Mi profesor I

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Ese día me desperté más pronto que de costumbre, me vestí más guapa que los demás días y moví el lado de mi flequillo. Deduje que a pesar de no haber hecho mucho, estaba considerablemente más guapa, ya que Andrés casi se tropieza al ir a saludarme por la mañana. Tenía pensado esperar hasta que tuviera clase de Historia, pero eso sería a última hora y ni quería ni podía esperar más. Me enfilé directa al departamento de Historia y por suerte encontré a Alex solo, mirando el ordenador. Me di cuenta de que, al igual que yo, él se había esmerado más en su aspecto físico. Vestía unos pantalones negros que le hacían unas piernas marcadas, una camisa blanca y perfectamente planchada y un polo negro encima que aunque no pude comprobarlo, sabía que era muy suave. Llevaba el pelo más rebelde que de costumbre y sus ojos parecían más azules que grises. Cuando miró en mi dirección, se sorprendió al verme en la puerta. No podía saber si por verme allí en su departamento o por verme más guapa. Opté por la segunda opción más de novela de amor.

- ¿Has tenido algún problema con los deberes?- Sonaba frío, más de lo normal.

- Quiero pedirte perdón por lo de ayer. Me pase y no supe guardar distancias. Sé de sobra que no tiene nada que ver lo que dije ayer con la realidad. No pienso hablar más de eso, lo prometo.
Había salido tal y como lo había ensayado.

- Me cae muy mal Silas.

Esa no era la respuesta que esperaba.

- Lo entiendo y como te digo no pienso meterme.

- En una reunión de padres, le pillé tirándole los tejos a mi mujer.

Ay Dios ¿Qué hacía contándome eso? ¿Dónde estaba su tono frío y distante? ¿Qué narices quería que le contestara? ¿Ya no estaba enfadado por todo lo que había pasado?

- Es una situación desagradable pero como te digo.

- No vas a meterte más. Contigo es 8 o 80.

¿Qué cojones? No entendía absolutamente nada. Tenía ganas de irme y no volver a hablarle más, pero algo dentro de mi se despertó y se puso muy contenta.

- Contigo es una de cal y otra de arena.- Toma! Esa había sido buena.

De pronto sonrió y fue de las sonrisas más bonitas que he visto en su cara. Por fin. Por fin había vuelto a ver esa sonrisa que necesitaba desde hacia tanto tiempo. No se esperaba mi respuesta y sabía que le había gustado tanto como a mí.

- Alicia me cuesta mucho mantener distancias contigo y aparentar que eres una alumna más, pero es lo mejor para ambos. Lo que pasó en esa montaña no puede volver a ocurrir. Yo sobrepase los limites de una relación de profesor- alumna y lo siento. Pero lo que me dijiste...
Desapareció su sonrisa.

- Lo que te dije fue la mayor tontería que ha salido de mi boca.

Me acerqué a él y me puse de cuclillas al lado de su silla. Le miré a los ojos por mucho esfuerzo que eso me suponía, necesitaba que me creyera.

- Alex yo no pienso eso de ti, te lo juro. Estaba muy nerviosa y enfadada y solo quería hacerte daño.

Siguió mirándome. Necesitaba alejarme de él porque su olor empezaba a impregnarme y mi cuerpo empezaba a darse cuenta de ello.

- Te creo.

Me levanté. Necesitaba respirar. Y cambiar de tema.

- Mira, no me importa que haya pasado contigo y con Silas. Sólo quiero que tengas claro que él también es alguien a quien aprecio y entiendo que tu lo odies, pero no quieras que lo haga yo.

- No lo hago, solo quiero que sepas también como es.

- Vale.

- Nos vemos en clase.- Mierda, se estaba despidiendo .

- Adiós Alex.- Y salí del departamento.

Quería decir algo más pero no podía permitirme estropear esa conversación. Estaba eufórica. Por fin lo había recuperado. O algo parecido. Al menos sabía que no me odiaba y que a él le gustaba tan poco como a mi tener que ignorarnos.

A pesar de estar ya lejos de él sentía un calor inmenso recorriendo cada terminación nerviosa de mi cuerpo y es la mejor sensación del mundo entero. Como me atraía ese hombre. Dios. Me atraía como nada me ha atraído nunca en la vida . Necesitaba pensar, revivir esa conversación una y otra vez, sacar los momentos mas relevantes y los gestos que había pasado por alto. Necesitaba saber si de verdad lo había recuperado. Si esa conversación había sido nuestra reconciliación. Y necesitaba saberlo ya.

Las horas siguientes de clase fueron una maravilla. Puede que la pequeña charla con Alex tuviera algo que ver o puede que simplemente ese día, el destino había decidido tomarse un café conmigo. Sea como fuere, estaba feliz. Estaba verdaderamente feliz.
Nada más llegar a casa y terminar mis pocos deberes, me propuse analizar cada palabra con el fin de llegar a una conclusión objetiva, sin melodrama ni pasión.

Mi intento fue un estrepitoso fracaso. Al final, llegué a una única conclusión: Necesitaba más.
Una segunda conversación, un gesto o una indicación divina de que lo había recuperado y más que eso. Necesitaba saber si Alex y yo teníamos una oportunidad de tener algo. Yo le atraía y él a mi también, pero me dejó claro que nunca podía pasar nada como la otra vez, lo que no me dejaba en muy buen lugar porque es justo lo que quería.

Una lucecita se encendió en mi cerebro. Tenía que frenar esos pensamientos, por el amor de dios, era mi profesor, estaba casado y me sacaba 20 años. Siempre fui una chica responsable y no me podía permitir meterme en algo así, tan poco propio y con tantas posibilidades de salir mal. Antes de que pudiera jurarme a mi misma que no haría nada más, mi madre entró por la puerta y nos pusimos a hablar así que lo tomé como una señal de que era algo que podía dejar para más tarde. Siendo franca conmigo misma, cualquier promesa que me hubiera hecho habría servido de muy poco, a esas alturas yo ya me había tirado por el precipicio y el paracaídas estaba muy fuera de mi alcance.
Para cuando pude volver a estar sola, estaba muy cansada por todas las emociones del día y me fui directamente a la cama, esa noche dormí muy bien. Las cosas empezaban a mejorar.




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