Mi final feliz

Royce King II

Narra Rosalie:

Abril, 1933… .

La casa de Vera era humilde pero acogedora. Casi sentía pena por ella ya que pronto yo viviría en una de las mejores casas de Rochester junto a mi príncipe azul. Junto a Royce King II.

Hace dos meses que nos habíamos comprometido. Por fin el príncipe de los cuentos de hadas había venido a convertirme en una princesa.

-Rose, ¿me pasas el azúcar? – Vera me sacó de mis pensamientos.

-Por supuesto – dije en mi tono educado, fruto de años de enseñanza de primera calidad.

Henry, el hijo de Vera, descansaba en los brazos de su padre, el cual compartía el mismo nombre. Él se paseaba por toda la estancia meciéndolo de un lado a otro. Ese niño tenía algo especial que me hacía desear hijos propios con anhelo. Sus cabellos castaños oscuros en forma de rizos, su sonrisa con hoyuelos perfectamente marcados. Sus ojos verdosos. Era un verdadero ángel. Pero la imagen de mis propios hijos, rubios como Royce y yo, jugando en trajes de tela fina, hacían que Henry sólo fuera un niño más.

-Debo irme… se me hace tarde y mis padres deben estar preocupados. – me levanté de la silla con delicadeza. No era precisamente un palacio pero mis modales eran iguales en todos lados.

-¿Quieres que te vaya a dejar Rosalie? – me ofreció Henry.

-No gracias. Mi casa está a unas cuadras. Además el pequeño Henry se ve cómodo en tus brazos. – sonreí.

Vera me abrazó y yo se lo correspondí. Ella era la única amiga real que tenía. Las otras chicas sólo eran porque "tenía" que ser amistosa con las de mi clase.

-Cuídate…- me despidió con la mano en el umbral de la puerta.

Caminé unos pasos y me di vuelta sigilosamente para verla de nuevo, pero me topé con algo que me dolió. Un beso cargado de amor y ternura. Una familia conformada por la sinceridad y la simplicidad, pero llena de felicidad. Sentí celos como nunca. Royce jamás me besaba así.

Caminé más deprisa para llegar lo antes posible a mi casa y olvidarme de todas las dudas que me albergaban. No quería pensar en que Royce no me amaba. Él tenía que amarme. Yo era su novia y tendríamos muchos hijos. Así debía ser.

La noche estaba llegando con rapidez. Sólo me quedaban unas dos cuadras y estaría en mi acomodado hogar. Me abracé a mi misma al sentir que la temperatura bajó considerablemente. "Maldición" pensé para mí. No quería que nevara ya que mi boda tenía que ser al aire libre y yo iba a lucirme en frente de toda la clase alta de Rochester con el vestido de novia más hermoso y lujoso de toda Nueva York.

Di vuelta en la esquina. Ya faltaba sólo una cuadra. Entonces divisé a un grupo de hombres bajo un faro de luz roto. Reían y bromeaban entre ellos pero al verme doblar me miraron fijamente. El corazón se me aceleró y mi sentido de supervivencia se activó. Seguí caminando más segura de mí misma. Si les demostraba miedo sería peor. Cada paso que daba, ellos lo estudiaban. No podía verles el rostro, pero si sus ropas… eran ¿finas?...

Un alivio me recorrió el cuerpo al ver de quienes se trataban. Era Royce, mi novio y sus amigos. Pude reconocer a uno de los cuatro que lo acompañaban. Él era John, otro chico adinerado de Atlanta.

-¡Rose! – me llamó Royce. Me di cuenta que estaba ebrio. Nunca lo vi en ese estado y debo admitir que me asusté un poco. Sus amigos se largaron a reír de nuevo. - ¡Aquí está mi Rose!

"Vaya manera de conocer a tus amigos", pensé para mí. Me sentí avergonzada de que mi novio anduviera ebrio en las calles. Él no era así.

-¿Qué te dije, John? – se dirigió al único que reconocí. Me tomó del brazo con fuerza corriéndome hacia el lado de ellos. - ¿No es más adorable que todas tus beldades de Georgia?

No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Por qué Royce hacía esto? Si quería lucirse conmigo que lo hiciera en alguna fiesta de las que acudíamos pero no así…

El tal John y sus amigos me miraron de arriba abajo lo cual hizo que me avergonzara. No estaba acostumbrada a que me miraran así, tan descaradamente.

-Resulta difícil decirlo —contestó arrastrando las palabras- Está totalmente tapada.

Acto seguido todos se largaron a reír de nuevo, incluso mi novio. Éste, luego de dejar de carcajearse, me tomó de los hombros y cuando pensé que me sacaría de ahí, hizo lo que nunca imaginé. Tiró de mi chaqueta, la misma que él me había regalado, y la rasgó, haciendo que los botones saltaran por doquier.

-¡Muéstrales tu aspecto Rose! – dijo al tiempo en que me quitó el sombrero de la cabeza, el cual estaba sujeto a alfileres. Solté un grito desgarrador pero sólo obtuve por respuesta más risas. Gozaban con mi dolor.

Royce me lanzó una bofetada muy fuerte, haciendo que cayera al suelo. Una vez más todos rieron. Mi novio se agachó y yo aún pensaba que él recapacitaría y me sacaría de ahí. Me tomó el rostro con su mano derecha, ejerciendo presión. Miró mi escote con ojos depravados. Y caí en la cuenta de lo que pasaría. Cerré los ojos para no tener que ver esto, mientras la mano de Royce se deslizaba por mi mandíbula.

Suéltenla! – una voz grave se hizo eco en aquel callejón. Lo próximo que vi fue una gran silueta acercarse al grupo. Quizás venía a reclamarme también. Pero éste le dio un buen golpe a uno de los amigos adinerados de Royce. Las lágrimas habían nublado un poco mi vista y no pude verle el rostro. Solo sabía que estaba ahí tirada en el suelo, en shock, mientras un hombre peleaba contra cinco cobardes ebrios, para rescatarme de lo que hubiera sido mi perdición. 



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En el texto hay: amor

Editado: 31.08.2023

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