—Sentada por favor... —hago caso—. Y aquí vamos...
Una foto, un flash. Otra foto, otro flash.
Que les puedo decir... soy una princesa. Sí, como los cuentos de hadas que se están imaginando ahora, solo que quitenle las cosas raras que pasan ahí, aquí pasan otras cosas algo más reales. Esto es el siglo XXI. Claro, soy una Princesa del siglo XXI.
¿Esto es un cuento? ¿Esto es un "Había una vez..."? Puede ser.
Me presento, soy Ava Ivanovski, tengo diecisiete años recién cumplidos, soy de un pueblo pequeño de una isla al sur del continente Asiático. ¿Qué? Casi nadie sabe de la existencia de nosotros, cuando nos presentamos muchos quedan con cara de ¿son extraterrestres, anormales o qué?, aunque en parte lo somos. Pero eso lo iré contando en el transcurso de la narración.
Por donde iba, de físico soy muy diferente a mis padres, tía y hermanos. Todos altos, rubios, ojos azules oscuros o verde esmeralda como en el caso de uno de mis hermanos, y yo como que salí al contrario: castaña oscuro, ojos marrones oscuros y de estatura baja. Lo único lindo que heredé de ellos fue la nariz fina. Mis padres me dijeron que me parezco mucho a mi abuela paterna, nunca la conocí pero aseguran que soy su copia; a veces los genes no siempre corren de la misma manera, algo tendremos que nos conectamos y me tocó con ella.
—Ahora su hermano —él viene y se coloca al lado mío pero de pie—. Coloque su mano izquierda en el hombro derecho de ella...
Una foto, un flash. Otra foto, otro flash.
Él es Dante. No, no es el futuro "heredero al trono" como de seguro están opinando en este momento. Es mi hermano favorito, y no solo porque es especial sino porque es el único que me comprende. En unos meses cumple su mayoría de edad y tampoco creo que sea por eso que nos entendamos bien. Nos conectamos desde que éramos niños. Cuando llevaba unos días de nacida, los guardias encontraron movimiento cerca del castillo, algo que alertó a mis padres pensando en que querían hacer sabotaje ya que yo recién era una allegada... pero no sucedió eso... En plena noche encontraron una caja abierta, que al iluminarla con una linterna, había un bebé durmiendo plácidamente envuelto en una delicada manta celeste. Mis padres fueron informados de inmediato y algo en ellos despertó y se apiadaron de él. (Es el que les digo que tiene ojos verde esmeralda).
—Perfecto. El otro hermano —antes de que Dante se fuera, me abrazó haciéndome reír.
—¡Dante!, ¡Ava! —deja un beso en mi mejilla y se va con mi madre que por poco nos mata con la mirada—. ¡Comportense!
—Disculpa madre —ambos dijimos a la vez, pero él guiñó un ojo haciendo que suelte una risita.
—Per favore... payasos —puse los ojos en blanco con su comentario.
—Coloque su mano derecha en el hombro izquierdo de ella... bien...
Una foto, un flash. Otra foto, otro flash.
Este... ¡ash!... Este es mi hermano Alessandro, el mayor, el que odio y él me odia, es mutuo el sentimiento. Por un tiempo pensé que sería por lo que siempre fui y soy apegada a Dante... y no.
A, ¡don señor le molesta todo!, simplemente no me aceptó. Cuando supo que venía en camino su vida se arruinó. Él es siete años más grande que yo, el próximo año, al cumplir sus veinticinco, será coronado como el nuevo Rey de Sitanova. Sí, él es el sucesor del trono. Me vió como una amenaza de que podría ser yo pero... aquí también rige por el que llegó primero. Y para Dante no le era ni le es rival ya que al no ser familiar de sangre, no tiene oportunidad al lugar.
Quién sabe.
—Con los dos hermanos ahora —Dante vuelve y se posiciona como estaba tomándonos la foto—. Bien. Su tía ahora.
¡Rayos!
—Atrás de ella. Bien derechas...
Una foto, un flash. Otra foto, otro flash.
Lionetta Rizzo, mi tía, hermana de mi madre, italiana.
Coloca su mano en mi nuca acercando sus dedos a mi cuello apretando un poco y saca la mano antes de que alguien más vea esa acción. Sí lectores, ella me quiere ver muerta y no es imaginación mía, me lo ha repetido miles de veces. A toda costa. Yo quiero verla igual y espero se me cumpla el deseo.
¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanta aberración? ¿Por qué no la acepto? Fácil, engañó a su propia hermana. Mi madre sí tenía un buen y gran corazón, pero sus sentimientos quedaron casi nulos después de lo que pasó.
Yo tenía unos trece años cuando mi hermano mayor, Alessandro, me contó que había visto a papá y a mi tía juntos en la cama. Obvio que no le creí.
—Ve y mira por ti misma.
Dijo antes las de veces que me negaba creer. Pero lo hice.
Un día mi madre nos iba a llevar a un encuentro con algunos ciudadanos del pueblo. A casi mitad de camino me tuve que devolver para buscar mi abrigo. Corrí al castillo y escuchaba detrás mío mi escolta persiguiendome. Entré al castillo, estaba muy silencioso y no estaban los que custodiaban por ahí. Subí las escaleras grandes de cerámico blanco, y con barandas de mármol blanco que tenían detalles dorados y plateados. Doblé a la izquierda cuando llegué a la parte de arriba, me había equivocado, mi habitación era del lado derecho... y los escuché. Revisé que nadie ni mi escolta estuviera cerca y me arrimé despacio... los vi. Ella me vio y me sonrió de forma macabra.
No supe qué hacer. Algo en mí se había roto, algo en mí se perdió.
Nunca le dije nada a nadie. Nunca le di la razón a Alessandro. Nunca le conté a Dante.
Nunca le conté a mamá. Ni a papá que los había visto.
Me quedé callada.
—Eso es pequeña espía, arpía —mi madre y ella eran tan parecidas, sus actitudes no lo eran—, calladita o no volverás a ver la luz del sol ni ninguna otra luz. Quiero que te quede claro que estás muerta para tu padre, tu hermano mayor y para mí, pronto de tu madre también y nadie te creerá lo que viste. Así que intenta abrir la boca y ya sabes tu destino. Tu vida pende de un hilo.
—Su madre —mi cuerpo tenso se relajó un poco una vez que ella se alejó y ahora mi madre ocupa ese lugar.
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Editado: 07.12.2024