Mi Mitad

Capítulo 09 "Ser fuerte"

Spencer

Tres días han pasado desde las pruebas, he estado entrenando todos los días por al menos cuatro horas. Mi puntería con el arco y flecha no ha mejorado, pero al menos ahora la flecha logra llegar más lejos que la primera vez.

En cuanto a Michella, tuve que disculparme con ella igualmente. Sabía que las cosas se habían aligerado entre nosotros, pero si no se lo decía no lo dejaría pasar tan fácilmente.

“Yo también lo siento”, me dijo. No puedo culparla por pensar que mi madre tiene la culpa de algo, al fin y al cabo, Michaella no tiene ni idea de lo que pasó mi mamá en Rumania.

Caminé por la manada como todos los días antes de ir al entrenamiento y después. Pero este día es diferente. El ambiente es cada vez más pesado, tenso y abrumador. Todo está en completo silencio, la gente camina rápidamente de un lado a otro y evitan salir de la casa. Hoy no se salía, hoy no se hacía juntas, hoy no se entrenaba, hoy a penas y se hablaba, hoy es luna llena.

Suspiré sintiéndome raro, no sabía que esperar de esta noche, me ponía en cada caso posible, desde el mejor al peor. Si Aza lograba escapar habría que detenerlo de cualquier forma posible.

Hasta ahora la idea de tener que matar a Aza era impensable para la manada, sin él la manada quedaría con mi tío Damon como Alpha y sin Beta. Pero ahora que yo estoy aquí, la muerte de Aza ya se empieza a considerar como última opción a pesar de que yo no tenía experiencia alguna.

Sacudí la cabeza para sacar ese pensamiento de mi mente. No quiero pensar en que algo saldrá mal y tendré que matar a mi propio padre. ¡Vamos! Lo acabo de conocer en persona no me lo pueden quitar ahora.

—No te ves bien— Michaella apareció a mi lado. La observé con atención, lleva puesto el mismo arnés que llevaba en las pruebas, solo que esta vez el maldito arco y flecha no lo lleva encima. El arnés se pierde dentro de su ropa negra, jeans negros, polo negra, botines militares negros, chaqueta de cuero negra y guantes negros.

— ¿Acaso estás de luto? —bromeé. Como siempre, cada vez que lleva ese arnés encima, no sonrió.

—Esperemos que no sea necesario estar de luto por la mañana— dijo cortando mi pequeña broma. Mi sonrisa se borró al pensarlo.

—Sabes, eso no ayuda mucho— dije sonriéndole ligeramente algo incómodo. La pelinegra me miró y me sonrió disculpándose.

—Lo siento.

— ¿Cómo es? —pregunté. La chica suspiró.

—Mi perspectiva no es…— se detuvo, miró al frente, por unos segundos se quedó callada y luego volvió a hablar— quiero decir…no creo que mi perspectiva de cómo es sea igual a la que tú tendrás hoy.

—Bueno, claramente no, has vivido con esto toda tu vida—ella negó. Sus ojos azules me miraron directamente, se les veía algo oscuros y supongo que es debido al papel que interpreta cada vez que toda un arma, pero también logré localizar ese brilla de preocupación en ellos.

Michaella se ha vuelto una gran amiga estos días, ha sido mi guía y mi mentora. Cosas que Steph no puede enseñarme, ella lo hace. Realmente es una chica bastante madura para su edad y no sé si sentirme bien por eso o no. Michaella solo tiene quince años, a punto de cumplir los diez y seis, a su edad yo en lo único que pensaba era en mi transformación y en mi Mate, eso era lo normal, pero ellos no.

Sus palabras aún suenan en mi cabeza como un eco, llevándome a la cruel realidad que ha vivido la manada por años desde que mamá se fue. “La mayoría de edad de los licántropos es solo un boleto directo al infierno de la guerra”, dijo y le creo.

Me sentí mal cuando me di cuenta de que estaba comparando mi vida con la de ella, no tenía derecho a comparar.

—No es por eso que lo digo— habló trayendo mi atención nuevamente a ella— tu tienes una conexión con él que yo nunca lograré tener. Es tu padre, no el mío, aunque te diga mi punto de vista, en el momento en el que ocurra, todo será diferente. Lo verás como nunca antes has visto a alguien, encadenado, amordazado, amarrado, encarcelado, transformado en un animal sin control ni consciencia, lo escucharás gruñir tan salvajemente como una bestia, lo escucharás gritar de dolor y tendrás que aceptar que en ese momento no será tu padre, si no un monstruo.

—Tus palabras son duras, Mica— bromeé tratando de aligerar el ambiente, pero muy en el fondo, sé que lo hice más por mí que por ella. Es algo difícil aceptar el hecho de que tu padre va a enfrentar una situación terrible, frente a tus ojos, y que no puedes hacer nada para evitarlo.

Los brazos de Mica alrededor de mi pecho me sorprendieron gratamente. Con un suspiró le correspondí el abrazo pasando los míos por su cuello, apoyé mi mejilla en su cabeza cuando ella apoyó la suya en mi pecho. Cerré los ojos sintiéndome mejor y más tranquilo.

No sabía qué era, pero la presencia de Michaella lograba calmarme tanto como alertarme, dependiendo de lo que hiciera.

—Todo estará bien, Spens— susurró al tiempo que sus manos acariciaban ligeramente mi espalda de forma tranquilizante.

—Eso espero— susurré de vuelta.

 

Mas tarde, a las ocho de la noche la manada estaba en completo silencio y en tensión total. Ni un alma en la calle, todo aquel que no estuviera de servicio pasaría la noche en los conteiners. El clima empeoró a medida que la noche llegaba. El cielo se oscureció, los copos de nieve comenzaron a caer, la temperatura descendió considerablemente y el viento se alzó ligeramente.




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