Ángel P.O.V
—¿Qué mis ojos qué? —pregunta aturdida, desenreda sus piernas de mi cintura a la vez que parpadea y sus ojos vuelven a su estado natural.
—Que estaban rojos, por unos instantes, estaban rojos —explico con sinceridad.
—¿Pero rojos de rojos? O sea ¿La parte blanca estaba roja o lo del medio? —Me separo un poco de ella.
—Tus pupilas estaban rojas —Vuelvo a explicar con paciencia, paciencia que no sabía que tenía.
—No, no, no, no —Niega rápidamente caminando por la sala de la casa, yo le observo con curiosidad—. Esto no es lo que pedí.
—¿A qué se refiere? —Me pregunta mi lobo.
—No lo sé —Le respondo sincero, me acerco a ella con la intención de calmarle, siento la necesidad de protegerle; antes de que me pueda acercar a ella, sale de la casa negando y yo le sigo de cerca.
—¡Esto no es lo que pedí! —grita al cielo y al dirigir mi mirada ahí, puedo ver el atisbo de la luna— ¡Yo no te pedí esto! —¿A quién le grita? ¿Es a la Diosa Luna?— Yo no pedí esto —Vuelve a decir, pero ahora en un susurro—, yo solo te pedí que me lo devuelvas —Mi ceño se frunce—, yo solo lo pedí a él, solo te pedí un refugio.
Intento acercarme y la veo desplomarse en el suelo, cayendo de rodillas, puedo sentir su tristeza, su miedo, su dolor, y puedo oler lo salado de sus lágrimas, mi corazón se destruye y me arrodillo a su lado atrayéndola a mi pecho con mis brazos, ella se sobresalta, pero no me aparta. Me siento en la tierra y la acomodo en mi regazo, acariciándole el pelo y meciéndola levemente. Mi lobo disfruta su contacto.
Luego de un rato, me doy cuenta de que se ha dormido, me levanto con ella en brazos y entro con ella a la casa, no sin antes darle un vistazo a la luna que se asoma y al sol que se esconde.
[...]
La observo dormir, al primer intento encontré su habitación, solo tuve que buscar la que más tiene su olor, mi lobo gruñe de satisfacción debido a que mi olor se está impregnando en ella.
—¿Por qué no la despiertas y la marcamos?
—No voy a hacer eso John, sería imprudente y ella tiene algo extraño —confieso a mi lobo mentalmente, para no despertarla.
—¿Extraño?
—Sí, extraño ¿Notaste sus ojos? Se volvieron rojos y ella no es una licántropa, eso no es normal en humanos.
—¿Cómo sabes que es humana? —Levanto una ceja internamente ante su ocurrencia.
—Ella huele a humana, todo su cuerpo huele a humanos.
—¿Y cómo explicas sus sentidos súper desarrollados? Por ejemplo, ¿Cómo sabía que ese hombre era un cazador ilegal?
—No es temporada de caza.
—Me refiero a que escucho cuando venía y fue un sonido que apenas pudimos oír, nosotros somos licántropos, según tú, ella es humana ¿Cómo explicas que ella escuchó ese sonido?
No le respondo, él tiene algo de razón.
—Además —continúa— ¿Cómo sabe ella tanto de los hombres lobo?
—¿Internet?
—En el internet no están las cosas que ella sabe.
—Entonces ¿Por qué huele a humana?
—Creo que tal vez, sus padres biológicos no la criaron.
—¿Quieres decir que ella es una licántropa criada por humanos?
—Exacto, eso explicaría porque huele tanto a humanos.
—También explicaría porque se sorprendió cuando sus ojos cambiaron de color.
—Y el porqué la luna roja le afectó.
—Pero eso no explica cómo sabía que nuestro punto débil es detrás de las orejas.
—Quizás fue instinto.
—Si fue criada por humanos ¿Cómo sabe de la Diosa Luna? Eso no es algo que se aprende en internet. Esas cosas solo un hombre lobo se las puso enseñar.
—¿Crees que ella sea una...
—...no cambiante? —Termine por él.
—Pero, esa raza de licántropos se extinguió hace siglos.
—No se extinguieron del todo ¿Te acuerdas de los Smith? —Un pequeño nudo se forma en mi garganta.
—Sí, la pareja de científicos de la manada ¿El hombre no era el mejor amigo de tu padre?
—Sí, y creo que uno de los dos no cambiaba, por un desorden genético o algo así.
El pitido de una alarma me hace volver a la realidad y dejar la conversación con mi lobo para después, la veo removerse en su cama, pestañeo y cuando abro los ojos, ella está sentada mirándome. Se levanta sin apartar la mirada de mí, y apaga la alarma, luego sale de la habitación y yo no dudo en seguirla.
—¿Para qué son? —preguntó al verla abrir un frasco de pastilla.
—No lo sé.
—¿Te la tomas sin sabes qué es? —No la entiendo y mi lobo menos.
—Mi padre me dijo que tenía que tomarme una cada dos días, dime Ángel, ¿Cuestionarías a tu padre? —Su mirada se vuelve intrigante y curiosa, a la vez que sacaba una de las pastillas.
—Mi padre abandono la manada cuando tenía 15 años —explicó sin saber porqué lo hago, ella se detiene y deja la pastilla a un lado.
—¿Él era el Alfa? —pregunta sin dejar de mirarme.
—Sí.
—Por eso eres un Alfa, aunque dudo que tú linaje sea puro —Puedo notar un toque de burla en su voz y me doy cuenta de que nunca le dije mi nombre.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Me acerqué a ella y la acorralo entre una pared cercana y mi cuerpo. Ella no se intimida.
—Oh cariño se mucho más que tú nombre —Me quedó intrigado con sus palabras.
—¿Qué es lo que sabes?
—Ángel Dalas, Vicepresidente de una empresa en Inglaterra —habla como si yo no estuviera aquí—, Alfa de alguna manada cercana, debido a que antes vivía aquí, su mejor amigo, Marcos Rojas, es su secretario en dicha empresa y también es su Beta. ¿Quieres que continúe?
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Editado: 08.08.2022