Tras un largo y cansador día Anabella se echó en la cama. Con el inicio de un nuevo año en la carrera de medicina debía comenzar de nuevo a estudiar y trabajar al mismo tiempo. Estaba sumergida en sus pensamientos cuando su amiga tocó la puerta.
–Pasa.– respondió ella mirando el techo mientras que con una mano se peinaba su pelo negro. Después de una larga semana lo único que quería era estar sola.
Victoria entra con cara de pocos amigos y le dice –En media hora debemos ir a trabajar, pero antes ¿quieres ir por un latte?– agrego sonriendo mirándola con sus ojos avellana.
–Dale, pero si tú invitas.– respondió Anabella mordiéndose la lengua.
–Ok pero la próxima tú invitas.– añadió su amiga con una sonrisa.
Anabella se puso la ropa de trabajo y ambas salieron del departamento. Hacía tres años que vivían juntas y que trabajaban en el mismo bar aunque las dos eran muy distintas. Victoria era una chica extrovertida que siempre podía hacer amigos fácilmente y su cara demostraba esa chispa antes la búsqueda de nuevas aventuras mientras que Anabella era más introvertida e inocente.
Luego de terminar el café y que Victoria le contara sobre su nuevo “amigo”, al que lo había conocido hace un par de días se fueron caminando hacia el trabajo.
Llegaron al bar, que se encontraba en una esquina. Era bastante agradable a la vista, gracias a sus grandes ventanales con el nombre “Dirty Old Town” en cada uno. La puerta de madera, con un vidrio en medio y una barra horizontal de hierro pintado en color dorada, es empujada por Victoria y ambas ingresan, siendo recibidas por Wallis, el dueño y encargado de la barra del local.
–¿Cómo están mis niñas?– les preguntó él con una pícara sonrisa.
–Todo bien ¿y tú? – respondieron al unísono.
Wallis las abrazó y mientras ellas agarraron los trapos para limpiar las mesas a la izquierda del salón, él empezó a acomodar las botellas que estaban detrás de la barra y a limpiar las canillas de cerveza.
Alrededor de las once de la noche, el salón estaba lleno. Todas las mesas estaban ocupadas por parejas o grupos de amigos que seguramente venían a distenderse después de una larga semana lo que hacía que Anabella y Victoria estuvieran trabajando sin parar.
–Los de la mesa once son insoportables. – le dijo Victoria a Anabella mientras esperaban a que Wallis les dé unos tragos delante de la barra.
Ella se rió y se fue con las bebidas a una de las mesas que estaba atendiendo.
Cuando Anabella volvió a la barra por otro pedido, vio a un joven rubio de pelo corto, que llevaba campera de cuero y estaba hablando con Wallis en el extremo de la barra. En ese momento se acercó su amiga y le dijo –¿Viste al chico de la barra? – con cara divertida y guiñándole el ojo.
Entre risitas Anabella le contestó –Si, si, ya lo vi. Me imagino que ahora vas a ir a hablarle.
Victoria lo pensó un poco y le dijo –Ay, amiga. ¿Cómo me conoces? Cuando tenga un tiempo libre me le acercó, así le hablo.
Las horas pasan y el bar cierra.
Anabella vuelve de limpiar sus mesas y ve a su amiga sentada con cara de fastidio tomando un vaso de cerveza.
–¿Qué te pasa, Vic?
–El chico guapo me rechazó. – le contestó su amiga haciendo puchero.
–¿Qué? ¿En serio? – le preguntó Anabella entre risas.
–No te rías.
–Es la primera vez que escucho que alguien te rechaza.
–No tendrían que acercarse a ese chico.- les dijo Wallis desde la barra –No es una buena junta.
–Solo lo dices para que no esté mal.– reprochó Victoria.
–Lo digo por el bien de ustedes, niñas.– dijo Wallis y se puso a limpiar los vasos.
–Amiga, ¿vamos a tomar algo a The Rock? Quiero despejarme un poco.
–Mañana debería estudiar, pero vamos. No te puedo dejar sola y desolada.– le contestó Anabella riéndose.
–Qué mala que eres. No te burles de mí.– le dijo Victoria poniendo sus manos en el pecho.
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Editado: 13.11.2019