Por Anabel Ramos Núñez
Había una vez una hermosa niña que se llamaba Camila. Ella trabajaba mucho para poder mantenerse, ya que su madre no trabajaba.
Camila tenía otra hermana que era muy perezosa, no le gustaba trabajar ni ir al campo porque vivía con asco al campo. La hermana perezosa de Camila se llamaba Nicol. Pero una vez, su madre se enfermó. Camila estaba muy preocupada y tuvo que irse por un tiempo. En el camino se encontró con un árbol seco.
—¡Ehhh! ¿Me podrías ayudar? —dijo el árbol desesperado— Me estoy secando y nadie me quiere ayudar.
—Claro que te puedo ayudar —contestó Camila —Me gusta ayudar.
—Gracias —dijo satisfecho—, como recompensa te daré un cofre que más adelante te servirá de ayuda.
Camila se fue feliz por el camino, pues ella era una niña muy humilde. Luego, se encontró un tanque que también necesitaba ayuda.
—Mi niña, ¿me podrías ayudar? —preguntó el tanque —Necesito agua, y no tengo.
—¡Claro que te puedo ayudar! —contestó muy presta la niña.
—Gracias, princesa —dijo agradecido el tanque —Tienes un corazón muy humilde. Como recompensa te daré ¡un secreto! Toma este cofre, cada vez que pidas un deseo solo tienes que tocar.
—¡Oh, gracias! —dijo emocionada.
Luego, la niña perezosa fue al campo y se encontró con un árbol.
—¡Eh, eh!, ¿me podrías ayudar? —dijo el árbol —Me estoy secando y nadie me quiere ayudar.
—¡Ay no, qué asco! —dijo la antipática niña —No, ayudaría a un árbol tan feo como tú, ¡Guácala!
Luego, en el camino, la niña perezosa se encontró un tanque de agua que necesitaba ayuda.
—¡Eh, eh!, ¿Me podrías ayudar? —pidió el tanque —Necesito agua.
—No, no y no —replicó la huraña niña.
Nicol, la niña perezosa, siguió su camino y sin querer cayó en un charco y se fue a su casa enlodada. Por el contrario, Camila fue recompensada y ahora es rica. Ella pudo ayudar a su madre. Nicol se arrepintió y le pidió perdón a su familia.