Capítulo 1
Me bajo del bus que me ha traído desde la ciudad al pueblo, mi hermano espera por mi en el paradero y corre a ayudarme con mi bolso que está demasiado pesado, sonrío al ver al chico que hizo de mi educación media un caos, pues más celoso no podía ser y por ser un lugar pequeño todos nos conocíamos, de hecho, aquí también habita mi primer error, mi segunda colaboración y también, el chico que siempre tuvo mi corazón pero que siempre fue ajeno.
—¿Otra vez soñando?
—Creo —digo divertida, cruzamos la calle y vamos a su camioneta—. ¿Qué tal la familia?
—Mamá está enojada porque papá no quiso venir con ella, pero en realidad estamos con un caballo lastimado y alguno se tenía que quedar para recibir al veterinario.
—Claro —me monto en la Volkswagen Amarok gris que tanto nos costó comprar para papá, pues a él le cuesta desprenderse del dinero y todo lo ve como gasto innecesario cuando incluso es necesario—. ¿Qué más para contar?
—Nada, desde ayer no ha pasado nada.
—¿Mamá sigue enojada porque voy a trabajar?
—Nadie quiere que su hija haga de niñera todo un verano, menos cuando se trata de Graciela Frei, ella es la mujer más grosera del mundo.
—Creo que en Santiago mi profe la supera —digo sonriendo, amo a mi profesora de farmacología, pero es una mujer a la que nadie tolera por más de dos horas al día.
—Ay, la universitaria —río divertida y lo abrazo con melancolía a pesar de que va conduciendo—. Yo también te extrañaba, niña.
—Obvio, Jano, soy la mejor hermana.
—Eres mi única hermana, Monserrat.
—Ya lo sé —mi hermano niega y por fin luego de tres kilómetros muy movidos llegamos a la casa donde me crié.
Los perros ladran y saltan queriendo ver dentro de la camioneta, mi perra se mantiene acostada en el pórtico, mientras que los dos labradores corren y se empujan. Salgo de la camioneta y acaricio a las mascotas, son los mejores compañeros del mundo, mi madre abre la puerta de la casa y grita mi nombre, es ahí cuando Kiera levanta la cabeza y al reconocerme corre hacia donde estoy, sonrío y la abrazo cuando ella me lame todo el rostro y da vueltas sin contener su felicidad.
—Yo también estoy feliz de verte, amor —susurro a mi mascota, ya estoy llorando, pero me da igual porque la amo mucho.
—Claro, primero la perra ¿Donde queda la que te parió?
—No me pariste, me tuvieron que sacar de tu cuerpo —digo secando mis lágrimas para ir a abrazar a mi mamá—. Te extrañé, también.
—¿Qué tal el viaje? ¿Tienes hambre?
—De hecho, sí tengo hambre —digo a mi madre que me hace pasar a la casa, mi hermano tendrá que traer mis cosas.
Entro a la misma casa de siempre, fotos familiares decoran las paredes, mis trabajos de arte siguen en el mismo lugar al lado de las medallas deportivas de mi hermano, nuestros cuadros de licenciaturas adornando la sala, nadie más orgullosos de sus hijos que mis padres. Lo que sí es nuevo son el conjunto de muebles del living y la televisión, debe haber sido obra de mi hermano.
—¿Qué preparaste?
—Pastel de papas, tu padre sigue siendo el mismo adicto de siempre —se queja mientras me sirve en un plato, la verdad, huele increíble.
Mientras me dedico a comer, mi hermano lleva mis cosas a mi habitación y mi madre comienza a ponerme al tanto de todo el chisme posible, me cuenta de la vida de todos, pero sólo un nombre en mención hace que me atore y por poco tengan que implementar la maniobra heimlich en mi.
—¿Qué dijiste?
—Ese chico que te gustaba tanto, se va a casar con la ex de Pablo, tu metida de pata.
—¿Enzo se va a casar con Paulina? ¿Cuándo?
—El 20 creo.
—Wow, no me esperaba eso —digo viendo a mi hermano, él sabía mis intenciones para este verano.
—Bueno, tu loco amor de verano, no sigue aquí po —señala Alejandro tratando de aguantar su escandalosa risa, no funciona y sale por la puerta de la cocina para que el tenedor que le lanzo no le impacte contra la cabeza.
—Siempre tan agresiva, Monserrat.
—Es que él me provoca —me excuso sintiéndome patética otra vez.
—En todo caso, todos sabemos que la violencia no es una opción, pero si la solución.
—Papá —grito levantándome y corro donde el hombre espera por mi, me cuelgo de su cuello y este rodea mi cintura acariciando mi espalda con cariño.
—Mi pequeña ¿Cómo estuvo ese viaje?
—Agotador.
—Pero la comida está deliciosa, pareciera que una Diosa cocinó —mi madre me sonroja y lo golpea con un paño de cocina, los amo.
Sigo comiendo mientras escucho sus comunes insinuaciones, ellos siguen viviendo su romance adolescente, ese que para mi fue una tortura para ellos es eterno. Los admiro. Termino de comer todo lo que mi madre me sirvió, para ella es una grosería no comer todo lo que te dieron en el plato. Voy a mi habitación y la encuentro tal como la dejé, desordenada, debería de ordenar un poco pero se me hace difícil y cansado antes de siquiera empezar, por lo menos la cama está muy bien acomodada y de seguro eso se debe a mi madre.
Me cambio de ropa, ahora sólo llevo un pantalón de tela liviana color crema y que es abierto por los costados desde el muslo hasta el final, me calzo unas sandalias de tacón color verde que hace juego con mi top tank de color verde menta. Estando lista salgo de mi habitación, mi hermano espera por mi en el living, es él quien me va a llevar a la casa de la señora Graciela.
—¿Dónde vas?
—A conocer a los niños que debo cuidar —digo consciente de que a mamá sigue sin agradarle la idea, papá ríe viendo como a mamá le tirita un ojo—. Nos vemos después ¿Les traigo algo?
—No, gracias —comenta mamá, claramente se ha molestado.
Salgo de la casa y me despido de mi mascota que sigue moviendo la cola, me monto nuevamente en la camioneta y mi hermano ahora conduce hacia el centro del pueblo, donde va a llenar el estanque de bencina para luego poder emprender viaje a la casa de la gente más acomodada del sector.
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Editado: 15.11.2024