—¿En serio te enamoraste de mi? —la escuché preguntar... ¿O lo? Me daba dolor de cabeza todo esto.
—Vienes a burlarte de mi estupidez, todo parecía señalar que eso querías, hasta fingías tener celos cuándo hablaba mucho con Matías en nuestras citas.
—No fingía —Matías y yo levantamos la mirada—. Tenías tanto tiempo para hablar con ella en la escuela, yo por años no pude hablarle. Me sentía celosa de que el pudiera hablar contigo tan fácil y a mi me costara tanto.
—Deja de referirte a ti como chica Luis.
—Yo…
—Por favor.
—Emilia, voy años señalándome así es a lo que me acostumbre. Y si te soy sincero hace años que nadie me llama así.
—Se supone que eres hombre —le respondí sin mirarle los ojos—. Deberías actuar como tal.
Sentí que se sentaba a mi lado, pero no respondió.
—Las dejo solas. —indicó Matías volviendo a la fiesta
—¿No te extrañaran? Es tu fiesta de cumpleaños después de todo.
—Hice esta fiesta para ti, no por mi, la idea era ponerle fin a todos los secretos de nuestra familia.
—Pudiste habérmelo dicho antes —continué limpiándome las lágrimas—. Pudiste habérmelo dicho el día en que nos conocimos.
—¿Y como te lo decía? Tal vez… Hola soy tu primo, se que no me recuerdas pero ahora me travisto y voy casi 5 años sin usar ropa de hombre, además te he estado espiando todo el tiempo. Apuesto a que me hubieras creído y no me hubieras mandado a la mierda por acosadora.
—¿Tan mala persona me crees? —le mire de mala manera.
—Yo lo hubiera hecho, suena a frase de secuestrador.
—Sabes, cuándo pensaba en como sería mi primo pensaba en un chico valiente, apuesto, fuerte… No esperaba a una linda dama rompe corazones.
—No quise lastimarte.
—Hay una forma de remediarlo —pensé en voz alta, pero aunque en mi mente era un cuestionamiento en mi voz no sonó como tal.
—¿Cuál? —volteé consternada por haber sido oída y sin respuesta.
—Dejar que te viole —respondí cuándo finalmente se me ocurrió algo. Estalló en risa al instante.
—¿De que te ríes?
—La idea de una violación es que sea involuntaria…
—¿Estás diciendo que estarías dispuesto a…?
—¡No! —exclamó con rapidez antes de desviar la mirada—. Eres mi prima Emilia, me disculpo por haber hecho que me malinterpretaras, pero no puedo hacerte algo así.
—¿Aunque sea me dejarías robarte un beso? —pregunté mientras él se levantaba.
—¿Te quedarás a dormir?
—¿Por qué lo haría?
—Si tus padres te ven llegar llorando a tu casa podría ser malo para tu amigo.
—No creo que mis padres me dejen… —intenté buscar una escusa.
—Sabemos que encontrarás una escusa, siempre lo haces —me respondió mientras acercaba su mano con una servilleta para limpiarme algunas de las lágrimas del rostro.
—Supongo que bailaras con la mitad de los chicos que asistieron.
—Ya te dije que no me gustan los hombres —me respondió—. Te dejo, vuelve cuándo estés más tranquila —pidió antes de volverse.