No digas tu nombre.
Estaba tumbada en mi cama, mirando al techo. Pensnado en cosas sin sentido: chocolate, dibujos, pintura…
—Summer —gritó mi mamá desde abajo. Solté un gemido y me incorporé mirando a la puerta.
Caminé a mi armario arrastrando los pies, sentía el peso encima, como si cargara un elefante en mi espalda y poco a poco fuese cayendo hasta quedar como agua derramada en el suelo.
Caí al piso con las piernas por los lados. Solté otro gemido de cansancio. Me levanté poniendo las manos enfrente de mí y dando un salto para levantarme. Abrí el armario y de una caja color magenta, con unas delicadas flores doradas, saqué una bola pequeña y redonda de chocolate.
—Sólo para despertar —murmuré para mis dentros y metí el chocolate oscuro a mi boca, conforme lo masticaba agarraba mi ropa: el uniforme de la secundaria y prepararotia HighMore. El cual era una falda color veage, una blusa azul marino, saco del mismo color que la falda, mayas blancas y zapatos negros, con un ligero tacón en la suela.
Abrí totalmente la puerta de mi habitación y caminé por el pasillo de arriba hasta llegar a las escaleras de mármol y el barandal de madera, bajé corriendo, teniendo precaución para no caer.
Mi bolsa estaba en el suelo, fruncí el ceño, me agaché hasta quedar en par de ésta, había una pisada de un zapato de marca Van, gruñí y solté un grito.
—¡Cole!
Miré con furia las escaleras, en donde apenas se veían unos zapatos Vans de color rojo escarlata, se detuvieron a medio camino y giraron sobre sí para volver a subir.
—¡Alto ahí, Cole! —grité con todo, di un giro sobre mis pies y subí corriendo las escaleras para encontrarme con el nombrado corriendo por el pasillo—. ¡Cole! —corrí detrás de él, pero Cole llevaba más ventaja, ya que, para empezar, va más rápido, y sin contar que empezó antes que yo a correr—. Te voy a matar.
—¡Inténtalo, nilñita! —contestó mientras reía y corría.
—¿Acaso eso es un reto?
Nunca estuve en algún deporte por mi cuenta, pero no quita que no me gusten, en educación física soy la más rápida, claro, cuando quiero, o me hacen enojar. Iba por las tardes a clases de dibujo, de hecho, me encontraba enamorada de uno de mis dibujos, tanto, que me considerban egocéntrica y enferma mental. Se podría decir que es mi príncipe azul.
—Como quieras tomarlo, niñita —respondió Cole, aún corriendo, él sabe cuánto me molesta que me digan ‹‹niñita››. Cole volteó hacia mí, sacó su lengua hacia mí. Gruñí de frustración, pero en ese momento ¿quién diriía que se estrellaría con un adorno de plata que había comprado mamá hace unos años cuando fue a México?
Solté una carcajada, en lo que él se sobaba la melena rubia, me postré frente a él haciéndole burla, estaba tan ocupada burlándome de mi hermano que no me di cuenta cuando Cole agarró mis piernas y me tiró hacia él.
—Bastardo —gruñí y le pegué la cabeza.
—¡Niños, no corran! —gritó mamá.
Miré a mi hermano con cara seria, y al unísono los dos empezamos a reír. Se levantó y me dio la mano.
—Señorita estúpida —dijo con una sonrisa.
—Señor bastardo —le devolví la sonrisa, tomé su mano para levantarme. Alborotó mi cabello, y los dos bajamos tranquilamente, había olvidado por completo porqué estaba corretando a mi hermano, hasta que volví a ver la bolsa en el suelo, miré a Cole con molestia.
—¿Ahora qué hice? —preguntó con inocencia.
—Mi bolsa —lo miré con cara de pocos amigos.
—Ahí está —la señalo—, yo no hice nada.
—¿Ah, no? —lo fulminé con la mirada y tomé la bolsa para mostrársela— la marca de zapatos que está es igual a la que tú usas. O sea, Vans.
Cole miró la bolsa, observando con detalle la huella. Como si quisiera leer a trevés de ésta.
—No, ésta no es mía —aseguró— creo que sería apropiado decir que son de June.
—No tienes pruebas.
—Yo creo que sí. Mira —me enseñó la bolsa—. Ésa huella es de unos Convers, y, dime, ¿quién usa Convers? June. Es su marca de zapatos favorita y siempre los usa. Además, ella tiene más grande el pie —dijo confiado de su afirmación.