Ya son al rededor de las cinco cuando llegamos a la tienda. Estamos buscando algo de comer, me muero de hambre. Él a comprado algunas cosas para su madre y algo para su moto, no tengo idea de que es.
Yo sigo buscando que comprar y el empieza a sospechar porque me dice:
–¿Que buscas? Llevas media hora dando vueltas por todo el centro y no acabas de comprar nada. ¿O no está lo que buscas?.
Rápidamente se me ocurre algo porque el tiene razón, ya e recorrido la tienda completa y no acabo de decidirme por nada.
–Es eso– digo señalando un estante con varias cosillas en cima.
Me acerco para darme cuenta de lo que hay en el estante.
¿Es en serio?
–¿Chicles? Has venido a la tienda solo por ¿Chicles?– rueda los ojos y pasa a comprar uno resignado.
–Sip.
Compro una caja de chicles y veo como la encargada se queda mirando a Chuck descaradamente.
–¿Son novios?– pregunta ella.
Sinvergüenza.
–Ni en sus mejores sueños, sería su novia– le digo para luego ver como una sonrisa lobuna se asoma en los labios de la chica.
–¿Segura, Rosita?– sonríe.
Ella le guiña un ojo y le tiende un papel, el frunce el ceño y pasa a guardar el papel en el bolsillo de su pantalón.
–Llamame, lindo– le dice antes de ir a atender a otras personas que acaban de llegar.
–Llimimi, lindi– me burlo.
–¿Celosa?
–Obstinada de que todas se te ofrezcan tan descaradamente, ¿Acaso eres un príncipe o algo así? Porque no creo...
– Lo soy– me interrumpió.
–Si, eres el príncipe azul– ironicé.
–Soy tu príncipe azul, Rosita
–Ja, ja, ja... Rosita nunca necesitó un príncipe azul.
–Pero tu sí, y ese soy yo.
Dando por finalizada la conversación me giré sobre mis talones y me dirigí hacia la entrada para volver a casa. Ya estando afuera del local vi a Chuck salir y dirigirse a mí.
–¿Quieres ir a comer algo?– me sorprende su pregunta. Pero ya que me muero de hambre, acepto.
Nos vamos en su moto hasta un lugar donde hacen comida al aire libre, los puestos están un poco lejos de las mesas y desde allí se puede ver la playa. Es hermoso.
Pedimos unas hamburguesas y nos sentamos en una de las mesas de donde puedo ver perfectamente las personas que caminan de un lado a otro y se sumergen en el agua.
–Es hermoso ¿No?– su pregunta me saca de mis pensamientos.
–Oh, si– sonrió ampliamente –siendo sincera, nunca había visto nada tan hermoso.
Y es verdad, nunca había ni siquiera ido a un lugar cerca de la playa, en realidad, nunca había ido a la playa, pero era tan hermoso que podría quedarme allí el resto de mi vida.
–¿Es en serio?– me mira confuso.
–Si, la verdad, nunca eh ido a la playa– la tristeza se puede sentir en mi voz.
El me mira como si tuviera dos cabezas, desvía la mirada hacia la playa, parece pensar algo, luego vuelve a mirarme.
–¿No has ido a ninguna playa?
–No, ni una sola– le aseguro –¿Por qué?
Es se levanta de su silla dejando el último pedazo de hamburguesa que le queda y me jala del brazo haciéndome parar a mí también.
Luego empieza a correr como loco en dirección a la playa, yo no reacciono hasta el momento en que me suelta de su agarre, cuando llegamos.
–¿Que haces?– le pregunto.
–¿No querías venir a la playa? Aquí estamos.
Lo miro entre feliz y confusa. Miro a mí alrededor y puedo sentir el cálido aire que roza mi piel, se siente como si estuviera en un paraíso, veo la playa y el sol ocultándose, todo es tan hermoso que no me lo puedo creer.
–Gracias...– le digo apenada.
–No podía dejar que te fueras de aquí sin antes ver esto.
El me sonríe y solo ahora me doy cuenta que se ve jodidamente sexy, el sudor corre por su cabello ya que estaba corriendo, sus ojos chocan con el sol y el aire le despeina.
Sacudo mi cabeza, no quiero parecer una loca mirandolo así. Él se pone a mi lado y me hace un ademán para que me siente en la arena, lo hago.
–Nunca imagine que estaría mirando el atardecer en una playa contigo– digo negando con la cabeza y riéndome por lo bajo.
–¿Te lo imaginabas con Gaspar?– su cara es inexpresiva.
–No me lo imaginaba con ningún chico, la verdad.
El sonríe y me mira, no puedo evitar morderme el labio inferior al verlo así, tan tierno y a la ves sexy. Él vuelve su vista a la playa y yo ago lo mismo.
¿Que cosas estoy pensando?
–Nunca había traído a nadie aquí– dise, aún sin mirarme.
Sonrío, eso me gustó, pero no se lo diría claro está, tiene tantas chicas, como yo problemas.
–Para todo hay una primera vez– le digo viendo cómo el sol se oculta lentamente y ya casi anochece.
–Incluso para esto...– no sabía de que hablaba hasta que sentí su calida mano en mi mejilla y sus labios sobre los míos.
Me besaba, me estaba besando y yo no hacía nada para apartarlo, lo beso porque siento que esperé este momento toda mi vida. Él me sostiene con firmeza entre sus brazos, y me besa con ansías. Mis dedos se hunden en su cabello y tiro de sus hebras castañas cuando siento que su lengua irrumpe en medio del beso, rozando y tentándome. Sus manos presionan mi cintura con delicadeza, mientras nuestros labios se unen mágicamente.
Por un momento siento que no hay nadie a nuestro alrededor, que estamos solos en un mundo lleno de estrellas y que sólo nos ve la luna.
Hasta que nos separamos para recuperar el aire que pedimos, nuestras respiraciones son erráticas, mi pecho baja y sube con parsimonia. Desvío la vista al agua, no sé si pueda mirarlo a los ojos después de todo eso, quizás porque sé que para el no significa nada.