Crecí en un ambiente en donde el amor familiar era limitado, en donde los valores eran respetados y la opinión no valía cuando no la necesitaban. Nunca tuve voz ni voto en la familia Miller, una familia reconocida en la industria hotelera, una familia en donde si no haces nada te critican y si haces también y no hablo precisamente de las redes.
Soy la hija mayor del matrimonio Miller Jones, la hija que tuvo que hacer todo perfecto, la hermana que debe dar el ejemplo, cero errores en mi vida para que mis hermanas no hicieran lo mismo. Para mis padres la crianza de su primera hija era importante, querían que fuera perfecta pero entre todas esas exigencias se perdió lo fundamental, el amor y comprensión.
Al tratar de ser perfecta para mantenerlos contentos me fui perdiendo, era la perfecta estudiante, la perfecta hermana y la casi perfecta hija, porque para ellos siempre había errores, pero a pesar de ser todo eso, no era yo, ser perfecta para otros no me llenaba y luego de un tiempo alce la voz ganándome el desprecio y decepción de mi familia.
Ahora solo era la oveja negra de la familia, la hija que prefirió elegir otro camino en vez de caminar con sus padres, la hija egoísta que no le importo cuidar el legado familiar, y si, preferí cuidar mi estabilidad mental, preferí seguir un camino diferente para mí, lleno de obstáculos pero un camino que si me llenaba.
Hace un año me gradué de Abogado, en unas de las mejores universidades de Londres, y desde entonces trabajo en una firma en donde he pulido todos mis conocimientos, en donde he aportado en más de treinta casos importantes y me he ganado el respeto de mis colegas y superiores.
Y así es como yo, Celeste Miller Jones, una mujer de veintitrés años de edad, independizada, trabajo estable, con renombre en mi profesión, puedo decir que pude callarles la boca a aquellos que decían que no podía, que la hija de papá no podría hacer nada sin ellos y mírame aquí, comiéndome el mundo.
Editado: 17.10.2023