Spencer
—Michaella —dije una vez estando frente a ella. Mica alzó la cabeza partiéndome el alma en el proceso. Tenía un par de lágrimas en sus ojos y me mira con dolor y tristeza en sus hermosos ojos, yo provoqué esto y es horrible— tenemos que hablar.
— ¿De qué? —me preguntó— no hay nada de qué hablar, me quedó más que claro todo.
—Mica —me senté a su lado.
—Spencer…no tienes que decirme nada, no soy estúpida, sé qué es lo que acaba de pasar.
—No es por eso que estoy aquí, sé que lo sabes, pero hay algo que no —me miró luego de secarse las lágrimas.
— ¿A sí?
—Mica, no te voy a mentir, yo me acerqué a ti por el aroma que desprendías —vi un destello de horror en sus ojos, supe inmediatamente sus pensamientos y, técnicamente, no estaba tan equivocada— al parecer el aroma de Romina se te pegó por el tiempo que pasabas con ella, es por eso que lo sentía tan fuerte y pensé que tú generabas ese aroma.
— ¡Ja! —la miré. Michaella apretó los labios y asintió con la cabeza mirando al suelo— o sea que todo este tiempo la única que estuvo sintiendo algo verdadero fui yo.
—No, eso es lo que te quería aclarar —me moví de mi lugar, me hinqué frente a ella y le tomé las manos con fuerza— yo me acerqué a ti por ese motivo, pero no me quedé contigo solo por eso. Nada fue mentira, que yo haya encontrado a mi Mate no significa que dejé de quererte de un momento a otro.
—No te entiendo ¿Cómo fue que pensaste que era yo si aún no cumplo los 16 y yo no lo siento?
—Conoces la historia de mi familia, Mica, para mí, en este momento, cualquier cosa es posible, incluso esto —suspiré— mi plan era esperar hasta tu cumpleaños, no tenía en mente acercarme tanto a ti, pero simplemente no pude evitarlo, tu aroma…digo, el aroma de Romina no me lo permitió.
—A mí me gustas, Spens y yo…—se echó hacia atrás apretando los labios y cerrando los ojos con fuerza. Tragué saliva para que el nudo en mi garganta no me hiciera llorar de culpa. Tiré de sus manos hacia mí y la abracé con fuerza.
—Mica, me gustas de verdad, me gustaste todo es tiempo a pesar de no ser mi Mate —suspiró en mi pecho— pero no me hagas escoger —susurré, arrugué la frente, respiré entrecortado y cerré los ojos con fuerza— por favor, no me hagas escoger, no me obligues a decírtelo en voz alta, no quiero hacerte eso- endurecí mi abrazo— por favor —le rogué.
Las manos de Michaella subieron por mi espalda, agarraron mi camiseta y la apretaron con fuerza al tiempo en el que su llanto se escuchó ahogado por mi pecho.
Yo también lloré, lloré abrazado a ella, lloré por culpa, lloré por haberla hecho sufrir, lloré por ser tan estúpido.
—Perdóname —dije con la garganta apretada— perdóname, Mica —bajé la cabeza y la apreté más cuando su sollozo se escuchó tan fuerte que me partió el alma en mil.
No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, pero en cuanto Michaella dejó de llorar yo también dejé de hacerlo. Se separó de mí, limpió su rostro y me miró. Imité cada una de sus acciones.
—Quiero…—respiró hondo— quiero estar sola —la miré por un momento antes de asentir en silencio. Bajé la cabeza, no puedo verla a la cara tan fácilmente, no después de haberla hecho llorar de esa manera.
Sin decir nada se dio media vuelta y se fue.
Me tomé mi tiempo para tranquilizarme antes de ir con Aza para hablar sobre Romina. Ya no me importaba la razón por la que no me dijeron de su existencia, ya no me importaban sus excusas para mantenerla encerrada tanto tiempo, ahora solo quiero sacarla de ese mugroso lugar y tenerla cerca de mí.
Y su hermano, que aún no sé si es su hermano de verdad, tendrá que esperar hasta que no me genere sospecha alguna.
—No te ves nada bien.
—Bueno —me giré— no lo estoy, digamos que…es un día agridulce.
—Agridulce —asintió— yo diría que más agrio que dulce —la miré ladeando la cabeza.
— ¿Y a ti qué te pasó?
—Nada importante —me sonrió.
— ¡Oh, no! —Cassandra me miró sorprendida.
— ¿Qué?
—A ti te pasó algo grande, no por nada me estarías sonriendo de esa manera como tratando de aparentar estar bien.
—Estoy bien.
—Sí, y yo soy Drácula.
— ¿Me llamaron? —mandamos un respingo ante la repentina aparición de Dracul.
— ¿Hace cuánto estás ahí? —pregunté algo asustado de que haya escuchado mi conversación con Michaella.
—Acabo de llegar —respondió para mi tranquilidad.
—No te llamamos —respondió Cassie— aparte, dijo Drácula, no Dracul ¿Cómo te puedes confundir con tu propio nombre?
—Es lo mismo, dicho de otra manera —dijo restándole importancia a su notorio error- de todas formas ¿Por qué esas caras largas? ¿Acaso pasó algo?
—Que no pasó querrás decir —respondí.
—A ver…al parecer me perdí de mucho ¡Yo solo fui al baño! ¿¡Cómo puede ocurrir tantas cosas mientras uno va al baño?! —reclamó. Lo miré incrédulo.