Blake.
—No puedo hacerlo. No… No llores, por favor —lloriquea Annie en sueños, como la gran mayoría de las veces —.Yo también te quiero.
Cada noche repite lo mismo.
No sé que es lo que le ha traído a este puto lugar, pero si sé que la está atormentando por dentro. Y yo tampoco ayudo mucho a que su estancia sea más llevadera. Pero ella, me saca de mis casillas, no se está quieta, se mete en asuntos que no le interesan y me contesta, que es algo que me hace rabiar y perder los estribos.
Me da lástima ver como una chica como Annie esté aquí en esta prisión de mierda con animales como nosotros; me incluyo a mí mismo porque no he hecho cosas buenas aquí.
Como cada vez que la escucho llorar en sueños, alargo la mano y le acaricio la cara. Su piel, empapada por las lágrimas, es suave como la seda. Normalmente no lo haría porque odio a la mujeres con todo mi ser, son todas unas arpías, unas zorras sin escrúpulos y unas manipuladoras. Pero Annie... La veo tan vulnerable, tan débil y tan inocente que no puedo reprimir el impulso de ayudarla y consolarla, algo que me pone histérico y nervioso, porque no sé qué mierdas pasa conmigo con ella al lado.
Cuando ya se ha calmado, sonrío, todas las veces que lo he hecho, ella se tranquiliza. Mi cuerpo, se tensa cuando agarra mi mano y la mete con la suya en el hueco de su cuello. ¿Qué coño...? Tiro de mi mano suavemente pero ella aprieta para que no la suelte. Resoplo, resignado. Aunque pensándolo con detenimiento, se siente bien, me da tranquilidad, es extraño y no me gusta ese sentimiento que me transmite. Sin embargo, como la tengo todavía rodeada con mi brazo, la atraigo más hacia mí y cierro los ojos para volver a dormir e intentar descansar algo, aunque eso en mí, aquí, es poco habitual.
Por la mañana al abrir los ojos, miro a Annie. Que sigue en la misma postura en la que se durmió. Seguidamete, me doy cuenta de que mi mano sigue agarrada a la suya y en el mismo lugar donde la puso. Frunzo el ceño, he descansado por una puta vez en tres años que llevo aquí ¿Qué mierdas está pasando? Retiro mi mano lentamente y me levanto, despertando a su vez a Annie.
Bajo al suelo sintiendo su mirada en mi espalda. Quiero gritarle que deje de hacerlo, no quiero que me mire; me pone muy nervioso. Bajo la cremallera de mi mono, me lo quito y bajando un poco mi bóxer, meo en el asqueroso váter.
Me cambio de ropa interior y me quedo de pie mirando, con desprecio y asqueado, hacia las mujeres que hay ahí fuera, esperando a que suene la alarma. Cuando se abren las puertas, vienen Phil y Kevin a por mí. Puede decirse que son mis colegas. Me llevan a las duchas y en cuanto todos me ven agachan la cabeza, exceptuando a mi gran amigo Dylan, que es como si fuese mi hermano, desde que nos conocimos nos hemos sido leales el uno al otro. Somos inseparables. Sonrío con autosuficiencia. Esos cabrones tienen que temerme.
El agua está helada, así que trato de tardar lo menos posible. Qué hijos de puta, ya que nos tienen metidos en este puto lugar casi matándonos de hambre, podrían darnos algo bueno, como por el ejemplo. Agua caliente.
Vamos hacia el comedor, hacemos fila con nuestras bandejas y nos echan unas cuantas galletas y un vaso de agua. Quisiera saber lo que comen en el otro lado las tías, parecen mucho más sanas que los que estamos comiendo aquí. Es pura mierda.
—¿Por qué no saliste ayer, man? No me digas que estás estudiando de verdad —se ríe. Muerdo una galleta y niego, ¿Que voy a estudiar yo? Sólo es para pasar el rato y no aburrirme. Si estuviese en mi celda de siempre, pasaría el rato haciéndome pajas.
—Pillaron a las tías con navajas, por eso nos dejaron todo el día ahí encerrados —comento, gruñendo.
—¿Y? Tú no eres una perra.
—Lo sé, pero te recuerdo que ahora donde tengo que estar todo el tiempo es allí —apunto, haciendo una mueca de disgusto. Ya me podían haber aislado o algo, pero no, a estos hijos de puta les encanta joderme.
—Bueno... Por lo menos te divertirás por allí, porque tienen que estar todo el día follando —se encoge de hombros, río entre dientes y le doy un puñetazo en el brazo —. ¿Qué?, yo me divertiría viéndolas gemir como las perras que son.
—No valen para nada y si quieres saberlo, la gran mayoría de los días están follando. Podrías hacer algo para que te cambien y así puedes pajearte un rato viendo porno en vivo —le digo, divertido. Se pone la mano en la barbilla y hace como que piensa. Le golpeo el brazo con el puño, riendo.
—Si hay alguna que esté bien buena, sí que lo hago. Si no, que se sigan follando entre ellas. Y no me vuelvas a dar —añade y me devuelve el golpe. Este chico tiene efecto retardado.
Terminamos de comer esa porquería, dejamos las bandejas y salimos al patio. Nos sentamos en el mismo sitio de siempre, echándoles un vistazo rápido a todos. Todo igual, nadie nuevo, trapicheos por aquí y por allá, tías y tíos fumando o besuqueándose, el equipo de fútbol metido en su juego, ajeno a todo lo de alrededor. Y por último la vieja esa y mi compañera de celda, Annie. Ambas hablan y ríen, se le ve alegre y su sonrisa es muy bonita, hipnotiza a cualquiera.