Me acerque tranquila, llevaba puesto el vestido que ella me había regalado, lavarlo y secarlo sin que mis padres lo vieran fue difícil pero me pareció haberlo logrado.
Obviamente al llegar me reuní con Matías y Carolina.
—Que hermoso vestido —alagó Carolina tras saludarme.
—Ese es el vestido que usaste esa noche —escuché a Matías, y aunque no alzó la voz se notaba que era un tono de advertencia.
—Es bonito, no lo iba a tirar solo porque me lo regaló un…
—Ya basta, no vinimos a discutir, vinimos a divertirnos —gritó Carolina hacia el interior de la pista de baile.
Bailamos por horas turnándonos ambas con Matías y luego bailando juntas. Bebimos sin hacer cuentas de las copas.
Pero de pronto lo vi, hablaba con una chica que no me parecía haber visto antes, por alguna razón me sentía furiosa.
Me excusé diciendo que iba al baño y me escabullí, me acerque en camino a ella o mejor dicho él. Me apoyé en medio de ellas.
—Hola Luis, ¿esta será tu prostituta de hoy? —me burlé mientras hacía una señal al encargado para que me trajera una copa más a mi.
—¿Emilia estás borracha?
—¿Borracha? ¿Yo? Nunca. —le respondí sin dudarlo.
—Creó que es mejor que me retire, tu prima necesita ayuda —escuché la voz de la chica. El asintió y se paro para despedirse de ella con un beso en la mejilla. Intenté levantarme para evitarlo pero mi cuerpo no escuchó.
—Vamos Emilia te llevaré a casa. —pidió acercando su mano.
—No te atrevas a tocarme, si lo haces les diré a mis padres que me tocaste, que me lastimaste y que luego me desechaste —le dije tan fuerte como pude.
—Yo no…
—Si lo hiciste, no de la manera en que ellos entenderán mis palabras, pero lo hiciste.
Estela
Observe a mi prima, parecía hablar en serio, o tan en serio como podía hablar una niña borracha, y conociendo a mis tíos ellos no dudarían de aquellas palabras.
Busque con mi mirada a sus dos amigos inseparables, con quiénes seguro había venido, pero entre la multitud no lo vi.
Me senté frente a ella para hablarle.
—¿En serio me odias? —pregunté, bien decían que los borrachos no mentían, aunque no era cierto, ahora al menos confiaba en recibir alguna respuesta.
—¿Lo dudas? —pronunció con dificultad.
—Es triste, por qué yo siento algo muy diferente hacia ti —declaré.
—Un sentimiento de… ¿Cómo lo llamaste? Responsabilidad hacía mi —se burló antes de reír airadamente.
Consideré mientras ella reía la posibilidad de decírselo, después de todo, siempre dicen que los borrachos olvidan las cosas al despertar.
—No, es lo único, pero no podía decírtelo. ¿Cómo podría? Es algo muy malo, algo que no debería.
—¿Qué podría ser peor que romperle el corazón a tu propia prima?
—Sentir la culpa de corresponderle sus sentimientos es peor…