lugar donde descansar y humanos de los que pueda alimentarme, si no seré una amenaza para sus vidas.
—¿Piensa matar para alimentarse? —le preguntó Lucia preocupada, normal mente ella sería una mujer egoísta que solo pensaría en su propio bienestar, pero por alguna razón, no le parecía correcto asesinar apersonas inocentes solo para que Magnolia saciara su sed.
—No tengo opción, necesito comer, no pienso someterme a la abstinencia hasta llegar al hogar de los cazadores, no tienen idea del monstruo en el que me puedo convertir.
—¿Qué tal si intenta alimentarse de animales? Sería una buena idea para que no tenga impulsos de asesinarnos jeje, mírelo de esta forma, sería el veganismo de los vampiros ¿o sería convertirse al vegetalismo? —esto propuso Babani para intentar salvar su pellejo.
—O quizá debería alimentarme de ustedes cada que tenga ganas de un aperitivo.
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Editado: 11.03.2024