Mi mejor amiga.

La soledad y la amistad.

Alenda.🍊

El sonido de la puerta al cerrarse resonó en toda la casa mientras dejaba mi mochila en el suelo del recibidor. Estaba acostumbrada a volver a una casa vacía después de la escuela, mis padres siempre estaban ocupados en la empresa, tratando de encontrar una solución a nuestros problemas financieros. Aunque sea antes me recibía una empleada dándome la bienvenida a mi hogar, ahora solo podía darme cuenta del tétrico silencio de la nueva casa. Mi antigua mansión no tenía punto de comparación con mi actual vivienda de cinco pisos, definitivamente el primer lugar era más lujoso.

Suspiré mientras caminaba hacia la cocina, sabiendo que encontraría una comida rápida y sin mucho sabor sobre la mesa. Extrañaba a mi cocinera, tenía un delicioso sazón y siempre me acompañaba para almorzar, desde luego que mis padres casi nunca estaban en casa. Y no me equivoqué, un tupper con puré de pollo me esperaba, una muestra más de que mis padres estaban demasiado ocupados para preocuparse por algo tan trivial como la comida.

Con desgano, me serví un plato y me senté en la mesa, dejando que la televisión de fondo me acompañara. Encendí el televisor y encontré una caricatura de My Little Pony, una de mis favoritas desde que era niña. Casi siempre me identificaba con Fluttershy, aquel personaje que era alguien tímida pero benévola. Presté atención a la pantalla, sintiéndome un poco menos sola mientras disfrutaba del almuerzo.

Olvidándome por un momento de que estaba sola en la mesa, me sumergí en la trama de la caricatura, riendo con las ocurrencias de los personajes. Terminé mi comida con rapidez y me levanté de la mesa, decidida a hacer mis tareas antes de que mis padres regresaran a casa. No recuerdo haber tenido otra rutina más que comer y realizar actividades del colegio, desde que inicié inicial seguía los mismos pasos.

Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación, cambiándome rápidamente por ropa cómoda de estar en casa. Me senté en mi escritorio y comencé a trabajar en mis deberes escolares, tratando de concentrarme en algo más que en la soledad que me rodeaba. Una hoja de ejercicios de matemáticas y una infografía de ciencia sociales fue lo único que tenía pendiente, así que me dispuse a repasar el tema reciente de la clase escuchando un video.

Una vez terminadas mis tareas, me acerqué a la ventana y observé el paisaje desde el segundo piso de la casa. Pasaba una chica junto a su padre, sostenía una paleta de helados mientras que su progenitor le acariciaba la cabeza. Me di cuenta de algo que ya sabía, estaba sola, como siempre, pero la idea de salir a pasear me daba un poco de miedo. Mis padres me habían sobreprotegido tanto que apenas me atrevía a salir de casa sin su supervisión. A lo mucho, mis antiguas niñeras me sacaban al parque cerca de mi mansión cuando les rogaba que quería salir un rato y no estar siempre en el extenso jardín trasero.

Aburrida de estar sola, decidí darme un baño y luego acostarme en mi cama junto a mis peluches, dejando que mis pensamientos vagaran por mi mente. Era una costumbre infantil, lo sabía, pero no podía evitarlo. Observé toda mi habitación, el color blanco me daba dolor de cabeza, solo mis sábanas rosadas resaltaban en aquel cuarto. Cerré los ojos y me obligué a dormir, tenía tantas dudas que no quería atender. Finalmente me rendí y me dejé llevar por mis pensamientos.

< Comencé el año escolar como siempre, asistí el primer día de clases con mi nuevo uniforme y mi lonchera preparada. Mi chófer iba hasta el colegio y me dejaba ahí, me sentaba a estudiar y comprar algunos postres que me gustaban. Regresaba y ya tenía el almuerzo listo, solo comía cuando ya estaba lista. Tenía un tutor privado que me ayudaba en los deberes y luego clases de piano, mi vida encerrada en una mansión no era tan mala.

Todo estaba siguiendo como solía ser hasta que un jueves, cuando regresé al colegio, no hubo ninguna enpleada en la entrada. Cuando ingresé, mi mirada se posó en los destrozos que estaban esparcidos en la sala. Asustada, pensé que era un ladrón, y justo cuando iba a pedir ayuda, escuché unos sollozos frustrados por el pasillo, una curiosidad inmensa se apoderó de mi persona y seguí el sonido, dando con la habitación de mi madre.

"Maldito imbécil, eres tan poco hombre para enfrentar las cosas", era la primera vez que escuchaba a mi madre hablar de esa forma.

Estaba acostumbrada a su mirada seria y desinteresada, pero la faceta deplorable en la que estaba me sacó de mis casillas.

"Mujer, tampoco me des toda la responsabilidad, debemos encontrar una solución", reconocí la voz de mi padre.

Mi madre tenía el maquillaje corrido por sus lágrimas de frustración, mientras que mi padre tenía la camisa desarreglada y la corbata salida. Ambos estaban en un estado tan raro que supe que algo malo había pasado.

"¿Qué ha ocurrido?", pregunté angustiada.

Aquella mujer adulta que me había dado luz solo se acercó a mi y echó a llorar nuevamente. Actúe por instinto, me puse delante de ella mirando expectante a mi progenitor. En la escuela habían dado una charla sobre la cifra alarmante de la violencia que ejercían los hombres a sus esposas, y temí que fuera la situación.

"Nos han robado" soltó mi padre, agarrando su frente con estrés.

"¡Le diste confianza a un empleado y él supo la caja fuerte!" gritó mi madre "¿Por qué no dices la verdad, estúpido?" añadió tirando la fotografía de ellos dos juntos al suelo, quebrando el vidrio.

"¡Todos cometemos errores, no me culpes de todo! No es como si hubieras estado sospechando de él, también lo trataste bien", intentó justificarse.

"Tal vez porque un inútil me dijo que era una persona de confianza. ¿Se supone que debería dudar de tu palabra, de la palabra del hombre a la que estoy unida?" preguntó intentando contenerse.

"Lo arreglaremos, entiende, buscaremos una solución y todo estará bien", mi padre se acercó a su esposa con la intención de abrazarla.



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En el texto hay: chicaxchica, lesbianas, saga

Editado: 12.11.2024

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