Mi corazón no olvida

Capítulo 7: No soy una mentirosa

Adaya

—Amor—le interrumpió su novia —¿vas a dejar que esta mujer y estos niños se queden en tu casa, que duerman bajo tu mismo techo luego que esta desvergonzada arruinó nuestra boda y te expuso frente a los medios... ?

—Dessvergonzado tu novio—la interrumpí—él fue quien me abandonó sin siquiera terminarme sabiendo que estábamos casados. ¡Se iba a casar contigo estando casado!

—Sabes cuanto dinero había en esa boda y cómo quedó mi reputación, tengo ganas de abofetearte—dijo la rubia que era delgada y con el rostro pálido caminando irritada hacia mí y Alejandro la sostuvo por el brazo con rudeza.

—Te sientas—le ordenó mirandola seriamente y ella obedeció sin reprochar nada como un perrito al que su amo le da una orden y bajó la mirada.

—Tú—dijo dirigiéndose a una de las empleadas que pasaba en ese momento por la sala. —Lleva a esta chica y a los niños a la habitación que está contínua a la mía y que no les falte nada. —dijo y seguí a la empleada.

—Amor... —dijo la novia—¿es verdad todo esto?

—No lo sé, la verdad no lo sé pero si esos niños son mis hijos me haré responsable.

—¿Y te divorciarás?

—Por supuesto—respondió.

—Verónica ya vamos a casa antes de que muera de un infarto—dijo el padre de la joven.

—Yo me quedo papá, ve tú a casa—respondió ella.

—Deberías ir a tu casa y descansar, de todas formas estaré bastante ocupado—dijo Alejandro sin darle la menor importancia a su novia—en la noche ven y pasamos la noche juntos.

—Está bien mi amor—contesto ella parándose y besándolo y se marchó con su padre.

—Madre, usted acompáñame a mi despacho. —dijo este y su madre lo siguió hasta que estuvieron solos a puertas cerradas.

—¿Lo sabías verdad? ¿Sabías de la existencia de esta chica? —cuestionó caminando de un lado a otro pensativo.

—Por supuesto que no—dijo la madre poniéndose la mano en el pecho—la vi por primera vez el día de la boda, no sabía de su existencia hasta ese momento.

—¡No me mientas! —exclamó irritado—No soy un niño, sé que perdí la memoria en ese accidente en el que murió mi padre y no la recuerdo pero por alguna razón tiene un certificado de matrimonio, me casé con ella.

—Y si fue un impostor usando tu nombre—sugirió su madre—te lo juro por la memoria de tu padre nunca antes había visto a esa mujer anda ve y pregúntenle y te reafirmará lo que estoy diciendo—dijo y él suspiró.

—Eso haré—dijo y fue hasta la habitación donde yo estaba con los niños.

—Necesito que me acompañes un momento—pronunció empujando la puerta de la habitación y entrando sin tocar. Era tosco y prepotente, frío, indiferente y sin pizca de empatía, tan diferente al Alejandro que yo conocía que por su actitud parecía una persona completamente diferente.

—Niños espérenme, volveré ahora—pronuncié y lo seguí hasta su despacho, allí estaba su madre.

—¿Conoces a mi madre? —cuestionó—¿ella sabía algo de nuestra boda?

—No la conozco—respondí.

—Ves lo que te digo Alejandro —reprochó la madre que ni siquiera yo sabía como se llamaba—es una impostora, ¡está mintiendo! Soy tu madre, siempre he estado contigo si te hubieras casado con ella lo sabría.

—No siempre has estado con él señora—intervine y la mujer abrió los ojos como platos como si hubiera visto al mismísimo diablo.

—¿Qué? —preguntó Alejandro asombrado mirándonos a ambas.

—No la escuches—lo interrumpió la madre—es una mentirosa que solo te quiere sacar dinero.

—Margaret—llamó a Alejandro a la madre por su nombre poniendo la mano para que hiciera silencio y ella obedeció.

—¿Qué decías? —cuestionó dirigiéndose a mi y dando un paso acercándose.

—Lo sabes perfectamente pero como según tú estás desmemoriado te lo recordaré: cuando tenías 3 años tu madre te abandonó y se fue con su amante y creciste solo con tu padre, en Yongsville tú mismo me contaste como muchas veces te hubiera gustado tener una madre. —expliqué y él se quedó en silencio.

—Tienes alguna prueba de eso...

—Tu padre murió y por eso fue que viniste aquí con tu madre.

—¡Maldita mentirosa! —exclamó la señora levantando la mano para pegarme y Alejandro le sostuvo el brazo.

—Sabes que eso es mentira, sabes que siempre te he amado más que a mi propia vida y me desvivo por ti —afirmó la señora acariciando el rostro de su hijo que se mostró confundido y ni siquiera hizo un gesto de aprobación a los cariños de su madre.

—Mi madre y yo tenemos una hipótesis—pronunció suspirando—pudiera ser que alguien que se pareciera mucho a mi usara mi nombre para engañarte...

—¡No! —lo interrumpí—eras tú.

—Han pasado ocho años, sabes cuanto cambia alguien en ocho años. —intervino Alejandro y su madre salió enojada de allí.

—Estoy segura que eras tú, Ale—dije mirándolo a los ojos—Ale cuando le hagas la prueba de ADN a nuestros hijos verás que digo la verdad. —pronuncié y en algunos momentos hasta yo misma creía que era verdad que no me recordaba, que sí había perdido la memoria y si no era verdad actuaba demasiado bien.

—¡Maldición! —gritó pasando ambas manos por su rostro —estoy tan confundido ¿cómo puede ser que no recuerde nada? Absolutamente nada, ni siquiera mi infancia, ni mi adolescencia ni nada...

—No soy una mentirosa—dijo furiosa la madre de Alejandro entrando a dónde estábamos con un montón de fotos de Alejandro desde que era un bebé y estaba con ella, cuando era niño y luego adolescente y nos las mostró con rabia—¡Explica esto zorra mentirosa! —me gritó arrojándome todas las fotos encima con desprecio.

 

 

 




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