El traslado

Luego de revisar mi lista una Y otra vez,cierro la maleta y la pongo en el suelo. Oigo a mi hermana murmurar en el cuarto de al lado, y me pregunto qué estará diciendo.

Cierro la ventana de mi habitación, la habitación que no volveré a ver durante un buen tiempo.

O al menos hasta que nuestros nuevos padres nos abandonen, como hicieron los anteriores.

-Niñas- nos llama Jeanine Olsen, la mujer que se encarga de buscarnos unos padres temporales cada vez que nos devuelven. Nos conocemos hace unos cinco años, y sigue sin diferenciarnos a Mi hermana y a mí.

Sarah y yo bajamos, y la señora Olsen nos mira con desconcierto.

Se rasca la frente, y luego saca un papel del bolsillo. Lo desdobla y lee

-Sarah, ¿llevas contigo  tus medicamentos? No quiero tener que devolvernos más tarde. Elizabeth, recuerda que tienes que avisarle a tu hermano cuando lleguen a la casa de los Maddox.

Genial, los Maddox.

Hasta donde sabemos, es una hermosa familia adoptiva que ha ayudado a muchos muchachos y los ha sacado de la miseria, humillación, y de vicios. Deberíamos estar agradecidas de que una hermosa familia como esta nos quiera, teniendo en cuenta todo nuestro historial.

-Si- dice mi hermana- traigo la medicina conmigo.

Yo me limito a resoplar. Por suerte para mí, Jeanine ya está acostumbrada a mi despectiva manera de responder.

Salimos de la casa, y Sarah se da vuelta. Suelta su maleta, y se despide de nuestra casa con una mano.

Esa casa ha sido nuestra desde antes de nacer, ya que nuestros padres la dejaron a nombre nuestro, para que hicieramos con ella lo que quisieramos al cumplir los dieciocho.

Ya ha pasado mucho tiempo, y aún así nos parece una eternidad hasta el día que cumplamos la edad requerida: el 1 de agosto del próximo año.

Me meto en el auto de Jeanine, y espero pacientemente a que mi hermana se acomode a mi lado.

A pesar que no vivamos en la casa, vamos a ella por lo menos tres veces al año. Sobretodo cuando nos echan de una familia temporal o cuando extrañamos algo que nos recuerde a papá y mamá.

Nuestro hermano debería ser el responsable de nosotras, Pero no ha podido cuidarnos ya que está haciendo una investigación en Suiza.

Supongo que es mejor así. Una carga menos para él.

Sarah mira por la ventana con dolor mientras el coche avanza; y me tengo que morder la mejilla para no poner los ojos en blanco.

No entiendo porque se pone tan sentimental siempre que nos vamos. Ella sabe que volveremos.

Siempre lo hemos hecho, y siempre lo haremos.

Es nuestra casa y sólo nuestra. Nadie nos la puede quitar.

-bueno- empieza a hablarnos Jeanine, entusiasmada-. Esta pareja que las va a recibir es una pareja muy, muy bonita.

-¿igual que la anterior, o esta vez si es realmente bonita?- digo

Sarah me da un codazo

-¿qué?

-No seas grosera, Libby- me regaña

Me cruzo de brazos y miro por la ventana durante el resto del trayecto.

-Todas las familias que las han recibido han sido bonitas, Elizabeth. Aparte, esta tiene algo muy interesante - continúa Jeanine-. Han acogido a casi veinte chicos.

-¿El decimonoveno se suicidó antes de llegar o algo?- alzo las manos antes de que Sarah y Jeanine me reprendan- sólo digo que quiero estar bien informada antes de llegar a la casa del terror.

Jeanine aprieta los labios y Sarah hace una mueca.

-¿cuántos chicos viven allá actualmente?- pregunta, nerviosa.

Jeanine busca algo en una libreta, y recita:

-"hemos sacado adelante a 18 adolescentes y niños desde hace unos años. Ya casi todos son mayores de edad, pero aún nos visitan frecuentemente. Justo ahora somos nueve: Una pareja mayor de edad que se está preparando para irse, cuatro chicos, una chica, Sam y yo. A nosotros (a todos, estoy segura) nos encantaría acoger a Sarah y a Elizabeth en su nuevo hogar"

Me entran ganas de vomitar, entonces abro la ventana con disimulo.

Sarah se seca las lágrimas, que le corrían libremente por las mejillas pálidas.

-ya quiero llegar- suspira

Yo no.

Definitivamente no quiero llegar a otra casa que no sea la mía.