Llego a la casa enojada, frustrada y harta de sentirme vulnerable por un egoísta voluble como Max. Papá me mira de desde la cocina y me saluda como siempre, apenas si le sonrío, sé que no es la sonrisa del millón, pero es la que puedo ofrecerle ahora.
—¡Verónica! ¿Pasa algo? —me pregunta al ver que no digo nada y subo por las escaleras como si me persiguiera el diablo.
—No pasa nada —respondo con enojo mientras cierro la puerta de mi habitación.
Vi que mi papá venía detrás, no cierro la puerta con seguro, eso lo alertaría de que en verdad algo me sucede y no quiero mortificarlo, además no estoy para hablar de mi problema emocional.
—¿Puedo pasar? —pide desde la puerta dando tres toques a la madera—. ¿Estuvo mala la fiesta?
—Pasa —le digo encerrándome en el baño, mis ojos están rojos por las lágrimas que derramé en el taxi, así que procedo a desmaquillarme porque sé que me estará esperando para hablar.
—¿Te sientes bien? —pregunta esta vez a voz alta para que lo oiga.
—Estoy bien papá —respiro hondo y exhalo antes de abrir la puerta con una toalla húmeda en las manos para terminar de limpiarme el rostro.
—Teresa me comentó que vinieron tus nuevos amigos del instituto por ti e iban a una fiesta —sé que está indagando como detective para verificar que esté en lo correcto.
—Sí, pero me comenzó a doler la cabeza —me excusé y él me miró circunspecto—, la verdad ni quería ir.
—Creí que tu humor mejoraría estando Teresa contigo —me comenta, tomando mis manos, me conduce a la cama y se sienta conmigo sin apartar sus ojos cafés de los míos.
—Es solo un dolor de cabeza, ahorita bajo a tomarme una pastilla —respondo intentado alejar sus especulaciones sobre mi aspecto.
—Sabes que puedes decirme todo lo que te pase, principessa —asegura como siempre, pero sé que habrá cosas que nunca le contaré a papá.
—Eres el mejor papá del mundo —lo abrazo y le doy un beso sonoro en la mejilla.
—Vamos por esa pastilla y descansa —él se levanta y lo sigo para volver a mi habitación. Lo bueno de mi padre, es que sabe cuando darme tiempo y espacio para que reflexione, por otro lado, sé que con él puedo contar, aunque no sepa muchas cosas que con toda intención he querido mantenerlas al margen.
No duermo, no puedo. Lo intento y no pasa de un amago frustrado.
¿Cómo podría dormir luego de haber visto aquello?
Ahora no sé si lo odio, lo compadezco, o me odio por haber llegado a sentir esas estúpidas emociones vibrantes, reverberar por mi torrente sanguíneo. Sabía que ellos tenían una historia, no pensé que él, aparte del odio que le mostraba a viva voz, todavía sintiera algo más.
La verdad es que, fui una tonta al creer que solo era odio o se trataba de alguien con la que desahogara sus hormonas adolescentes, era evidente que hubo mucho más que una tonta rencilla entre él y Carlos el novio de Nina.
Derramo un par de lágrimas que aparto con la mano. Esto parece estar por descontrolarse y es algo que no me permitiré, ya he pasado por la fase de un corazón roto, todavía está roto, es por lo que no entiendo como pude sentirme de nuevo atraída hacia alguien como Max. Él no se escondía o disfrazaba su fachada para que cayeran rendidas a sus pies, desde que lo conocí el primer día de clases, lo supe. Su ego, su prepotencia y su físico se prestaban para ser un cóctel adictivo y peligroso. Todo en él eran señales de alerta, brillantes y titilantes, difíciles de obviar.
Paso el domingo vegetando junto con mi padre en el sofá hasta que me quedo dormida. No sé a qué horas siento que floto, abro los ojos para ver como mi papá me lleva a la cama, como si fuera aquella niña pequeña que siempre pedía un rato más en sus brazos, un rato más en la rueda del parque o en el columpio. Me pego a su pecho y vuelvo a cerrar los ojos, queriendo ser esa niña inocente que no entendía de la maleficencia ajena, que no etiquetaba y que no debía pisar como si estuviera caminando sobre vidrio.
Lo oigo abandonar la habitación tras dejarme un beso en la frente y arroparme con la sábana, no puedo evitar la lágrima que sale de mi ojo derecho, la limpio y tras una respiración profunda me dejo atrapar por el sueño de nuevo.
—Verónica, te fuiste el sábado y no dijiste nada —Isabelle, me dice cuando estamos tomando el desayuno después de la primera hora de clases.