Estaba súper emocionada, después de todo ¿Quién no estaría emocionada de asistir al cumpleaños de la que le gusta? Ella cumplía 18.
Claro, no podía permitir que mis padres se enteraran, pues me habían prohibido verla. Por esa razón utilicé mi único truco que los convencería, salir con Matías, por supuesto que usar a mi novio falso tenía inconvenientes, pero aprendí a resolverlos. Le dijimos a mis padres, que una prima de Matías estaba cumpliendo quince y que el quería llevarme. Me dejaron en la casa de Matías donde aproveché para cambiarme y ponerme el vestido que Estela me había regalado.
Llegamos finalmente a donde vivía, un pequeño edificio de apartamentos alquilables.
—¿En serio no prefieres entrar tu sola? —me preguntó Matías.
—Necesito garantizar que mis padres no sepan que mentí, si te ven podrían castigarme de por vida, además solo es su cumpleaños, no es una cita en un motel. —le respondí mientras mandaba un mensaje a Estela, para que nos abrieran.
Pasaron unos minutos y ella finalmente salió, llevaba puesto un hermoso vestido negro que le llegaba a penas arriba de los pies, pude ver que llevaba tacones bajos puestos.
—Emilia, que bien que hayas podido venir —me saludo dándome un abrazo.
—Estela —susurré con mis ojos perdidos, sentir el toque entre nuestros pechos me hacía sentirme tan bien.
—Buenas noches Estela —saludo de pronto Matías. Estela soltó el abrazo y saludo a Matías extendiendo una de sus manos para estrecharla con la suya.
—Pensé que vendrías sola.
—Era salir con él o no salir, ya sabes que no quieren que te vea por alguna razón.
—Comprendo.
Me llevó adentro, detrás del edificio el patio se encontraba decorado y con un pequeño podio a donde me hizo subir, frente a todos. Me sentía nerviosa cuándo la música paró y tomo un micrófono.
—Chicos y chicas, les presento a mi invitada especial de esta noche, ¡Emilia Espejo Lima! —todos dieron un grito de ánimo y apoyo, aunque pude ver algunas miradas de asombro.
—¿Invitada especial? —pregunté sin comprender.
—Supongo que te tengo que presentar a mis abuelos para que lo comprendas, Matías, acompáñanos —ella tomó mis manos y caminamos por en medio de las mesas hasta la mesa del fondo. La música volvió a sonar.
Seis personas estaban ahí, reconocí a los padres de Estela en el centro aunque la luz no me permitió observar los rostros de los otros cuatro presentes hasta que estábamos justo enfrente de la mesa.
—Emilia, te presento a mis abuelos, aunque supongo que no necesito decirte sus nombres. —Y tenía razón, los conocía perfectamente a los cuatro pues eran mis abuelos.
—¿Qué clase de broma es esta? —pregunté sin comprender.
—No es ninguna broma Emilia, somos tus tíos —respondió la madre de Estela.
—Esto no es… Esto no puede ser verdad respondí mis tíos no tienen una hija, su hijo era un…
—Un varón, completo mi abuelo Emer. O al menos nació siéndolo, aunque a preferido vivir de una manera poco convencional, sus padres lo aceptaron y por eso tuvieron una pelea con los tuyos —volteé a ver a Estela en busca de que me explicara, porque cada vez comprendía menos.
—Mejor siéntate —me pidió Estela y Matías movió una silla para que lo hiciera.
—Mejor me retiro esto es…
—Quédate —pedí a Matías.
—Tienes que comprender que han pasado muchos años no recuerdo las cosas con claridad prima…
—No me llames así por favor —pedí, que me llamara así era como si me clavara una daga en el corazón.
—Tenía aproximadamente cinco años…
—Cuatro —corrigió su madre.
—Tu tenias tres, nuestros padres se visitaban muy seguido y yo siempre veía como te vestían con hermosos vestidos, eras la niña consentida de la familia e incluso yo disfrutaba pasar tiempo contigo, jugando —paro un momento—. Pero al verte con esos vestidos tan hermosos me sentí celoso, yo quería vestirme con esa ropa tan hermosa que tú usabas, aunque no tenían tonos que me gustaran.
—¿Qué?
—Un día que estábamos de compras con nuestros padres, nos detuvimos en una tienda de vestidos para comprarte uno a ti… Los colores de la mayoría eran tonos pastel, pero entonces vi uno negro, aproximadamente de mi talla y lo tomé…
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—Mami quiero este —pedí a mamá, recuerdo que me vio con confusión.
—Pero es un vestido para niñas, tus compañeros se burlarían de ti si lo usaras.
—Yo lo quiero, por favor, no lo usaré fuera de casa pero por favor —rogué.
—Qué se pruebe haber si le queda —sugirió mi padre, los tuyos estaban ocupados midiéndote algunos a ti.
—Esta bien, pero vigila que ellos no nos vean —pidió mi madre llevándome al cambiador, mi padre respondió de manera afirmativa.
Me quito la polera que llevaba puesta y luego me paso el vestido por los brazos, me vi al espejo y me encantó como me veía.