Ginebra y Alejandro estaban felices de tener a Emir con ellos, estaban agradecidos por como se habían dado las cosas, por supuesto que se habían mentalizado para nunca volver a verlo, pero sus corazones se rehusaban a resignarse, por que los padres jamás renuncian a sus hijos, en poco tiempo habían presenciado muchos milagros que les habían devuelto la esperanza, ver como la maldición de Babani se rompía por su acto de amor por Magnolia y verla a ella regresar de la muerte, les había alegrado la existencia, pero saber lo que había pasado Valeska, hacia que sus corazones se sintieran angustiados y un mal presentimiento comenzó acompañarlos, un mal presagio de un futuro siniestro y aterrador.
Así pasaron juntos algunos días, hablando y poniéndose al día con Emir, les contó muchas cosas que había atesorado en su corazón y sus padres se alegraron de saber que era querido y respetado por los vampiros y los seres sobre naturales, Alejandro y Ginebra no quisieron hablar mucho de lo que hacían, pues cuando se llegó a tocar el tema de que muchos cazadores perdían la vida enfrentándose a los seres sobrenaturales que los servían y que pasaban mucho tiempo reestableciendo y restaurando todo lo que su ejercito destruía, Emir se llenó de vergüenza, pues sabía que en esta historia, ellos eran los únicos culpables.
Reynar y Emir cabalgaban juntos y contaban experiencias similares que habían tenido con sus padres, por ejemplo lo estricto que podía ser Alejandro y lo consentidora que era Ginebra, era extraño que el príncipe de todo y el cazador más fuerte fuera hermanos, ambos se sentían incomodos con eso y no podían dejar de preguntarse en lo secreto de sus corazones si esto resultaría bien algún día, pues al final de todo, aunque fueran familia y la sangre los uniera, seguían siendo enemigos, por lo menos con el rey de todo Valeska.
—¿Cómo es la vida en el castillo? —le preguntó Reynar mientras cabalgaban juntos por la pradera.
—Es solitaria, jamás he sentido que pertenezco ahí, todo es frívolo y siniestro, lo único que tengo es a Valeska, pero ahora mismo lo desconozco, no se si el rey es mi hermano o un demonio. —expresó Emir con dolor en su corazón.
—¿Por qué sigues con él? Apoyándolo en todo lo que hace, puedo ver que no te gusta la violencia ni el conflicto, me ha sorprendido descubrir que eres más pacífico que nosotros.
—Quizá no lo entiendas, no espero que lo hagas, tampoco te pediré que lo perdones o a mí, pero…si lo abandono, si me alejo de él ¿Quién podrá ayudarlo? Debo encontrar la manera de salvarlo, debo saber si ese rey es mi hermano o la bruma que nos atormenta a todos.
—Tu mismo haz dicho que no quiere ser salvado. —le dijo Reynar parando a su caballo en seco.
—Si nuestro padre estuviese en el lugar de Valeska ¿lo abandonarías? ¿Dirías que es un monstruo y lo condenarías a muerte sin pensar que es tu padre?
Emir le preguntó esto mirándolo fijamente y Reynar se quedó callado.
—Es diferente. —murmuró pensativo.
—No lo es, yo amo a mi hermano, jamás lo abandonaría, prefiero morir a darle la espalda.
—¿Entonces apoyarás su genocidio? ¿sus asesinatos? ¿su violencia y su crueldad? Ha devastado naciones enteras, ha sometido a todos los seres sobrenaturales y a los que se rehúsan a servirle se convierten en prisioneros, esclavos que sufren por su látigo de tiranía, muchos seres sobrenaturales se han unido a nosotros rogando convertirse en cazadores para vengarse de él, raptan a los humanos para llevarlos a sus granjas y extraerles la sangre hasta que pierden la vida, dime ¿es verdad que tienen granjas humanas? ¿tu te alimentas de ellas? —Reynar comenzaba a exaltarse y bombardeaba a Emir con toda clase de preguntas difíciles.
Emir se quedó callado, no podía negra o afirmar nada, pero eso fue suficiente para Reynar.
—Creo que aunque llevemos la misma sangre, jamás podremos ser una familia normal, si nuestra gente se entera que recibimos a sus asesinos nos odiaran, nos tacharan de traidores, respondiendo mejor a tu pregunta anterior, mi padre jamás se convertiría en un monstruo como lo es Valeska, cuando supo lo peligroso que podía llegar a ser, renuncio a su poder y trató de cuidarlos a ustedes, fue el primer vampiro en someterse a la abstinencia, amó primero a su familia antes que a su imperio, ahora lo llaman traidor, su hijo mayor a quien tanto le llora, lo llamó así, estoy seguro que si lo tuviera en frente lo mataría.
—¡No digas eso! —exclamó Emir con el corazón acelerado.
—¿A caso me equivoco hermano? Tú lo sabes bien, se acerca la guerra, es inevitable, estamos listos para pelear por la libertad y deshacernos de su yugo asfixiante, Valeska vendrá por nosotros, después de él, somos los que tienen más poder he influenza, si nos conquista, conquista a toda la humanidad, si desaparecen los cazadores, el mundo entero estará en sus manos ¿crees que me tentaré el corazón si intenta levantar la mano contra nuestros padres? ¿piensas que él dejara que el único hombre que se opone a su tiranía se siga fortaleciendo? Abre los ojos…algún día todo esto pasará, yo lo sé, ojalá me equivoque, pero tu sabes que es una posibilidad.
—Ya basta Reynar…ya no quiero escuchar más. —le dijo Emir conteniendo las lágrimas.
—Estamos bajo una maldición…esta en nuestras manos romperla. —Reynar se fue dejando a Emir solo y lleno de pensamientos horribles, todo lo que dijo Reynar era verdad, lamentablemente, se acercaba la oscuridad, una penumbra que no descansaría hasta destruirlo todo.
Por otro lado, en las tierras altas en una cabaña alejada de la humanidad, se encontraban Lía y Eira junto a los demonios bélicos y Lilith junto a Vinland, estaban por partir a la ciudad de los cazadores, le había llegado un mensaje de Babani para que la fuera a buscar, quería que viera su verdadera forma y contarle todas sus aventuras, además de que tenía muchas ganas de verla y Lía se preparaba abrir un portal para dirigirse allá.
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Editado: 11.03.2024