— ¿Puedo sentarme aquí? — pregunta un niño pequeño
— Por supuesto — respondí
El niño se sienta junto a mi. El niño no debe de tener más de siete o nueve años apróximadamente.
Mientras el niño se acomoda, y las mangas de su camiseta se suben un poco y consigo ver sus antebrazos.
— ¿Y tus padres? — pregunto
— Mi papá está esperándome en casa, y mamá está… — el niño se calló — ella está en el cielo. — finaliza con un suspiro
— ¿Por qué tienes esto? — preguntó señalando sus cortadas
— Mamá las tenía cuando se fue al cielo, y pensé que si yo también las tenía podría… podría ir con ella. — responde bajando la cabeza
— ¿Te cuento algo?
— ¿Qué cosa?
— Tu madre era un ángel, y como todo ángel debe volver a su hogar algún día. Eso — señalo sus cortadas — , eso lo tienen los ángeles y tu madre era uno. Pero tú, tú no debes de tener esto. Si lo tienes llegarás demasiado temprano y no le darás tiempo para preparar tu fiesta de bienvenida.
— Pero… — solloza — pero yo quiero ir, quiero verla ahora.
— Lo sé, sé que la extrañas. Mi madre también era un ángel, y la extraño cada día.
— ¿No quieres ir con ella?
— No, no aún… le hice una promesa; no iría a visitarla hasta que sea muy viejito y mis hijos también.
— Entonces… ¿Qué hago?
— Vive, vive y disfruta todo lo que ella no pudo.
Él se queda en silencio y yo lo acepto. No hablamos por unos minutos, hasta que llega el momento en el que tengo que bajar del autobús.
— Aquí me bajo. — decimos el niño y yo al unísono
— Te acompaño a casa — le doy la mano y caminamos juntos a su casa que está a unas cuatro casas de la mía.
Él se detiene frente a una hermosa casa color negro, de la cual sale un hombre de apróximadamente mi edad.
— ¡Papi! — dice el niño al verlo y corre a abrazarlo
— ¡Hola campeón! ¿Cómo estás?
— ¡Muy bien! Hice un amigo en el autobús — me señala
— Oh, genial. — se acerca a mí — Soy Tom, el padre de George.
— Matthew — lo saludo
— ¡Papi! ¡papi! — dice el niño corriendo a él — ¡el señor dijo que mami era un ángel! Y que no debo ir con ella aún, dijo que ella aún prepara mi fiesta de bienvenida. — explica
— ¿Enserio? — dice y voltea a verme
— Si, yo… entiendo que tal vez sea un poco inapropiado.
— No hay problema, está bien. A Josephine le habría gustado tener una conversación así… yo lo intente, pero para mí es muy difícil hablar sobre esto.
— Estoy seguro de que… Josephine estaría muy orgullosa de su hijo.
— Gracias.
Me despido de ambos y empiezo mi rumbo hacia mi casa… Josephine, tuvo la vida que siempre quiso; solo no vivió lo suficiente para disfrutar de ella.