Mi profesor I

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Por fin era lunes. Aunque parezca mentira tenía muchas ganas de empezar las clases de nuevo. Y sí, para que negarlo. Tenía ganas de ver a Alex porque echaba de menos reírme con él y su manera de picarme. Me empezaba a conocer bastante y sabía que puntos débiles tenía que tocar para hacerme rabiar. Ese día tenía clase con él a primera hora y eso significaba que estaría un poco de mal humor. Según me dijo nuestra clase era la que peor se portaba, y tenerla a primera hora significaba dejarlo de mal humor el resto del día. Yo le entendía. La mitad de mi clase sólo le prestaba atención por miedo a que le soltara alguna grosería, cosa que se le daba muy bien y la otra mitad sólo porque le parecía muy guapo.

Ese día parecía normal. Es más, incluso algo contento. Llevaba puesto un polo multicolor que serviría de pretexto durante toda la semana para reírme de su cara.
La clase fue bastante fluida, aunque Andrés estuviera un poco pesado esa mañana. A él no le gustaba mucho historia y tampoco Alex. Según decía, era un prepotente narcisista que estaba más ocupado en vestir bien que en dar clase. Por eso nunca me esperaba al acabar la clase, sabía que la mayoría de las veces yo me quedaba hablando con él, aunque eso me hiciera llegar algo tarde a la siguiente clase.

- Hoy no has estado muy atenta que digamos.

Al principio pensé que lo decía de verdad. Pero luego vi su enorme sonrisa en la boca.

- Es que ese polo que llevas produce epilepsia.

- Sabía que lo ibas a decir. Cada día te conozco más. Que sepas que es moda.

- Sí, moda de cuando tenías mi edad.

- A ver reina ¿Cuántos años crees que tengo?

- Pues no sé, sobre los 50-60.

- Tienes un minuto para retirar eso si quieres seguir manteniendo mi amistad.

Intentaba decirlo serio, pero no le salía.

- ¿40?

- 39, me ofende que me eches tantos años.

- Ojo, un año.

- Pues a mi edad es diferente, además los 40 son los nuevo 20, que no te enteras.

- Claro que sí monada.- me salió sólo el apodo.

- Por favor, no me tires los tejos ahora que sabes que tengo 20.

Ya me gustaría ya.

- Estás fatal.- preferí decirle.

- Tu si que estás fatal.

- Estoy llegando tarde a una clase por esta conversación.

- Oye que yo también llego tarde con estas conversaciones nuestras.

- Pues no me hables.

Puse morros de enfadada y el se rió de mí.

- Pero si eres la que me da alegría en este lugar.

- ¡OOOOOH! ¡Que bonitoooooo!

- Además esta conversación ha empezado por tu falta de atención. Tu eres la que intentaba cambiar de tema tirándole a tu profesor.

- Mi compañero tenía mucho que contarme, PROFESOR.

Me tiró un trozo de tiza que llevaba en el bolsillo.

- Dios llevas tiza en el bolsillo como los abuelos.

Me tiro otro trozo mayor.

- Dile a tu compañero que te lo cuente en otro momento. Por cierto ¿Tú y él?

No me lo podía creer. Ahora si que me iba a reír.

- ¿Yo y él que?

- Pues bueno, ya sabes. Si vosotros...

- Si nosotros...

- Alicia, no eres tonta. Sabes a que me refiero.

- Que si, pero es que tu forma de preguntarlo...

- Bueno, intentaba ser delicado

Parecía avergonzado con él tema. Eso me produjo cierta ternura. El gran Alex con vergüenza de preguntarme si salía con Andrés.

- No, entre Andrés y yo no hay nada de nada.

- Me alegro.

- ¿Te alegras?.

¿Se alegra?

- A ver, me da igual, pero que creo que puedes aspirar a más.

Pobre Andrés, ahora sí que tenía motivos para odiarle.

- Además a mi me van los rubios.- contesté guiñándole un ojo.

Fue la primera vez que le guiñe , y por su expresión le gustó.

- Vaya, que coincidencia, a mi me van las rubias.

Que idiota era. ¿Sería verdad?

- Pues me alegro, que te cundan.- intenté parecer indiferente.

- Por dios, soy un hombre casado.

- Ya, tampoco me importa.

- No te pongas de morros que estás muy tierna y dan ganas de achucharte.- ojalá me achucharás tú.

Nononono. No Alicia. Tienes que dejar de pensar en esas cosas.

- Bueno pues me voy, quedate ahí con tus rubias.

- Que era broma tonta, a mi me van las reinas.

Y no necesitó decir nada más para ponerme una sonrisa boba en la cara. Él sabía mis puntos débiles y los usaba sin dudar. Di por concluida la conversación y me fui a la siguiente clase, sin dejar de pensar en lo raras que eran siempre nuestras conversaciones.

Ese día llegué a casa especialmente feliz, yo sabía de sobra el motivo de mi felicidad, pero opté por decir que era debido al bonito día que hacía. Mi madre llegó de trabajar igual de feliz que yo, como si estuviéramos conectadas. Pero su felicidad tenía nombre y apellidos.

- Mamá, no me digas que nos ha tocado la lotería.

- No cariño, mejor aún. Tu hermana va a pasar este fin de semana con nosotras.

Mierda.




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