Mi pequeño bosque

Desconocido

Sábado 26 de Septiembre,                                                                         

6:00 a.m.

El clima de esta noche es especialmente helado, normalmente no llega la nieve hasta que empieza Noviembre y antes de eso las tardes son calurosas con agradables ráfagas de viento mientras que las mañanas y noches son frías, pero todo parece indicar que el invierno se adelantará. No puedo dejar de mirar la tarjeta negra, aquella con el número. Estoy sentada de nuevo a la orilla de la cama de Bosco pensando en los pros y contras de llamar a esta persona que se supone me ayudará. Por un lado obtendré ayuda y podré encontrar a Bosco; pero por el otro cabe la posibilidad de que no sea una persona de confiar; el hecho de que sea por fuera de la ley se encuentra en ambas categorías… A pesar del miedo que me pueda causar darle mis datos a un desconocido, por encima de todo siempre estará mi bebé. Había pensado en hablar sobre esto con Baco, pero no lo aprobaría, diría que debemos dejarles esto a los profesionales, que puede ser peligroso. En este momento no me puedo dar el lujo de rodear el fuego, debo atravesarlo.

Aprovecho que estoy sola en casa puesto que Baco no pudo faltar hoy al trabajo (es lo que pasa cuando eres dueño de un banco de alcance mundial y te tomas libre el día anterior) y Karen se llevó a Randy a casa (Karen trabaja de lunes a sábado como mesera, por la mañana en el restaurant Bella Rosa y por las tardes en uno llamado Torre de Marfil), ya había mentido ayer sobre que estaba enferma solo para poder quedarse conmigo, no podría hacerlo otra vez.

Tomo el celular y marco lentamente, dudosa. Una vez escrito el número presiono el botón de llamar, no quiero dar paso al arrepentimiento. Espero a que suene el tono de espera, pero no lo hace, en vez de eso da paso directamente al mensaje predestinado que te pide amablemente dejar un correo de voz. Respiro hondo.

-Hola, ammm… buen día. Hablo a este número porque alguien… conocí a alguien que me dio este número y dijo que… dijo que usted podría ayudarme… - me siento muy nerviosa, apenas puedo hablar. Pienso en colgar, quiero colgar… Bosco – Mi nombre es Damara Novac, mi hijo Bosco desapareció ayer a las dos de la tarde; la policía no me quiere ayudar y necesito sus servicios… Gracias… - voy a colgar, consciente de que se supone me mandará un correo con una dirección y una hora, un lugar que puede ser desconocido, un lugar en el que puede tener ventaja – Nos veremos en el restaurant Torre de Marfil a las siete en punto, tú decides el día – digo para mi sorpresa -; llevaré un vestido rojo y pediré vino tinto… Hasta entonces – y cuelgo.

El corazón me late a mil por hora. Lo hecho, hecho está y no hay marcha atrás. Debo llamar a Karen y decirle lo que pasó pues necesitaré de su apoyo cualquiera que sea el día que este desconocido escoja; lo cité a las siete en punto porque a esa hora Baco va a trabajar de nuevo, ahora solo queda esperar que acepte y no tome mi petición como una falta de respeto.

2:00 p.m.

-Gracias.

-De nada, señora – responde el joven mesero al dejar frente a mí un café con chocolate y frutos rojos. Sé lo que dirán, se escucha un tanto extraño, pero desde que el café Deleite abrió sus puertas no puedo dejar de pedirlo; aunque fuera invierno y lo helado de la bebida terminara congelándome, diría que valió la pena.

Tomo el primer trago y en eso Karen entra por la puerta, lleva un vestido amarillo corto y liso que combina muy bien con su tez oscura y cabello castaño rizado; lleva puestos unos zapatos bajos color negro muy hermosos. Yo, por mi parte, solo llevo unos jeans, zapatillas deportivas Converse blancos y una sudadera gris con capucha…

-Hola, querida – dice Karen acercándose a mí y me levanto para saludarla.

-Hola, gracias por venir – nos abrazamos, no como se abrazan dos personas que apenas se conocen ni como lo hacen los amigos cercanos, nos abrazamos como dos hermanas lo harían -. Sé que entras a  trabajar en dos horas y yo te hablé de último minuto.

-No digas tonterías, siempre estaré para ti – dice y nos separamos para sentarnos cada quien en nuestra silla, una enfrente de la otra en los lados opuestos de la mesa redonda situada junto a la ventana cuya vista da hacia el parque que hay en frente. Karen alza la mano y el mesero que me atendió viene hacia nosotras.

-Buenas tardes, mi nombre es Sebastián, ¿en qué puedo ayudarle? – dice con ese tono de ferviente amabilidad que lo hace parecer aún más joven de lo que ya es.

-Sí, quisiera un frappuccino con caramelo, por favor.

-Con gusto, se lo traigo en un momento -  dice y se va de nuevo hacia la barra/cocina.

-Bueno, ¿y de qué querías hablar? – pregunta Karen apoyando su barbilla en la palma de su mano e inclinándose hacia enfrente de modo que su curiosidad sale a flote.

-Bueno, pero no se lo puedes decir a nadie, ni siquiera a Baco – explico - … Necesito tu ayuda. con un hombre. - y el rosto de Karen se petrifica.




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