Mi hijo, el hijo del mar

Te conquistaré

— Mis fuerzas defendieron el planeta, y logramos tomar prisioneros a los gobernantes enemigos.

— Veo que te acompaña alguien — se dio cuenta que había una jovencita tras su hijo.

— Te presento a mi prometida, Ibig.

— Princesa Ibig — corrigió con cara de menosprecio, que cambió por una sonrisa cínica cuando voltearon a verla — un gusto señora — hizo una reverencia, se ve solo un poco mayor que yo pensó.

— El gusto es mío, dime Ina. Ahora hijo, cuéntame cómo fue la batalla, y como se conocieron con tu novia.

— Disculpen, les molesta si puedo descansar... en algún lugar de este... sitio, estoy cansada.

— Puedes usar la habitación de Dagat, él dormirá en la sala — a su hijo — te estaré vigilando, no quiero escuchar gatitos a media noche — el joven se sonrojó, Ibig miró sin comprender.

Mientras la jovencita descansaba, madre e hijo conversaron a solas en la sala.

— ¿Quieres casarte con ella sólo para lograr la paz?

— Esto lucha lleva mucho tiempo, con eso se soluciona todo.

— No me mientas jovencito — suavemente le tiró la oreja sonriendo.

— ¿Tan evidente es? — preguntó sonrojado Dagat.

— Tal vez engañes a quien no te conoce, pero soy tu madre ¿Crees que ella te corresponde?

— No — ante la mirada de pregunta de ella, siguió — por eso quise traerla, ocuparé este tiempo para conquistarla.

Ina pensó un rato mirando a donde dormía la joven.

— Sé que te irá bien hijo. Eres el más guapo e inteligente del mundo, quien no se enamoraría de ti — le revolvió el cabello.

Esa noche la princesa se preparó para que el joven entrará en su pieza, incluso dejó la puerta sin seguro, y la daga bajo su almohada, pero nada ocurrió, al otro día Ina preparó el desayuno para todos.

La mujer les habló cuando terminaron de comer.

— Ahora eres un Rey, y tú una Princesa, pero en mi casa todos somos iguales. Mientras yo voy a terminar un pedido de ponchos y bufandas a telar, divídanse las tareas y me avisan cuando esté listo el almuerzo — se retiró por una puerta, que daba a su taller.

— ¿Habla en serio? — preguntó sorprendida Ibig.

— Completamente — le pasó una escoba — barre mientras voy a buscar las cosas para cocinar, ya que supongo que no sabes.

— Por supuesto que no sé, esas cosas las hacen las mujeres de clase inferior, ninguna dama de mi alcurnia se encarga de las labores domésticas — arrugó la nariz mirando a su alrededor.

— Pues ahora tendrás que hacerlo, sino mamá se enojará y no te gustará verla así. Te lo digo por experiencia — se tomó el trasero y la cabeza.

Ibig se quedó sola sin saber qué hacer, pensaba que iría a una luna de miel anticipada, y ahora sería la esclava de una sucia humana. Iba a tirar la escoba cuando se acordó de su padre, antes que separarse le dijo que fuera lo más sumisa posible, y que hiciera TODO lo que le dijera el Rey, aunque lo más seguro que Sunog no pensaba en esto cuando la aconsejo de esa manera. Con mucho cuidado para no ensuciarse barrió, para ser la primera vez no lo hizo tan mal, a pesar de eso toda la casa quedó con polvo, incluida ella.

Ina pasó al baño, cuando volvió la joven la miró con rabia mal contenida

— No lo hiciste bien. Ahora toma — le pasó un paño — tienes que limpiar todo lo que ensuciaste al levantar polvo —- en eso volvió Dagat con las verduras para hacer un guiso, muy seria la mujer se volvió a encerrar.

— ¿Se molestó? — preguntó la Princesa.

— No creo, si se hubiera enojado ten por seguro que te habrías dado cuenta.

Esa noche Ibig cayó rendida a la cama. Al otro día se volvieron a levantar temprano, Ina antes de ir a su taller le enseñó a la joven a barrer, y regar las plantas del jardín. Al tercer día le tocó lavar los platos.

"¿Cuándo podré tener mi oportunidad de matar a mi "prometido"? Me duelen las manos, creo que me saldrán ampollas".

Al siguiente día el joven fue a ayudar a su madre con su trabajo, la princesa los miró aburrida de un rincón.

— Hija — le apuntó un telar — ya nos has visto hacerlo, ahora te toca hacer una bufanda, al menos.

— Pero... — si vio, pero no puso atención.

— Lo harás bien, si tienes problemas nos avisas, mi niño a los 5 años me ayudaba perfectamente — esto hirió el amor propio de la joven, demoró todo el día, pero la prenda quedó perfecta — eres persistente y tienes orgullo, me gusta eso — se fue a preparar la cena.

Cuando quedaron solos, Dagat le sonrió contento.

— Conquistaste a mamá.

Todos los días eran iguales, Ina nunca los dejaba solos, y cuando iban a caminar siempre que estaba lista para deshacerse de Dagat, la mujer aparecía como de la nada y la jovencita debía guardar la daga. A la semana que llegaron, Ina sintió a su hijo caminar al amanecer sigilosamente hacía la habitación de Ibig.



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En el texto hay: amor complicado, misterios, muerte

Editado: 16.02.2020

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