Mi estúpido niñero

Capítulo 23

Abro los ojos y me encuentro con un libro de geografía a mi 
lado. Levanto un poco más la mirada para ver a Caroline 
leyendo muy concentrada. Me giro estirando la mano para 
buscar mi móvil; son las seis de la mañana. 
—¿Cuál es tu problema? —le digo con voz ronca a Caroline, 
volviendo a mi posición inicial. Ella deja de leer para lanzarme 
una mirada asesina—. Lo siento… —Otra vez me olvidé—. 
Todavía no puedo creerlo. 
—El sentimiento es mutuo —contesta, y vuelve a centrarse 
en su libro. 
—¿Hoy tienes examen de Geografía? —le pregunto. Niega 
con la cabeza—. Entonces, ¿qué haces con eso? —Frunzo el 
ceño. 
—No puedo dormir, así que quiero distraerme, pero no 
funciona. —Cierra el libro—. Cuéntame algo tú. 
—¿Yo? 
—No, Sam. Le hablo al embrión que está dentro de mí —me 
dice de mala gana. 
Me incorporo recostándome en el respaldo de la cama. 
—No te he contado algo que me pasó ayer con Tyler —le 
digo jugando con mis dedos—. Nosotros…

—¿Se besaron? —me interrumpe. Por un segundo pienso en 
negarlo, pero negarlo no hará que el que nos hayamos besado 
no sea un hecho. 
—Sí. 
Caroline sonríe y sus ojos se achinan debido a lo hinchados 
que están después de tanto llorar. 
—Luke me debe doscientos dólares —me dice contenta. 
—¿Por qué? —pregunto confundida. 
—Hicimos una apuesta. Él dijo que ustedes no se volverían a 
besar y yo dije que sí —me explica encogiéndose de hombros 
con superioridad—. Y he ganado. 
Me alegra que ser tan predecible haga feliz a Caroline, 
aunque sea por un momento. Sonrío un poco, sintiendo cómo 
mis ojos se cierran del sueño que tengo, pero intento 
mantenerme despierta. Entonces su sonrisa decae lentamente. 
—Tengo miedo —confiesa. 
Puedo ver en sus ojos que tiene ganas de llorar. Tomo sus 
manos. 
—¿Qué quieres hacer? —le pregunto. 
—No lo sé. —Aprieta los labios, respirando pesadamente. 
Nos volvemos a quedar en silencio. Bajo la mirada a 
nuestras manos entrelazadas. Caroline suelta un bufido que 
hace que vuelva a mirarla. Aprieta los labios intentando 
mantenerse seria, pero no puede controlar sus ganas de reír. Se 
lleva las manos a la boca para silenciar sus risas. 
—Ahora soy yo la que tengo miedo —le digo mirándola 
extrañada. 
¿Estará teniendo un brote psicótico?

—Dije que no lo sé, Sam —me dice riendo. Me quedo sin 
saber qué decirle—. Por primera vez en mi vida no sé qué 
hacer… —Deja de reírse poco a poco, y vuelve a respirar 
pesadamente—. Y eso me aterra. No sabes cuánto. 
—La respuesta vendrá a ti cuando menos lo esperes —le 
digo sonriendo un poco. 
—¿Eso crees? —Se le escapa una pequeña lágrima. 
—Estoy segura. 
Limpio esa lágrima con mi nudillo. 
No queríamos darle la noticia a Luke poniéndole un mensaje, 
así que decidimos esperar a verlo en el instituto. Sucede que, 
justamente hoy, no lo hemos visto en ningún momento. La 
única oportunidad que tenemos de hacerlo es en la última clase 
del día: Francés. Nos sentamos en el mismo lugar de siempre, 
atrás. Pero el idiota no aparece. 
—¿Dónde diablos está? 
La clase está a punto de comenzar y no hay señales de Luke. 
—Quizá Tyler le contó lo del beso y está evitándome porque 
ha perdido —me dice Caroline cerrando su botella de agua tras 
haberle dado un sorbo. 
—¿Lo dices en serio? —pregunto dejando de mirar hacia la 
puerta para volverme hacia ella. 
—Sí, es un tacaño —responde con un tono obvio. 
—Hablo de Tyler —digo con el ceño fruncido. 
—Solo ha sido una teoría. —Se encoge de hombros. 
No he hablado con Tyler desde que nos besamos. Ahora no 
sé cómo comenzar una conversación con él, y al parecer a él le 
pasa lo mismo. Esta mañana le escribió a Caroline para preguntarle cómo estaba y hacerle saber que si necesita algo 
puede contar con su ayuda. 
—Al fin —dice Caroline sacándome de mis pensamientos. 
Miro en la misma dirección que ella. Luke entra en la clase 
detrás de la profesora de Francés. Se ve algo decaído y pálido, 
pero nos sonríe al sentarse junto a nosotras. No podemos 
hablar con él porque la profesora enseguida comienza a 
escribir en la pizarra mientras nos explica cómo será el 
examen en unos días. 
Después de esta clase tenemos visita con la doctora. No 
podemos decírselo a Luke solo unos minutos antes de entrar 
en el consultorio. Queríamos contarle lo del embarazo de 
Caroline nada más llegar al instituto, para que tuviera todo el 
día para procesar la noticia, pero como hasta ahora no lo 
habíamos visto… 
Caroline se estira para dejar un papelito sobre mi pupitre. 
«¿Y si se lo digo de esta forma?» La miro indecisa y escribo: 
«Sería un anuncio presencial de todas formas…». 
Caroline asiente. Vuelve a sacar un papelito rosado para 
escribirle la noticia a Luke. Aprovecha que la profesora se gira 
para dejarlo en el pupitre de nuestro amigo. Él lo abre con 
desinterés y al leer lo que contiene se queda paralizado. Luego 
nos mira a nosotras y nos encogemos de hombros. 
Vuelve a doblar el papelito y se lo guarda en el bolsillo del 
pantalón. Se pone de pie y comienza a caminar hacia la puerta 
de la clase. 
—Williams, ¿a dónde cree que va? —le pregunta la 
profesora mirándolo con una ceja arqueada. Pero él no 
contesta, solo sale de la clase—. ¡Williams! 
Después de eso escuchamos sonidos de alguien vomitando.

Ese alguien es Luke. 
Caroline y yo nos miramos sin entender qué acaba de pasar. 
—Eso ha sido la cosa más vergonzosa que me ha pasado en 
mi vida… —nos dice Luke pasándose una mano por el pelo. 
—Bueno, pues, en ningún momento escribí que vomites en 
plena clase —le contesta Caroline entrecerrando los ojos. 
—¿Por qué no dan noticias de esa magnitud de forma oral 
como las personas normales? 
—En nuestra defensa, te diremos que llevamos todo el día 
buscándote —replico levantando mi dedo índice. 
—Y en mi defensa, te diré que estuve en la enfermería la 
mayor parte del día. 
—Pues discúlpanos por pensar que eres lo suficientemente 
inteligente como para mirar la fecha de caducidad de algo 
antes de comértelo. 
Lo que le ha pasado a Luke ha sido consecuencia de la 
sorpresa y de estar mal del estómago por haber comido algo en 
mal estado. 
—Caroline Morgan. —Una chica con gafas rosadas aparece 
en la sala de espera. Mi mejor amiga levanta la mano—. Pasa 
por aquí, por favor. 
—¿Pueden entrar mis amigos conmigo? —le pregunta 
Caroline con timidez. 
La chica asiente con la cabeza. 
Seguimos a Caroline hasta el consultorio de la doctora que la 
atenderá. Es una mujer posiblemente de la edad de mi madre. 
Lleva el cabello pelirrojo atado en una coleta despeinada. Al 
vernos entrar, nos observa con curiosidad con sus ojos verdes.



#1733 en Joven Adulto

En el texto hay: adolescentes, drama, niñero

Editado: 07.01.2024

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