Mi partida de Ajedrez (#01 Saga Miller)

03| No le agrada a los rubios

Capítulo 03. 

Portland-Oregón EE. UU/ Lunes, 19-08-2013. 

Entro a la casa y voy al living donde saludo a Natalia, la mamá de Nate. 

— Oh, hola Azul —se levanta y me envuelve en un abrazo. 

Lo correspondo un poco incomoda. 

Natalia se siente frágil en mis brazos, pero eso no evita que me sienta segura, es como una madre para mí. Siempre he sentido curiosidad por Natalia, siempre que estoy a su alrededor estoy como en alerta, como si fuera a pasarle algo malo en cualquier momento. 

— ¿Nate? —pregunto, me suelta y acaricia mi mejilla con suavidad. 

Soy amable al no ceder a esas ganas de alejarme, no me siento muy cómoda con el contacto excesivo. 

— Esta en su cuarto —asiento. 

Me doy media vuelta sintiendo una extraña presión en mi pecho, es como si algo me advirtiera de que va a suceder algo malo. 

Solo estas paranoica, Azul. 

Miro sobre el hombro a Natalia que se abraza a sí misma, como si intentara confortarse. Arrugo un poco las cejas.  

Subo las escaleras tratando de desaparecer la angustia en mi pecho, solo estoy paranoica. Entro sin tocar, mis cejas se disparan hacia arriba cuando veo a Nate saliendo de su baño con una bata y una toalla en la cabeza como si de una chica se tratara, eso me sorprende, sonrío divertida. Pero lo que no me sorprende es ver a una chica boca abajo en su cama, desnuda y con la sabana solo tapando su culo, tiene bonita espalda. 

Estoy por salir para que él se vista, pero piso algo, bajo la vista y son unas bragas negras de encaje diminutas, me agacho recogiéndolas divertida, se las enseño. 

— Preciosas —susurro, sonríe de lado, rodando los ojos — te espero afuera. 

Asiente y salgo. 

No puedo evitar negar con la cabeza, no me sorprende, sabía que algún día encontraría una escena así, antes de que se fuera no encontraba chicas desnudas, pero si chicas con labios hinchados y cabello desordenado, solo teníamos 12-13 años. Desde ya Nate era así de atrevido, siempre lo he sabido, pero no puedo evitar reír un poco destensando los hombros. 

Esto se va a la lista de anécdotas que tenemos.  

No puedo evitar pensar lo rara que es esta situación, aunque es entretenida. Con otra persona me hubiera sentido incomoda al encontrarla en ese tipo de situación, pero con Nate no. No sé por qué, pero me gusta tenerle tanta confianza y poder sonreír tanto a su alrededor. 

Me siento en el suelo al lado de su puerta, esperando pacientemente a que salga, no tarda ni 3 minutos en salir con un pantalón de pijama y una camiseta, aún tiene el cabello húmedo. Se sienta a mi lado apoyando su cabeza en mi hombro, su cabello se siente raro contra el calor de mi mejilla, pero no me incomoda. 

La escena no sale de mi cabeza, no puedo evitar reír al imaginarme a Natalia entrando en mi lugar y que hubiera entrado antes.  

Nate me mira, divertido. 

— ¿Natalia sabe? —pregunto luchando con la risa. 

— No —murmura alzando la cabeza. Al ver como lucho con la risa, me mira confundido. 

— ¿Por qué usas las toallas así? —pregunto con los labios apretados. 

— Es cómodo, no sabía…no sabía que usar las toallas como chica fuera tan cómodo —arruga las cejas, divertido —puedes reír —dice, divertido. 

La risa escapa de mis labios, cubro mi boca con mi mano para no despertar a la chica. Miro a Nate que me observa con una sonrisita divertida. 

— ¿Por qué ríes?  

— ¡No sé! —suelto una carcajada que lo hace ampliar su sonrisa. 

Dejo de mirarlo porqué eso solo me hace querer reír más.  

Tomo grandes bocadas de aire controlando mis risas, cuando me calma miro a Nate que sigue sonriendo. 

— Ya deja de sonreír, loco — pido apretando los labios, vuelve a apoyar su cabeza en mi hombro, vuelvo a tomar aire para terminar de calmarme. 

Una sonrisa melancólica se forma en mis labios, siempre hacíamos esto. Reíamos sin razón o motivo, en los momentos tensos somos los peores, no tomamos las cosas en serio, pero es algo que me encanta de mi amistad con Nate. Aunque esta vez la que río como si se hubiera drogado fui yo, supongo que a él no le daría risa imaginar a su mamá entrar a su habitación en mi lugar. 

— No he sentido tan bien en años…desde que me fui —musita haciéndome suspirar, tomo su mano entrelazando nuestros dedos. —tú me haces bien, Azul. 

Giro un poco mi cabeza y dejo un beso en su cabeza. 

— ¿Cómo la vas a sacar? 

— Meh, por la puerta, mamá toma va a tomar su sienta en cualquier momento, ahí la saco —niego con la cabeza, divertida. 

— Deberías conseguir una novia... 

Esa idea me ha rodado un poco por la cabeza, me gustaría ver a Nate siendo feliz con una chica, alguien que lo complemente y verlo enamorarse. Eso me haría feliz y no es tan mala idea. 

— Nunca he tenido novia —murmura sorprendiéndome, giro mi cabeza como puedo, pero solo lo veo de reojo. 

Debe estar bromeando. 

— ¿Nunca?  

— Nunca. 

— ¡¿Nunca?! 

— Nunca. 

— Guao. 

— Si, guao. Pero, no sé…, nunca me gustó nadie lo suficiente como para que fuera mi novia. 

— Necesitas una novia — no lo estoy mirando, pero sé que arruga sus cejas. 

— No quiero, ni necesito una novia, azulada. 

— ¡Yo te voy a conseguir una! 

Levanta la cabeza de mi hombro y me mira con su ceño fruncido, sonrío angelicalmente. 

— No. 

— Pero, Nate —niega, pero yo no me voy a rendir tan fácilmente — vamos, ¿qué tal la chica de ahí adentro? 

— Tiene novio, creo — ruedo los ojos y tomo un mechón de su cabello húmedo tirando de el — ¡Azul! —se queja llevando una mano a su cabeza. 

— Deja de meterte con chicas con novio —me quejo, negando decepcionada. —¿Ya fuiste a ver a los chicos? —pregunto para cambiar de tema. Vuelve a poner su cabeza en mi hombro. 




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