Mi prometida

7. No hasta estar casados.

El día había terminado sin ningún inconveniente. Thomas había salido después de recibir una llamada así que la búsqueda estaba en pausa, estaba aburrida y camine nuevamente por la sala de estar observando las pinturas, me acerque a la mas grande y me quede mirándola, era hermosa, la escena principal era un ángel apoyado sobre una de sus rodillas mirando tiernamente a una niña que extendía uno de sus bracitos hacía una de las majestuosas alas del ángel. Una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro; había algo en aquella pintura que me recordaba a mi niñez, a los días en que no me preocupaba por nada; aquellos días en los que lo más importante era correr, jugar, bailar, incluso llorar. No pude evitar ponerme sentimental, porque ahora era una adulta que estaba descubriendo cosas nuevas acerca del mundo, me sentía vulnerable.

Era increíble todo lo que podía desencadenarse de un solo pensamiento, la pintura, la sensación que me daba al mirarla, mis recuerdos y la frustración de mi presente, adicional a eso estaba la incertidumbre del futuro, no sabía que pasaría más adelante, pero Thomas en el pasado menciono que era su prometida, no me atreví a preguntar acerca de eso porque no quería tener la certeza de que en sus planes estaba el de casarnos, desde niña había tenido la idea de un matrimonio feliz y niños, pero siempre imaginé una hermosa historia de amor, no esta situación que tenia en frente, con ángeles y sus genes involucrados.

—¿De verdad estas pensando en el matrimonio y los genes de los ángeles? —habló haciéndome saltar.

—Ya basta de meterte en mi mente —resoplé y caminé a la escalera para subir a la habitación.

—No me dejes aquí solo —empezó a caminar atrás de mí.

—Deja de seguirme, quiero estar sola —hable molesta.

—¿Para poder pensar tranquila en mis genes y nuestro matrimonio? —hablo sonriendo.

—no pensaba en eso —abrí la puerta de la habitación y entre.

—¿Entonces en que pensabas?

—No te interesa —cerré la puerta sin dejarlo entrar y me recosté en la cama.

Thomas se fue a la habitación de el sin decir nada mas y yo me sentí mas tranquila, estar cerca de él me hacia poner nerviosa, porque si, la situación no era la mas agradable, pero debía admitir que verlo si y por mas que intentara negarlo, me gustaba, aunque no iba a aceptarlo frente a él.

Un rato después, me levante de la cama, tome las cosas de la maleta y las empecé a organizar en el closet que había dentro de la habitación, al terminar, fui a darme una ducha, ponerme un pijama y acostarme a dormir.

Al apagar las luces, todo quedo oscuro y frio, trate de cubrirme bien con las cobijas que había sobre la cama, pero aun así sentía frio, tanto que llego un momento donde era insoportable, mis pies, mis manos, la nariz y todo el resto de mi cuerpo se sentían helados, incluso estaba temblando. Intente dormir, pero no podía, no era capaz cuando sentía la temperatura tan baja y si seguía así, pronto empezaría a estornudar, había una solución, así que me levante y camine hasta la habitación de Thomas, estuve a punto de devolverme, pero ni siquiera mi orgullo era tan grande como para morir de frio.

Toqué dos veces la puerta, pero el no respondió, tal vez no estaba, por lo que abrí la puerta y entre; él estaba acostado en su cama, boca abajo con la espalda descubierta, parecía no sentir el frio.

—¿Qué haces aquí? —pregunto asustándome, haciendo que diera un pequeño salto.

—¿puedo…? —Respire hondo, no podía hablarle como una niña con miedo del monstruo bajo la cama —¿Puedo dormir aquí?

Al escucharme, se giro y me miro.

—¿Aquí en la habitación o aquí en la cama? —pregunto divertido.

—Tengo frio —fue lo único que respondí, ignorando su burla.

—Ven aquí —aparto las cobijas y toco el espacio vacío de la cama.

Camine despacio hasta la cama, me senté junto a el y lo mire, el rio, rodeo mi cintura con una mano y me halo hacia él.

—Estas muy fría —asentí y me pegué lo mas que pude a su cuerpo, el calor que emanaba su cuerpo se sentía agradable cerca del mío —No recordaba que los humanos fueran tan sensibles a las bajas temperaturas.

—Esta casa es helada Thomas, aunque de día es soportable —asintió y me abrazó.

—Intenta dormir —asentí y cerré los ojos, el empezó a acariciar mi espalda con suavidad, empezaba a quedarme dormida, cuando sentí su mano bajar hasta mi trasero, abrí los ojos de inmediato y lo miré.

—Ni lo pienses, Thomas —él me miró y paso la lengua por sus labios —No hasta estar casados.

—¿Ahora lo aceptas? —pregunto mirándome con sorpresa.

—No —lo mire —Pero imagino que de igual manera terminare cediendo, como con vivir aquí.

Era una locura pensar en casarme con él, pero viendo la situación y que quién siempre terminaba cediendo era yo, no debía sorprenderme si terminaba en el altar dando el si acepto a un completo desconocido.

—No le des muchas vueltas al asunto, es algo que aún no está decidido —me miró y acarició mi mejilla con el dorso de su mano —Es algo que no decido solo yo.

¿había escuchado bien? ¿él estaba cediendo en algo? quizás ya estaba dormida y solo era parte de un sueño, uno muy agradable y cálido.

Quería decir algo, intentar hablar de todo eso del compromiso y porque él tenía la intención de casarse conmigo, no nos conocíamos, era imposible que sintiera algo por mí, aunque pensándolo bien, en el mundo existían miles de personas que se enamoraban de la idea de algo, tal vez Thomas había caído en uno de los principales errores de la vida humana, idealizar a alguien que no conoces y crear todo un mundo alrededor de eso, podríamos estar ahora allí, viviendo dentro de una fantasía donde el amor puede crecer en medio de una crisis, como la persecución de ángeles y demonios hacia una humana con genes de arcángeles.

Y con todos esos pensamientos en mente y los brazos de Thomas a mi alrededor, me quedé dormida.



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En el texto hay: angeles, romace, destino

Editado: 24.07.2020

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