Mi Loco Amor...

Epílogo *

Dos meses después...

Íker estaba nervioso engullendo un pastel de chocolate con un jugo de melón mientras llegaba la hora de salir al altar a esperar a Paulina. Los nervios y los síntomas del embarazo, ya que a él le había aquejado dichos antojos y náuseas que hacía reír de felicidad a Paulina, quien se había evitado de las náuseas mañaneras que él poseía. Su amigo estaba dándole ánimos a su estilo, mientras sonreía al ver a su amigo como se tomaba el jugo con tantas ganas que se atrevió a sacarse él también, igual que Íker un vaso de jugo y llevárselo a la boca. Una vez llegada la hora se cepilló los dientes y se preparó para subir a la avioneta, pues desde aquella pedida de mano bastante peculiar, a Paulina le llegó la idea de lanzarse por los aires para que su llegada sea única, ya que a ella le había encantado cuando él lo había hecho.

La avioneta de él le estaba esperando y no podía dejar a su amigo fuera, así que Leo le acompañaría en su lanzamiento. 

Leonardo, a su lado, le daba consuelo intentando calmarse el mismo, por el hecho de que parecía que se iba a desmayar por estar tan nervioso en los aires.

—Cálmate hombre que vas a sudar como puerco y tu mujer se va a decepcionar de ti. — se burlaba el ya más animado, pues aunque no había logrado arreglar las cosas con Victoria. Se habían ido de viaje por problemas de la familia de Leo y habían acordado que serían amigos, pero a leguas se les notaba la tensión sexual que poseían ese par. Sabía que tarde o temprano ese par terminarían casado y con familia porque se habían enterado de un gran secreto que cambiaría las cosas para siempre a Leo y evidentemente a Victoria igual. Aunque ella se le notaba el amor por Leonardo y él para con su muñeca, debían sanar para que las cosas funcionen.

—Ya te quiero ver cuando Victoria estese lista a volver contigo y tú, todo desesperado para que no te deje, quieras unir tu vida a la de ella. —explicó Íker con sorna y se alegró al verlo palidecer.

Cerca a él estaba la avioneta de Paulina quien de igual manera estaba acompañada de Victoria que al contrario de los hombres ellas estaban encantadas, obviamente habían preguntado al médico que le atendía que querían botarse por los aires para el matrimonio y gracias a su buena salud el galeno había dado su visto bueno para que cumpliese su deseo.

Su primer hijo estaba bien resguardado en el vientre de Paulina. 

Primero se lanzaría él y Leo y luego procedería ella, quien en tierra firme lo esperaría Giuseppe, quién estaba totalmente restablecido y caminaba perfecto para entregarla al altar. También estaba Octavio, su amigo taxista, que de igual manera lo había invitado, pues él fue una gran ayuda cuando ella no tenía trabajo y él muy amablemente había servido de chófer personal para ella.

Llegada la hora, Íker procedió a lanzarse junto a Leo, quien iban cerrados los ojos mientras descendían y al llegar a tierra estaban pálidos. Íker, por su parte, se arrepintió de haberse atiborrado de todo lo que comió, pues sintió su estómago, revolverse, sin embargo, era su matrimonio y no lo dañaría por nada.

Leo si fue directo al escusado y boto el jugo maldiciendo a su amigo por invitarlo a hacer dicha locura. En fin, lo que hacía por los amigos.

El turno de Paulina llegó y se lanzó junto a Victoria, las dos gritaron extasiada y de alegría ante la euforia de estar en los aires. En cuanto legaron a tierra, su amiga la ayudó acomodarse el vestido que se colocó de inmediato, saliendo toda hermosa a tomar la mano que Giuseppe la extendía. Todos los invitados estaban emocionados ante la entrada de los novios. De inmediata, Isis fue a posicionarse a tomar el velo y empezar a caminar junto a Paulina, con quien habían hecho buenas migas y se llevaban muy bien.

Los invitados seguían aplaudían, emocionados ante el acto espléndido que habían visto al ver a los novios junto a sus mejores amigos caer del cielo literalmente. 

La ceremonia fue muy hermosa, el pastor dio un discurso muy motivador sobre el amor y su valor, sobre lo mucho que deben cultivar y fortalecer cada día para jamás decaiga ante las adversidades que la vida traiga. Al momento de dar el sí lo sellaron con un beso de amor para siempre.

 

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Seis meses después. 

 

—Respira cariño. — decía Íker a Paulina quién iba en el auto qué alguna vez había destruido.

A un costado estaba Antonella sosteniendo su mano, quien hacía muecas al fuerte agarre que ejercía Paulina ante el dolor que sentía. 

—Te odio y voy a dejar que vuelvas a tocarme nunca. — espetó enojada y con lágrimas en los ojos—. Mentira, te amo mi vida. — se retractó de inmediato y estirando la mano para que Íker la tomase, quien al ver su deseo la alcanzó y apretó fuerte, dándole el apoyo que necesitaba.

Con un suspiro aliviado estacionó en el hospital y ayudó a bajar a Paulina y a su nana para llevarla a la sala de maternidad de la clínica. Estos últimos ocho meses habían sido un cúmulo de sentimientos, pues el carácter de Paulina había sido bastante cambiante, pues cada momento llorara o estallaba en furia, sin embargo, había disfrutado mucho el proceso y no se quejaba ni mucho menos, pero si había sido bastante… peculiar el estilo de vida que había tenido, ya que a la madrugada se despertaba con incómodos antojos y luego las náuseas mañaneras que lo aquejaban pues, él había sufrido con los malestares típicos del embarazo.




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