Apagó la música del auto para poder hablar con Carlos antes de que me deje en el departamento.
¡Ei! - Se queja. -Estaba escuchando eso. -Me dice haciéndome un puchero.
- Tenemos que hablar.
- No hice nada malo. - Me dice y levanta las manos por un segundo a modo de rendición.
- No es nada malo.
- ¿Cuándo no es malo que una mujer diga esas palabras? - Me dice alzando una ceja.
- Ahora menso. - Le digo algo frustrada. - Mamá preguntó por la fecha de la boda y no hemos hablado mucho del tema. - En realidad, no he querido hablar del tema, porque me concentré en la entrevista, pero hoy el tema está a flor de piel.
- No te preocupes por eso será espectacular. Yo me encargaré de todo. ¿Qué crees que he estado haciendo estos días? - Estoy totalmente sorprendida.
- Nada espectacular. No hay porque hacer un teatro extremo de esto.
- A no ni creas que va a hacer sencilla. Es posible que sea la única vez que me case o por lo menos que mi familia esté ahí. Además, cuando tú te cases la podrás hacer como tú quieras. Déjame gozar la mía.
- ¿Quién dice que me volveré a casar? Con una vez basta, aunque sea farsa.
- Claro que lo harás. Sé que un día te enamorarás y dejaras todos tus miedos atrás. Además, todas las chicas sueñan con una boda de princesa y yo te la daré.
- Yo no soy cualquier chica y lo sabes.
- Cierto. Tú eres aburrida. - Se burla.
Le doy un codazo. Me lo pienso, de la boda. No me anima mucho que sea muy elaborada, pero Carlos estaría feliz al igual que mi madre.
- Esta bien la boda será como tú quieras, pero escogeremos el vestido juntos.
- De acuerdo. - Me dice mientras estaciona el carro. -Hasta luego. Me dice y me da un beso en la mejilla. - Que tengas suerte con tía Hilda.
- Gracias la necesitare.
Subo al departamento para ir por las llaves del coche. Las tomó y bajó rápido las escaleras. ¿Cuándo arreglaran el elevador? Me basta con el ejercicio que hago en el GYM.
Le envió un mensaje a tía Hilda de que la visitaré. Ella siempre dice que una persona educada avisa cuando va a ir de visita. No quiero que me reciba con regaños. En 40 minutos, ya estoy en su casa. Se siente tan familiar. Me bajo del auto, me acerco a la puerta y toco el timbre.
- Voy. - Abre la puerta me sonríe, pero no como siempre. Es obvio que ya mamá le dio la noticia.
Me inclino le doy un gran abrazo y un beso tronado en la mejilla. Eso cual ella corresponde. Como amo a esta mujer.
Después del campamento en el que conocí a Carlos me mudé con ella para estudiar aquí. Solo viajaba a Puerto Rico una o dos semanas en vacaciones para ver a mi madre, familiares y amigos; Carlos siempre me acompañó. Estraño mi isla, pero también me gusta vivir aquí.
Entramos y nos sentamos en el sofá grande una al lado de la otra.
- Creo que tienes algo que explicarme. - Me dice. Directa como siempre y está muy seria. - Quiero la verdad. - Sentencia.
-Carlos me pidió matrimonio como un favor y yo acepte. - No sé cómo vaya a reaccionar.
- ¿Es lo único que me vas a decir? - Levanta una ceja.
- No. Tengo un empleo como fotógrafa en Palacios Model Company. -Le digo contenta. - Comienzo el lunes.
Sonríe y me abraza.
- Muchas felicidades mi niña.
- ¿No estás enojada? -Le pregunto temerosa.
- No estoy muy feliz con lo de tu matrimonio con Carlos, pero me siento bien de que me hayas dicho la verdad y no como a mi hermana.
- Es complicado.
- Lo sé. Sé que en su momento me dirás todo. Confío en ti y tus decisiones. Eso no implica que deje de preocuparme por ti.
- No tienes nada de qué preocuparte. Este matrimonio es solo de apariencia nada de romanse.
- ¡Ay! Cariño. Entre ustedes hay amor, puede que ahora sea de hermanos, pero ahora que se casen puede cambiar. No quiero que salgas herida.
- No te preocupes. Cambiando de temas. ¿Ese olor son galletas de macadamias? - Preguntó con cara persuasiva para que me dé.
- Sí lo son.
- ¿Cuántas hiciste? Yo te compro dos docenas.
- Ni creas que te comerás tanta azúcar jovencita.
- No son todas para mí. Quiero llevar al trabajo hoy le voy a decir a Judith que renunció. Que sólo terminaré la semana. La otra docena la dividiré con Carlos.
- Esta bien. Vamos a la cocina, me ayudaras a terminar las que falta. - Ordena.
- Sí señora. - Me levanto y le hago un saludo militar.
Mi tía se levanta y nos dirigimos a la cocina. Me da instrucciones de lo que tengo que hacer. Adoro estas galletas, pero el proceso es tan largo y tedioso que solo las haría si las vendo o para una fiesta. Pongo las ultimas galletas en el horno, mientras mi tía me sirve de su delicioso arroz con salchicha. Almorzamos juntas, cuando termino me da las dos docenas de galletas y me da dos por comerme el plato completo. Cuando era niña me chantajeaba con el postre para que comiera todo. Al mudarme con ella siguió con esa maravillosa costumbre. Le doy $15 por las galletas. Ventajas de ser familia, tengo un gran descuento. Me despido, tengo que ir a trabajar.
Llegué justo a tiempo. Me recojo el cabello con un moño blanco y una red para el cabello. Llegue 20 minutos antes para hablar con Judith. Tomó las galletas y me bajo del auto. Al entrar Estela me ve y rápido se acerca a mí.
- Amy que linda estas hoy. Acaso hay algún galán del que no me he enterado.
- Nada de eso, pero necesito hablar con Judith. ¿Sabes dónde está?
- En su oficina. ¿Tienes algún problema? - Su cara muestra preocupación.
- Para nada. - Le sonrió. - Al contrario, obtuve un empleo como fotógrafa.
- Muchas felicidades. - Me abraza. - ¿Dónde?
- Palacios Model Company y antes de que digas algo. Carlos no tuvo nada que ver.
- De acuerdo fiera.
- Nos vemos luego. Voy con Judith.
Subo las escaleras para llegar a la oficina de Judith. Tocó suavemente la puerta tanto que pienso que no se holló, pero escucho un pase.