Tyler y yo caminamos por los pasillos del instituto.
Claramente las personas nos observan caminar juntos, ya que
es el nuevo y nadie sabe absolutamente nada sobre él. Por
suerte, nadie nos vio llegar juntos, podré decir que solo es el
raro chico nuevo que se me acercó.
Durante la clase de Química he podido pensar sobre mi…
situación, y en realidad es bastante vergonzoso decir que Tyler
está cuidándome. Porque, aunque mis padres lo nieguen, eso
es lo que está pasando. Lo dejaron a cargo de mí porque es
mayor de edad; sin embargo, no tuvieron en cuenta que
mentalmente tiene como cinco años, y que, además, es un
psicópata. Sigo insistiendo: ¡ha regalado mi coche!
—¿Por qué continúas a mi lado? —le pregunto entre dientes.
—No conozco a nadie más. ¿Con quién quieres que vaya? —
pregunta a su vez desconcertado—. Parezco ser el centro de
atención a aquí —dice en un susurro al tiempo que mira hacia
todos lados y sonríe a una chica que está cerrando su taquilla.
—Bien. Usa eso a tu favor y consigue amigos.
—Pero yo quiero ser tu amigo.
Lo miro de reojo, está mirándome mientras caminamos y
mantiene una pequeña sonrisa inocente, elevando levemente
sus cejas.
—Regalaste mi coche.
—Oh, supéralo, Donnut —dice, y vuelve su vista al frente.
—¡Lo superaré cuando yo quiera! —le grito al tiempo que
me giro para mirarlo, enojada.
De nuevo dirijo mi vista al frente, y veo a Jeremy a unos
metros de nosotros. Tyler lo observa de pies a cabeza. Hago
una mueca, eso es muy descortés, sobre todo teniendo en
cuenta que mi novio está sonriendo de forma amigable.
—Sam, preséntame a tu amigo —me dice Jeremy,
cruzándose de brazos y manteniendo su sonrisa, pero mirando
a Tyler fijamente.
Lo que faltaba.
—Él es…
«Piensa, Sam, piensa…»
—Tyler Harrison —se presenta Tyler, y estira la mano para
saludarlo—. Soy su…
—… primo —le interrumpo, diciendo posiblemente la peor
mentira de la historia—. Viene de Japón.
Sí, definitivamente es la peor mentira del mundo. Tyler me
observa unos segundos y sonríe, sin duda pensando lo mismo
que yo. Jeremy acepta su mano y se dan un breve apretón
mientras intento no sentirme mal por mentirle a mi novio.
—Así es. Soy el primo —reafirma Tyler, asintiendo con la
cabeza.
—Yo soy Jeremy. El novio de Sam. Encantado, Tyler. —Me
mira a mí entrecerrando los ojos—. No te ofendas, pero no
pareces japonés…
—Mi madre es americana. Quizá por eso no tengo rasgos japoneses, pero te aseguro que soy de Japón —responde Tyler,
chasqueando la lengua y encogiéndose de hombros.
—Genial. ¿De qué parte? —pregunta Jeremy, intrigado.
—De una parte que está muy lejos de aquí… —dice
lentamente—. Se llama… Yorikito Lejo.
Me llevo una mano a la sien al escuchar eso.
Definitivamente, esta es la peor mentira del mundo.
—Muy… genial —asiente Jeremy extrañado—. Sam, ¿cómo
es que nunca me habías hablado de Tyler? —me pregunta
confundido.
Abro mi boca para responder, pero Tyler se me adelanta.
—Qué curioso. Sam tampoco me había hablado nunca de ti
—dice sonriendo.
Jeremy frunce el ceño, obviamente Tyler ha sido algo
grosero. Comienzo a reírme falsamente para evitar que sigan
mirándose de forma extraña y que esto deje de ser tan
incómodo, pero solo se vuelve más incómodo. Finalizo mi risa
con un suspiro y una mueca.
—¿No tienes entrenamiento, cariño? —le pregunto a Jeremy,
esperando que sí lo tenga y yo pueda golpear a Tyler por
empeorar mi mentira.
—Sí, y llego tarde —me responde dándose cuenta de la hora.
Se acerca para plantar un beso en mis labios—. ¿Cenamos esta
noche en tu casa?
—Claro —asiento contenta.
Jeremy me guiña un ojo. Al pasar junto a Tyler, posa una
mano sobre su hombro.
—Bienvenido al Instituto Griffith Stone, amigo —le dice tras una palmada.
Lo observo irse caminando en dirección a las canchas de
fútbol. Quiero mucho a Jeremy y no me gusta mentirle, pero
no puedo evitar sentirme avergonzada por tener a Tyler como
mi niñero. Bueno, no niñero oficialmente, pero suena a eso.
—¿Te vas a quedar aquí hasta que él vuelva? —La voz de
Tyler me saca de mis pensamientos.
—¡Yorikito Lejo! —exclamo mirándolo con los ojos
entrecerrados.
Se encoge de hombros.
—¿Qué? Tú empezaste con lo del primo de Japón —
responde elevando las cejas.
Tiene razón, pero no pienso dársela. Mantengo los ojos
entornados y comienzo a caminar lejos de él.
—¿Yorikito Lejo? —me pregunta Caroline tras haber
terminado de contarle lo que pasó con Tyler y Jeremy—.
Increíble.
—Lo sé. Es un estúpido. —Asiento con la cabeza,
observando mis uñas azules. El esmalte se ha estropeado en
algunas.
—No me refiero a él —me dice alejándose del espejo del
baño para verme—, sino a ti. —Me señala con su pinza de
depilar—. Le mentiste a Jeremy.
—Y lo siento, ¿vale? —digo bajando la mirada—. Pero… es
patético que a tu novia le pongan un niñero solamente dos
años mayor.
Caroline se vuelve y me mira ladeando la cabeza. Yo quedo
observándola, esperando su sermón. Tiene el cabello rubio
recogido en una coleta improvisada para depilarse mejor las cejas, que ahora eleva mientras me dedica una pequeña
sonrisa.
—No es patético. Es… algo inusual, y hasta diría que
injusto, pero patético no. Jeremy pensará lo mismo y te
perdonará por mentirle. Fue… una mentira piadosa.
—Y estúpida —digo entrando en razón.
—Una mentira piadosa y estúpida —asiente Caroline.
—No, yo soy la estúpida. —Niego con la cabeza al darme
cuenta de que Caroline está en lo cierto—. Y tú tienes razón.
—Como siempre, querida —dice asintiendo de nuevo con la
cabeza y sonriendo satisfecha por mis palabras.
En cuanto termina de depilarse las cejas, vuelve a dejar su
cabellera suelta para salir. Decidimos buscar a Luke para irnos
a tomar algo a un café que frecuentamos. Finalmente, lo
encontramos en la galería, sentado junto a Tyler en el suelo.
—¿Por qué se junta con él? —le pregunto a Caroline en un
susurro.
—No seas odiosa —me responde de la misma manera.
—Ha regalado mi coche. —Le miro indignada.
—Tyler es agradable. Deberías intentar llevarte bien con él.
—Se encoge de hombros.
—Ha regalado mi coche —vuelvo a decir.
Caroline ignora lo que le digo y sigue caminando hacia ellos.
Luke nos sonríe a ambas en forma de saludo mientras que
Tyler solo se dedica a observarme con diversión.
—Mis hermanos están obsesionados con una parodia de
Frozen. La cantan todo el tiempo —sigue hablando Luke,
riéndose—. Son insoportables.