—Si te molestan, sólo golpéalos—. Comentó un chico desconocido delante del adolescente de cabellos negros. Éste, lo volteó a ver desde su posición en el suelo—. Si te molestan, golpéalos.
Ese chico que le hablaba lo miraba desde arriba con una mirada indescriptible. ¿Era odio? ¿Compasión? ¿Desdén? ¿O acaso estaba preocupado? El pelinegro no sabía cual eran las intenciones del joven que le hablaba.
—Yo... No soy tan fuerte como los chicos de mi edad—. Bajó su cabeza desganado respondiéndole al otro—. Aunque quiera golpearlos o vengarme de ellos, no puedo—. Abrazó sus rodillas tratando de contener sus lágrimas—. N-no puedo.
Se quedaron en silencio por un rato. El sonido de las hojas de los árboles, bailando al compás del viento, era lo único que se escuchaba. Se encontraban en el patio del colegio, en la hora del almuerzo.
Al pelinegro, anteriormente, lo habían molestado tanto, en el comedor estudiantil, que terminó por correr lejos de sus atacantes para poder comer tranquilamente. Sólo que sus ganas de hacer cualquier cosa se habían esfumado con lo que experimentó. El chico de cabellos castaños delante suyo había observado toda la escena desde lejos.
Y todo eso, le dio el impulso de hablarle al "chico lindo" de todo el instituto.
—¿Te llamas Paul, cierto?—. El susodicho asintió desganado—. ¿Por qué no haces nada al respecto? ¿Por qué te callas? ¿Por qué no les respondes? ¿Por qué—
—¡No necesito que me critiquen en un momento así!—. Terminó por explotar en ese instante. No pudo retener más sus lágrimas y éstas comenzaron a fluir rápidamente por su rostro—. ¿¡Qué quieres que haga si nadie me apoya!? ¡Ni mis padres! ¿¡Qué quieres que diga, si todo lo que hablan de mí es cierto!? ¿Qué quieres que les responda? ¿"No sean así conmigo. Eso me lastima. Haré la moricion porque soy muy sensible"? ¡Eso! ¿¡Eso quieres que diga!?
Por el impulso de sus emociones terminó levantándose de golpe para sostener por los hombros a ese, el cual, interfería con la tranquilidad que pudo conseguir en ese patio. Se sorprendió al darse cuenta que era bastante menos alto que él. Además, el uniforme que traía le decía que aún se encontraba en primaria.
Se quedó estático en esa posición sin poder reaccionar.
—No lo sé—. El castaño sostuvo las dos manos del otro que descansaban en sus hombros—. Tampoco entiendo cómo te sientes. Por eso estoy preguntando. No lo entiendo. ¿Por qué las personas se comportan así? Se ven estúpidos y patéticos—. El chico ladeo la cabeza tratando de poner en orden sus pensamientos—. Pero, me parece injusto. Que sufras por algo que no decidiste tener o vivir. Solo naciste siendo tú y eso creo que ya es perfecto y respetable.
Esas palabras, quizás las recordaría por el resto de su vida. Como la primera luz de esperanza que vio en esa cueva oscura y tétrica en la que se encontraba.
En ese momento para él, ese niño delante suyo, que no tenía más de doce años, lo percibía como un ángel salvador.
—¿Por qué dices eso?—. Pregunta un poco temeroso ante la idea repentina de que se estuviese burlando de él cómo anteriormente lo habían hecho.
—Porque estoy molesto—. Su ceño fruncido hacia énfasis a sus palabras. Mientras, Paul se encontraba mas confundido que al principio—. Molesto con las personas que te trataron así. No me parece correcto, ni justo, ni humano. Y por cómo me has respondido presiento que te sientes solo—. El silencio y la cara de dolor del otro fue la respuesta que recibió—. Yo, ¿Me aceptarías como tu amigo?
En ese momento el tiempo se detuvo para los dos. Uno nervioso por la respuesta que le podrían dar, y el otro por tan conmovedora pregunta. Se sentían tan ansiosos ante tanta anticipación.
—¿S-seguro?—. El castaño le respondió con un leve asentimiento de cabeza—. Pero... Tengo una cara muy bonita, incluso más que la de una chica. Además, mi cuerpo es muy delgado y frágil. Aparte que no me gustan las peleas ni jugar cosas que normalmente los chicos juegan. Soy más afeminado de lo que te podrías imaginar, más que una mujer. Y mi forma de ser es un... as—
—Tampoco juego lo mismo que los otros niños—. Lo cortó antes de que acabara la frase—. Y no me molesta que seas un chico lindo. En parte, eso me da envidia—. De sus labios sale una sonrisa ladina—. Y el que seas un hombre y logres ser mejor en algo que una mujer, ¿No es de orgullo? Así demuestras que somos los mejores—. Posa su mano en el hombro contrario—. Me gustaría ser tu amigo. De esa forma, cuando no puedas hacer nada, yo lo haré por ti; cuando la voz no te salga, hablaré por ti; cuando nadie te apoye, yo estaré contigo; si te sientes débil, yo seré tu escudo; cuando te desprecies a ti mismo, estaré aquí para enseñarte lo mucho que vales. Porque serás mi preciado amigo.
Las manos del pelinegro pararon a su boca tratando de evitar que el sonido de sus sollozos saliera de sus labios. Esas palabras significaban mucho para él. Significaban un nuevo comienzo en su vida. Como un renacer. Y ese niño delante suyo le devolvió el alma al cuerpo con tan solo unas cuantas frases.
—Gr-gracias...
Se sentía patético al estar llorando en frente de alguien mucho menor que él. Pero lo necesitaba, ¿Cuántas veces no se había tragado las lágrimas que intentaban salir cuando lo criticaban? ¿Cuándo lo humillaban y menospreciaban? Muchas. Tantas que ahora parecía un grifo sin poder cerrar.
El castaño le sonrió con delicadeza ante su reacción.
—¡Oh! ¡Lo siento!—. El menor se llevó las manos a la cara un poco avergonzado—. Ni siquiera me he presentado—. Sonrió en modo de disculpa y en ese momento a Paul le pareció que esa era la sonrisa más hermosa del planeta—. Soy Christhian Craith—. Le da la mano para apretarla amistosamente—. De ahora en adelante, seré el encargado de patearle el culo a cualquiera que te moleste.