Cuando el salió del cuarto de baño, se dio cuenta de que solo estaba encendida la lamparita de su mesita de noche, por lo que se quitó la bata y se metió a la cama, y la escucho suspirar
-Sonia, no estas obligada a nada, te amo y quiero ir a ti solo cuando tú lo desees.
-lo deseo ahora, Brett. – fue su respuesta.
Él se acercó lentamente al cuerpo de su esposa y se sorprendió, cuando la sintió desnuda bajo las sabanas, por lo que rápidamente se despojó de la ropa que llevaba puesta y con mucha lentitud se acercó a ella.
-tendré cuidado, no te lastimare, lo prometo. – le dijo él y comenzó a besarla, con pequeños besos en la frente, en las mejillas, en los ojos, para finalmente llegar y tomar posesión de la boca femenina, con hambre como si le fuera la vida en ello, al principio Sonia estaba tensa, pero con los besos de su marido y con esas manos que no daban tregua y que encendieron como una hoguera su cuerpo; empezó a corresponder, se arqueaba hacia el cuerpo de Brett, uniendo sus cuerpos y restregando sus senos con el fuerte y velludo torso de su marido, lo que la hizo dar un grito de placer.
-si querido lo sé. – contesto Sonia con la pasión y el deseo reflejados en su voz.
-despacio mi amor, no aguantare mucho si no te estas quieta. – le dijo él, pero ella se había dado cuenta del poder que tenía sobre su marido y con manos y boca lo provocaba.
-ahora amor, ahora. – le decía ella llena de placer, mientras le acariciaba la espalda, y rodeaba sus caderas con sus piernas, mientras con gentileza Brett la penetro, haciendo pequeños movimientos pero Sonia ya no estaba para sutilezas y se movió bajo él, como si fuera una experta, pero más que nada lo hacía por instinto, llevada por el deseo.
-espera querida. – jadeaba Brett
-NO, no voy a esperar. – dijo Sonia, acariciándolo y moviéndose con él, liberando su propio orgasmo y llevándolo al borde de la locura. Y con un grito agónico, él se vació en ella, ella no dejaba de temblar por los espasmos que el placer que había obtenido le provocó.
Cuando por fin regresaron a la tierra, tras llegar momentáneamente al paraíso, estaban cansados, sudorosos pero satisfechos, él se rodó de encima de ella, pero no dejo de abrazarla.
-Brett, ¿siempre es así, cuando es compartido? – le pregunto ella acurrucándose a su lado, entre sus brazos.
-No amor, siempre es diferente, pero es mejor, sabes que desde aquella noche, no había estado con ninguna mujer, creo que cuatro años de celibato, fueron demasiado. Sabes no podía¡ - dijo él, mientras apretaba más sus brazos alrededor de su esposa.
-¿porque? – pregunto ella intrigada.
-algo dentro de mí se rompió aquella noche, al ver tus ojos violetas que me miraban, no podía creer lo que había hecho, te iba a pedir que te casaras conmigo, pero al despertar me encontré solo, sufrí como cuando era niño y perdía algo que había querido. – le explico Brett.
-¿Cuándo eras niño? – pregunto ella, pues no creía lo que escuchaba.
-sí, mis padres siempre me dejaban solo y para vengarme rompía lo que más quería. – le contesto él
-¿es por eso que trataste de destruirme? – le pregunto con ternura
-sí y en el proceso me hice daño a mí mismo. – le respondió Brett tristemente, por lo que ella lo abrazo fuertemente y lo beso.
Esa noche volvieron a hacer el amor y esta vez fue mejor que la primera vez, y abrazados se quedaron dormidos.
Se quedaron en Italia una semana, paseando i conociendo la ciudad por los mañanas y las tardes y amándose con pasión por las noches; pero Sonia quería regresar a Los Ángeles, pues extrañaba a su pequeño Daniel, Brett que solo quería verla feliz, todo lo aceptaba ya fuera paseas por el Coliseo, o visitar el Vaticano, y como el también extrañaba a su hijo acepto acortar la luna de miel, lo que hizo sonreír a su amada Sonia. Así que avisaron a su tío George de su regreso, quien les dijo que ya que vivirían con él en la mansión, todo estaba listo para su regreso.
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Editado: 20.11.2020