Narra Emmett:
El roce de su mano tan suave y delicada hizo estremecer todo mi cuerpo. Era un contacto cálido y perfecto. Algo que jamás sentí por parte de las mujeres que habían entrado en mi vida. A mis 18 años tenía que sobrevivir como sea y eso fue lo que me trajo a Rochester, y en el momento más indicado. Era como si el destino me hubiese puesto a Rosalie en el camino. Había caído embobado ante su belleza. Sentía la obligación y necesidad de protegerla de todo aquel que pudiese hacerla llorar, es por eso que no dudé en propinarle unas buenas patadas a los imbéciles mal nacidos que le querían arruinar su delicada vida.
-Ponte a trabajar, por algo te pago – me regañó mi nuevo jefe, un hombre de estatura baja, barriga hinchada, calvo y de bigotes. Era simpático a su manera. Pagaba bien al menos.
Fui a la sala de servicio. Cómo estaba cerrado hoy, no había nadie más que yo. Me saqué la chaqueta y la miré por un segundo. Esa prenda anoche tuvo la suerte de tener a Rosalie. Tuvo la suerte de abrigarla, de brindarle calor. Era algo que yo jamás podría aspirar a tener. El roce de su mano hace unos minutos atrás sería lo más cercano que obtendría a una caricia suya. Yo era sólo un tipo que trabajaba para ganarse la vida. Ella era un ángel. ¿En que loco mundo podría yo tener una oportunidad con tan preciosa mujer? Pero de algo estaba seguro. Ese patán que se hacía llamar su novio no lo sería más. No podía permitir que ella se casara con ese tipo.
Me llevé la chaqueta al rostro e inhalé profundamente. Su perfume había quedado impregnado hasta la última esquina, quedándose clavado en mi memoria. Jamás olvidaría su exquisito aroma. Sentí la necesidad de volver al hospital y sacarla de ahí. Llevarla lejos de toda esta gente y hacerla feliz. Ella se lo merecía más que cualquier cosa en éste mundo.
Narra Rosalie:
Esa tarde todos entraron a ver a Royce como si él fuese la víctima de toda ésta situación. Sus amigos habían sido trasladados a otros hospitales de otras ciudades. Al menos no tenía que ver a esos malditos también. Muchas veces me debatía entre salir a la calle a buscar a Emmett pero debía quedarme y asegurarme de que mi ex novio no declarara en contra de él.
-La policía ya está acá y va a interrogar a Royce – dijo mi madre quien llegaba de la cafetería. Al segundo llegan dos policías con aspecto muy serio. Cuando se trataba de un King, la ciudad entera se movía.
-Buenas tardes señorita. Tengo entendido que usted es la novia del señor King – se dirigió a mi el más alto.
-Si…- "era la novia" me entraron ganas de decirle pero no quería una pelea con mi madre.
-Suponemos que le tendrá entera confianza por eso le queremos preguntar a usted primero si la víctima tiene idea o sospecha de quien puede ser.
Mi madre y los dos policías me miraron fijamente esperando una respuesta obvia. Querían culpar a alguien pero yo no sé los diría.
-No. Royce no sabe quiénes fueron. Además era de noche y el faro estaba roto.
-¿Cómo sabe usted que el faro estaba roto? – preguntó el otro policía.
-Porque… porque Royce me lo dijo.- mentí. Ellos asintieron creyendo mi versión.
-Bueno, muchas gracias señorita. Estaremos buscando y pronto meteremos presos a esos tipos. – dijo uno de ellos. Yo asentí en respuesta.
Si supieran que no habían sido "varios hombres" si no uno sólo. Con la fuerza de un oso, atacando, usando todo su potencial para defenderme.
Los policías entraron en la habitación de Royce y la madre de éste salió. Cerraron la puerta y yo empecé a rezar. "Pobre de él si se le ocurría abrir la boca". Es cierto lo que dijo él. Mi palabra contra la suya era nada. Pero al menos tenía a Emmett para declarar. Aunque tampoco le creerían. Mis nervios comenzaron a crecer. Los minutos pasaban y ninguno de los policías salía.
Mi madre y mi ex suegra hablaban pero no podía distinguir qué. Tenía cosas más importantes de las que preocuparme. "Royce va a hablar" – pensé- Y por un momento me levanté de la silla y quise salir corriendo a buscar a Emmett y arrancar juntos a alguna parte. Pero justo la manilla se movió y los policías salieron.
-¿Les dijo algo oficiales? – mi madre saltó a preguntar.
-Si…- dijo el más alto. Mi corazón se detuvo. Emmett…
-¿Y? – preguntó la madre de Royce.
-Fue una pandilla… al parecer estaban ebrios y corrieron en dirección sur. Dijo que eran unos siete, que por eso los golpearon tanto. No pudieron defenderse debido al número. Los buscaremos y los meteremos presos. No se preocupen.
Ellos se fueron con una sonrisa amable en el rostro. Y claro que no me iba a preocupar. El maldito había justificado que habían sido muchos. Sería penoso para él reconocer que un solo hombre había podido contra cinco. Además el muy desgraciado dijo que "ellos" estaban ebrios. Si tan solo supieran la verdad… .