Mi Pequeña Alma

4. Fugitiva

 

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Melissa

La conversación con mi madre, fue como un bálsamo que fortaleció los quebrantos de mi lastimado corazón.  Su mensaje era claro, aunque sus palabras no revelaban ese sitio donde podía refugiarme, mi alma se conectó con la suya y mis recuerdos más bonitos me abrieron esa puerta que tanto añoraba.

Llego a la estación de trenes, me meto entre la multitud, camino rápido tropezándome con un sinnúmero de personas, mis ojos insisten en mirar hacia atrás, estoy prevenida, ansiosa y con el miedo latente de que en cualquier momento se aparezca quien estoy segura, me perseguirá sin descanso.

El letrero luminoso me confirma que faltan más de diez minutos para pasar el transporte que espero, y como si eso fuera a acortar el tiempo, no dejo de observarlo ni un segundo llevando la cuenta regresiva en mi mente, mientras mordisqueo las uñas de una de mis manos.

—¡Melissa!

Escucho el grito de Federico cuando está por alcanzarme, miro a mi alrededor y no tengo forma de escapar, tengo a tantas personas a mi alrededor, pero ninguna me conoce y todas hacen como si no sucediera nada, aun cuando mi desespero y temor son muy marcados en mi rostro por verlo cada vez más cerca.

—¡Aléjate, no te me acerques! —hablo fuerte, llamando la atención de varias personas. 

Los hombres vestidos de negros que vienen escoltándolo se dispersan, uno cambia su rumbo hacia la derecha, el otro a la izquierda y el demonio que juro atraparme viene de frente.  Me siento perdida, la angustia quiere someterme. Sin embargo, el recuerdo de la voz de mamá dándome ánimos, hacen eco en mi cerebro.

«Empieza a jugar mi niña, tú eres la mejor». Esas palabras colmadas de amor de mi madre resuenan sin descanso en mi memoria, no solo como un recordatorio, sino como un aliciente que me confirma una y otra vez, que puedo lograrlo.

 «Soy la mejor y no me vas a ganar Federico Lande»—pienso con determinación.

Miro el letrero de avisos muy luminosos que pasan a toda velocidad donde informan que estar por llegar el tren con destino a Giethoorn: el pueblo más bonito de Holanda, mi lugar favorito en todo el mundo, porque ese pedacito tierra me vio nacer, crecer y me concedió los años más maravillosos de mi existencia.  

Inicio mi cuenta regresiva, contando segundo a segundo, esperando con ansias el tren que me salvará del infierno, mientras los pasos del hombre despreciable de quien huyo se acelerarán hacia mí. Miro de reojo a mi derecha y a mi izquierda y sus hombres también se aproxima. Lo hacen con disimulo, son sigilosos para no llamar la atención.  Y…  

Cuando están a nada de llegar, frena el medio transporte que tanto añoraba como mandado del cielo.  Sin perder ni un solo segundo, paso mi tarjeta, se abren las puertas, me subo a toda prisa, las puertas se cierran y me quedo en la ventana transparente con la mirada fija en quien se revienta de la rabia por haberme dejado escapar una vez más.

Para mi fortuna, lo que tanto me deslumbro de ese ser, hoy se convierte en una gran ventaja para mí. Él es un hombre de sociedad, siempre anda en carro blindado, escoltado, así que por obvias razones es imposible que suba a servicios públicos de transportes como estos, porque, en su vida, jamás lo ha hecho y sin tarjeta no puede.

Los ojos del ser oscuro que tanto amaba se funden con los míos y en ellos puedo ver una declaración de guerra, acompañada de una muy dura amenaza.

El tren arranca y me despego de la ventana, me siento, acomodo mi cabeza en el espaldar, inhalando y exhalando muchas veces hasta que recupero el aliento y mi respiración se normaliza.

«Vamos a estar bien, mi bebé, mamá va a cuidar de ti, los dos seremos fuertes y saldremos adelante en nuestra nueva vida juntos. —mis pensamientos se desbordan, hablando con el ser pequeñito que cargo a todos lados, mientras el tren sigue su andar rumbo hasta donde se encuentra nuestra nueva guarida.

No es lo que esperaba de la vida, pero hoy, por fuerza mayor, me convierto en fugitiva, huyendo del hombre que engendró su fruto en mi vientre y hoy amenaza con arrancarlo de mí. Estoy consciente que clase de ser humano es y por eso estoy segura de que a dondequiera que vaya, debo estar alerta y preparada para no dejarme atrapar.  

Empezó el juego mi bebé.  Tú y mamá, saldrán vencedores, porque así pequeñito como estás, eres mi fuerza y coraje.

«Lo vamos a lograr, mi amor, juntos lo haremos, porque tú siempre serás mi fuerza y mi más bonito amor».

 

 

 

 

 



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En el texto hay: #amor, #drama, #romance

Editado: 04.03.2024

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